La inversión privada en el sector inmobiliario está transformando a pasos agigantados la fisonomía urbana de Belén de Escobar. ¿Cuál será la imagen final? “Todavía estamos a tiempo de no ser lo peor del Conurbano”, advierte el arquitecto Gustavo Darrigo, entrevistado por DIA 32.

Se puede estar a favor o en contra de ellas Pueden gustar o desagradar. Ser vistas como un símbolo de progreso o de más polución. Tomarlas como nuevos atractivos edilicios o como un mazazo a la identidad paisajística. También es dable temer que hagan colapsar los servicios sanitarios, ya deficientes, o confiar en que no será para tanto. Lo único que no se puede es sentir indiferencia, desinterés, ante el fenomenal cambio que la ciudad está atravesando a partir de la construcción de edificios en altura. Belén de Escobar no se parece a lo que era, le dijo chau a la vida de pueblo, aunque su etapa de mayor transformación recién está dando los primeros pasos. ¿Hacia dónde lleva este nuevo camino? Esa es la cuestión. Y cambiar, ya se sabe, solo ocasionalmente es sinónimo de mejorar.

“Mi máximo temor urbano es ser como Pilar, sería lo peor que nos podría pasar a los vecinos de Escobar. En Pilar el tránsito no es tan conflictivo, pero se transformó en un casco urbano horrible, porque los centros de consumo se instalaron en otros lados. Estos nuevos emprendimientos en los terrenos bajos de Escobar, donde se va a acomodar el poder adquisitivo más alto, también van a tener sus centros de consumo alternativos Por eso tenemos que ver lo que pasó en Pilar, para no hacerlo”.

La preocupación, o el “temor” -según sus palabras-, del arquitecto Gustavo Darrigo tienen fundamento y no es de su exclusividad. Quien haya visto la evolución del ex municipio tutor de Escobar en las dos últimas décadas puede apreciar a simple vista el deterioro de su casco céntrico, en contraposición con el esplendor de sus afueras, pobladas de fastuosos barrios privados, establecimientos gastronómicos, hipermercados, salas de cine, bingo y otras propuestas comerciales y recreativas de inversores privados.

¿No estamos yendo, quizás lentamente, en la misma dirección?, le preguntó DIA 32.

Aunque Pilar tuvo una dinámica exagerada, porque hubo años en los que fue el municipio que más creció en el mundo, corremos el riesgo de ir hacia lo mismo. Todavía podemos elegir en transformarnos en lo peor del Conurbano bonaerense o en una ciudad vivíble lo más dignamente posible Si nos apuramos a tomar ciertas decisiones, podemos enfilar mal el barco y terminar siendo lo peor del Conurbano.

Al momento de comparar el Escobar actual y el de antes, Darrigo se encuentra parado en la línea del tiempo ante tantas certezas como contradicciones y dudas. “Me pasa que quiero al pueblo de cuando yo era chico, pero entiendo que es imposible conservarlo por la situación geográfica en la que estamos», reflexiona. Y se explaya: “Es una lástima, porque crecer armoniosamente se podría, pero se necesita aunar muchas voluntades y en esta sociedad es muy complicado. En estas regiones el crecimiento siempre es así, conflictivo, genera choques de intereses y de expectativas. Obviamente, la expectativa de la comuna rural, del Pueblito feliz, ya está, fue”.

De horizontal a vertical

Por su profesión, el tema de las torres no le es nada ajeno a Darrigo. De hecho, es suya la autoría arquitectónica de “Altos de Tarragona”, el imponente edificio de doce pisos de la calle Spadaccini, a dos cuadras de la terminal.

“Las torres son un negocio inmobiliario que se da porque del otro lado hay una necesidad, la gente que busca una vivienda céntrica en Escobar. Por el tamaño de los lotes no se pueden hacer condominios, entonces lo más barato es hacer viviendas multifamiliares en altura”, explica sobre la raíz del fenómeno edificio que atraviesa la ciudad.

¿Usted cree que las torres son la mejor respuesta posible a la demanda habitacional que hay en Escobar?

