Con apenas 16 años Bruno ya jugó su primer partido oficial en la Academia. Es volante central, pasó de la 7º a la reserva, estuvo en el Sub 17 y llegó a primera velozmente. Muchas coincidencias con su hermano Franco, hoy en Alemania.

Por JAVIER RUBINSTEIN
Director de El Deportivo Magazine y El Deportivo Web

Yo le pongo garra, pero el bueno es mi hermano, Bruno, ¡él sí que juega bien! Sabe con la pelota, ya lo van a ver…”, afirmaba Franco Zuculini cuando surgió como una revelación en la primera división de Racing, allá por abril de 2008, mientras la Academia peleaba para zafar de la Promoción. Poco se sabía de su hermano, apenas si la gente empezaba a conocerlo a él, el pibe que trababa con la cabeza y corría a todos los rivales como endemoniado.

Pero todo llega, dicen, y el momento de Bruno llegó este verano, en Salta. Le tocó debutar ante Independiente -nada menos-, en un partido del triangular que sirvió como preparación para el actual Clausura. El DT Claudio Vivas lo llevó a la pretemporada y “lo mandó” a la cancha, con 16 años.

Poco después, el sábado 13 de febrero, entró como titular ante Gimnasia y Esgrima de La Plata, en lo que fue el debut oficial del escobarense, que juega con la camiseta número 36, la que dejó libre su hermano mayor en junio del año pasado, cuando se fue a Alemania.

“En 2009 pasé a 7º división y jugué nada más que cuatro partidos. (Juan) Barbas me llamó para integrar el selectivo, jugamos contra la primera y de ahí ya me llamaron para la reserva. Vivas trabajó con los chicos de inferiores la última semana de diciembre y me citó. No esperaba todo esto”, afirma Bruno cuando le toca hablar acerca de su presentación en el fútbol grande.

En La Plata estrelló un remate en el poste izquierdo del arco defendido por el experimentado “Gato” Sessa, en lo que hubiera sido un hecho estadístico pocas veces dado, debut y gol en un mismo encuentro. “Creo que hubo un rebote y yo me quedé con la pelota, miré a los costados y como no tenía a nadie decidí pegarle, porque si la perdía se venía el contragolpe y me iban a matar. Casi entra”, recuerda.

Pero el gol no se dio, Racing cayó 1 a 0 y la comisión directiva decidió despedir a Vivas. Ahí Bruno se empezó a dar cuenta lo duro que es el fútbol argentino y que no todas son rosas: “No sé si era para echarlo. Hizo un gran trabajo, siempre nos dio confianza y nos habló mucho. La despedida fue emotiva, nos saludó a todos uno por uno y nos deseó suerte”. Esa misma semana asumió Miguel Angel Russo y en su primer partido como entrenador llevó a Bruno al banco de suplentes, ante San Lorenzo.

La camiseta del debut ante Gimnasia se la regaló a papá Marcelo, el que siempre “bancó” a los chicos para que hicieran lo que más les gusta: jugar a la pelota, primero en Escobar y después en Racing, donde ambos entraron bien de chiquitos. Esa casaca albiceleste se mandará a enmarcar y la colgarán al lado de la de Franco, en la pared del quincho de la casa de los Zuculini, en Belén de Escobar. Una casa que transpira fútbol, que sabe de mil anécdotas, tristezas y alegrías. La historia de los hermanos se repite. Cualquier coincidencia con la vida real (y futbolística) no es pura coincidencia…

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