En 1996 abrió una guardería para cuidar a los chicos mientras sus padres trabajaban. Hoy, el lugar cubre otras necesidades del barrio Acceso Norte y él está por viajar a Alemania para transmitir sus experiencias.

Por GUSTAVO CEJAS
gcejas@dia32.com.ar

Desde una cotidiana militancia, muchas veces silenciosa y generalmente sacrificada, hay personas que dedican su tiempo, y su vida, a la ayuda de los demás. Impulsadas por una sensible y activa conciencia de la solidaridad, salen en auxilio de quienes más necesitan, sin dejarse vencer por la adversidad y sintiendo al dar tanta satisfacción como la de quien recibe. Son la fuerza del voluntariado, esa que llega a los lugares donde el Estado está ausente, tratando de compensar, en alguna medida, los desequilibrios de balanza de la igualdad social.

Entre los varios actores locales de ese campo, Humberto Delmagro es una de las caras más conocidas y con mayor trayectoria. “Cuando sea grande voy a ayudar”, se juró desde pequeño. Y cumplió. Sus primeros pasos los dio en la Pastoral Juvenil, de la que fue echado por las autoridades por un exceso de protagonismo. “La gente nos buscaba para hacer las obras de caridad y eso molestó”, señala.

De la mano de la música tuvo la oportunidad de recorrer el continente y conocer que las necesidades no tienen fronteras. Se mantuvo durante quince años haciendo voluntariado “por techo y comida”, la mayoría de las veces en iglesias y otras en organizaciones no gubernamentales (ONGs).

De tanto andar ayudando, una organización de Brasil se fijó en él por su “capacidad para captar recursos”. Entonces le ofrecieron trabajar como enviado para abrir nuevas sucursales. A cambio, pidió poder finalizar sus estudios de asistente social.

Ya en los ’90, de vuelta en el país y con algo más de experiencia, decidió encarar un nuevo proyecto, esta vez para ayudar a sus vecinos del barrio Acceso Norte, en su Garín natal. Su madre, que tanto lo había extrañado durante aquellos años de ausencia, le dio el terreno de la calle Del Trabajo 1042 donde el 26 de agosto de 1996 empezó a funcionar la guardería Luz, Esperanza y Pureza (LEP).

El nombre, por supuesto, tiene sus motivos. “Eso es lo que significa un niño para nosotros: es la luz cuando entra en una casa, es la esperanza de su familia y es lo más puro de la Tierra. Por eso la llamamos así”, explica Delmagro.

Los comienzos no fueron nada fáciles. “Al llegar al barrio encontré una comunidad destruida, con poco interés por parte de los vecinos. Algunos me decían que estaba loco, que nadie iba a ayudar”, recuerda. Pero con donaciones de amigos y empresas que él mismo contactaba logró que el hogar se mantuviera en pie.

Los años de la crisis

En 2001, mientras el modelo económico del país se profundizaba en la exclusión, fue el boom de las asambleas barriales, las organizaciones vecinales y la aparición de las ONGs. En ese panorama, LEP tenía una amplia ventaja sobre las demás: Llevaba varios años trabajando. “La gente comenzó a darse cuenta de que éramos todos iguales -señala Delmagro-, nadie tenía nada. Algunos tenían su dinero en los bancos y los demás ya venían arrastrando la carencia de muchas cosas”.

Por aquellos años de trueque y piquete, la CNN realizó un informe mostrando dos caras distintas de los reclamos argentinos: por un lado, los cortes de rutas de algunos líderes; por el otro, el pedido con compromiso y solidaridad de organizaciones como LEP. “La diferencia era que nosotros pedíamos concientización. Ellos conseguían lo que buscaban. Y nosotros también, pero además capacitábamos a la gente”.

La etapa del crecimiento

Con el correr de los años, apoyados en una sólida perseverancia, la función social de la guardería se extendió más allá del cuidado y la alimentación de los chicos, ya sea brindando asistencia médica o generando talles de capacitación en oficios para la gente del barrio. En la actualidad, el lugar cuenta también con una biblioteca y presta servicios de bolsa de trabajo y apoyo escolar.

Por estos días, varios jóvenes europeos que están haciendo voluntariado a través de la asociación INVIA acompañan la labor diaria de LEP, donde aprenden de qué manera se trabaja en los países de economías emergentes.

Este intercambio le permitirá a Humberto Delmagro viajar en junio a Alemania y visitar doce ciudades, a través de la asociación con la que trabajan. Uno de los principales objetivos de la recorrida será mostrarle a las autoridades europeas que el voluntariado es un arma fundamental para el mundo que viene.

Una vida de película

Durante los últimos días, los pasos de Humberto Delmagro fueron seguidos por una cámara con la que un joven voluntario del exterior está filmando y compilando escenas para un documental sobre Luz, Esperanza y Pureza.

El cortometraje mostrará las tareas que diariamente realiza Delmagro, desde ir a buscar el pan hasta la administración de la entidad. También se verán los trabajos que se hacen para recaudar fondos y los talleres que funcionan en la ONG.

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