Atravesado por problemas personales, un vecino de Lambertuchi decidió sacarle una sonrisa a los chicos más humildes calzándose el traje del mítico personaje navideño y llevándoles regalos.

Por DAMIAN FERNANDEZ
dfernandez@dia32.com.ar

No vive en el Polo Norte ni viaja en un trineo mágico volador tirado por nueve renos, como cuenta la leyenda. Tampoco entra a las casas por una chimenea ni posee un telescopio capaz de observar a todos los niños del mundo. Pero sí tiene algo en común con Nicolás de Bari, el obispo griego que dio origen en la Edad Moderna al mito de Santa Claus, y que va más allá de lo meramente comercial: la solidaridad y el amor por el prójimo. Papá Noel en Escobar existe y se llama Diego Seoane.

Aunque admite que siempre le encantó “la parte social”, fueron un par de infortunios familiares los que estimularon a este hombre de 38 años a calzarse el famoso traje rojo, las botas negras y una tupida barba blanca en la Nochebuena de 2008. Por un lado, la complicada llegada de su hija Fiorella, en 2004, quien nació ochomesina y con un peligroso retraso madurativo motor. Por el otro, el cáncer que comenzaría a afectar a su esposa cuatro años después.

“Estábamos todos medio tristes, se venían las fiestas y había que hacer algo para levantar. Es así que decidí disfrazarme de Papá Noel, con la idea de participar del acto de fin de año del Colegio Sarmiento. Después, me dije que tenía que ir al hospital Erill y llevarles regalos a los chicos que están internados, porque, ¿quién va a verlos el 24 a la noche? Yo sí”, explica Seoane a DIA 32 sobre el nacimiento del San Nicolás escobarense.

Sin querer, la semilla fue creciendo a la par de las mejorías en la salud de sus amores y el boca en boca empezó a llevarlo con su saco lleno de juguetes por distintas casas y comedores del distrito con un solo objetivo: alegrarle el día a los pequeños más necesitados. “Verle la cara de felicidad a los chicos no tiene precio. Una vez que empezás con esto no lo podés dejar de hacer, no se puede explicar, es un vicio. Papá Noel tiene que salir sí o sí. Si tengo que vender algo para hacerlo, lo hago”, expresa, tan orgulloso como agradecido, el vecino de Lambertuchi.

Si bien muchos políticos ya se han acercado “para querer sacarse la foto”, afirma que para cumplir con su cruzada solidaria no le pide “nada a nadie”. Los entre treinta y cuarenta obsequios “de primera calidad” que reparte en cada víspera de Navidad, principalmente en el Erill, son costeados por él mismo.

“Los juguetes siempre salieron de mi bolsillo y de la mutual de Volkswagen, porque yo trabajo ahí y me hacen un precio especial porque acompañan mi proyecto”, comenta, a la vez que muestra una repisa con juegos de mesa prestos a ser entregados.

“En el baúl del auto llevo tres bolsas grandes llenas. Siempre tengo que tener de más porque cuando salgo del hospital o una casa, como ya me ha pasado, se me acercan un montón de chicos a pedirme y algo les tengo que dar”, cuenta, rodeado de los afectos que lo impulsaron a comenzar una iniciativa por la cual ya es reconocido hasta por la empresa Toyota, que le entrega juguetes para repartir en el comedor “Los Peques” de Loma Verde.

Esta Nochebuena, además de ir como todos los años al tercer piso del nosocomio local, donde funcionan las áreas de Neonatología, Pediatría e Internación, Seoane tiene nuevos planes. “Fiorella quiere que vaya a su escuela, Raíces y Alas. Voy a ir a una casa de Maschwitz donde los chicos perdieron a la madre. Y también quiero visitar el hogar de ancianas “Eva Perón”, porque algunas abuelas se quedan solas y ellas se ponen contentas con la llegada de Papá Noel, como todos nosotros”, apunta.

“Quiero que llegue el día. Después de lo que yo pasé, te cambia la forma de pensar y te das cuenta de que la forma de vivir tiene que ser otra. Hay que dar gracias por un montón de cosas y yo las doy de esta forma”, concluye quien es feliz sacándole una sonrisa al futuro. En Escobar, Papá Noel no es mito, existe.

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