La torre, en sí misma, no es ni buena ni mala. Depende de su contexto urbano. Dada la poca infraestructura urbana que hay, Escobar necesita densificar el centro para usar más democrática y racional mente esa infraestructura Las tones desentonan con el paisaje urbano de la ciudad porque su traza no está preparada para recibirlas. La convivencia de una torre con una casa es mala para la casa, pero así pasa en todo el mundo. Toda ciudad que crece, crece a los ponchazos. Muy pocas en el mundo crecen planificadas, menos en el mundo de las economías emergentes. Y Escobar también está creciendo a los ponchazos. Es distinto cuando se planifica un lugar para que se hagan torres, por ejemplo Puerto Madero u otros lugares de Capital donde la trama fue armada para que haya un determinado tipo de arquitectura, como Diagonal Norte, avenida de Mayo o Libertador, donde hay homogeneidad, cierta armonía y equilibrio. Cuando esa experiencia urbana se traslada a un lugar que no está preparado, como Escobar, empiezan los descalabros.

Al margen de los aspectos estéticos, la preocupación principal en la calle es qué va a pasar con los servicios, particularmente de agua corriente y cloacas.

Eso no me preocupa, porque si la infraestructura no da abasto, se acomodará para que dé abasto. Escobar tiene una planta de tratamiento de líquidos cloacales para una cantidad de personas que falta mucho para superar, siempre y cuando se hagan las obras de mantenimiento. En cuanto al agua, haya torres o no, los caños de la red hay que modernizarlos porque ya son viejos. Si anduvieran todas las bombas, no tendríamos problemas en el suministro de agua. Lo que pasa es que si prenden todas las bombas se revientan las cañerías. Como no hay inversión, y hay una sola cuadrilla para hacer todas las reparaciones, no va a funcionar nunca. Pero no es un problema de las torres ni de la densidad, si no de que no hay mantenimiento ni perspectivas de que se hagan nuevas infraestructuras. Ahora, siempre nos concentramos en ver qué pasa en Belén por las torrres, pero es mucho más grave lo que pasa en lugares como Garín, con 100 mil personas viviendo sin agua corriente ni cloacas. Uno es un privilegiado de poder preocuparse por esto. A lo que voy es a que si los servicios se dejan abandonados, no van a funcionar ni con torres ni sin torres.

¿O sea que las torres no deberían representar un nuevo problema para Escobar sino que, en todo caso, podrían acentuar los ya existentes?

No. también generan problemas nuevos, pero que tienen más que ver con lo cultural. Nosotros estamos acostumbrados a una ciudad a la que la llegada de las torres la perturba, porque es un elemento extraño a nuestra cultura. Pero cuando se hizo la autopista que partió al medio a Escobar también fue un elemento perturbador. Siempre el desarrollo, que no necesariamente es progreso, perturba la vida cotidiana. Ahora, no vaya a ser cosa que el día que andemos contentos por las calles porque no hay tránsito empiecen a bajar las persianas de los negocios y no se puedan pagar los alquileres que hoy se pagan. Por eso, cuando nos quejamos tenemos que estar atentos a que las cosas que nos molestan, por otro lado, nos pueden beneficiar Tengamos cuidado cuando deseamos tanta tranquilidad, porque esa tranquilidad puede ser contradictoria con los intereses comerciales del centro de Escobar.

¿Está de acuerdo en que a esta altura Escobar debería haber atravesado por un proceso de participación de la comunidad donde se debata un proyecto de distrito que sintetice los intereses de la mayoría?

Sí, hay gente que está dispuesta a participar y a trabajar en comunidad que tiene voces interesantes, como “El Escobar que Queremos”. Si hubiera alguien que los escuche sería una experiencia interesante. Pero creo que es fundamental que el Municipio tenga una oficina de planificación con profesionales que no estén resolviendo un expediente sino adelantándose a los problemas, ya que la problemática de Escobar es muy compleja. Nosotros, geográficamente, estamos en el ojo del huracán, todas las inversiones que se manejan están pasando por Escobar. Todo eso supera al Municipio y me parece que tenemos que prepararnos para dar una respuesta. Ante el avasallamiento del desarrollo inmobiliario en la zona, las torres pasan a ser un problema súper secundario.

“De la cucha a Tarragona”

Gustavo Darrigo se recibió de arquitecto en la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde también ejerció la docencia. Tiene 43 años y nació en Belén de Escobar. Fue el primer presidente de la Asociación de Arquitectos del distrito. Desde ahí, en 2006, organizó y convocó al encuentro “¿Qué Escobar Queremos?”, del que terminó surgiendo la red de asociaciones actual “El Escobar que Queremos”. En el plano profesional, resume sus antecedentes con una frase distendida y jocosa: “Hice muchas cosas, desde la cucha del perro hasta Altos de Tarragona”.

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