Las llamas queman todo lo malo y alumbran el alma de las personas, según la tradición de la Fogata de San Juan. Una celebración ancestral con orígenes paganos que por tercer año consecutivo se realizó en Maschwitz.

Por FLORENCIA ALVAREZ
falvarez@dia32.com.ar

Corría el último sábado de junio y algo en el ambiente indicaba que no era una tarde cualquiera en Ingeniero Maschwitz. Los desprevenidos que cerca de las cinco paseaban por los comercios de la calle Mendoza, como tantos otros fines de semana, se encontraron con un gigantesco muñeco de paja y madera que, montado sobre un carromato, se estaba preparando para salir en procesión.

Mucha gente, que sí estaba al tanto de lo que iba a ocurrir, se había congregado a su alrededor dispuesta a vivir una fiesta. Grandes y chicos, muchos con sus caras pintadas de colores y figuras de cartón sostenidas por un palo de escoba, bailaban y aplaudían como para darle ánimos al “Ninot” -muñeco, en catalán-, que pronto sería quemado en una imponente hoguera.

Arrastrado por cuatro personas, el muñeco comenzó su marcha por la calle Mendoza. Pero no sólo estaba acompañado por la gente sino también por un grupo de jóvenes sobre zancos y otro de percusionistas que agregaba a la escena un poco más de misticismo con sus toques peruanos y afros relacionados a la adoración del Sol.

Todos acompañaron con alegría la procesión, que siguió por El Dorado hasta llegar al estacionamiento del parque que está a metros de la estación. Los que sabían que pronto se daría comienzo a la fogata de San Juan y los que se enteraron esa misma tarde.

Un rito ancestral

La noche de San Juan forma parte del calendario festivo católico, pero sus raíces se encuentran en rituales paganos mucho más arcaicos que se celebraban durante el solsticio de verano. En el hemisferio norte, al mediodía del 21 de junio, el Sol alcanza el punto más alto en el cielo, y la jornada se convierte en la más larga del año. A partir de entonces los días se van acortando. Todo lo contrario a lo que sucede de este lado del mundo.

En la Antigüedad los hombres temían que el Sol se fuera ocultando paulatinamente y jamás recuperara su máximo esplendor. Es por eso que para asegurar su regreso con la misma fuerza que el verano anterior, así como para propiciar la fertilidad de la tierra y la abundancia de las cosechas, realizaban rituales con el fuego como protagonista para simbolizar al Sol.

Las ceremonias comenzaban el 20 de junio y finalizaban el 24, día del natalicio de San Juan Bautista -único santo al que se evoca en la fecha de su nacimiento y no de su muerte-, convirtiéndose así en una fiesta que se confunde entre lo cristiano y lo pagano.

En los antiguos mitos griegos a los solsticios se les llamaba “puertas”. La “puerta de los hombres” correspondía al solsticio de verano (del 21 al 22 de junio) a diferencia de “la puerta de los dioses” del solsticio de invierno (del 21 al 22 de diciembre). Ambas noches, las del comienzo del verano e invierno, están sacralizadas desde tiempos inmemoriales, ya que en ellas se celebra el nacimiento y la muerte del Sol.

Según el lugar del planeta donde se lleve a cabo la festividad, los métodos de adoración al astro rey varían de mil maneras distintas. Sin embargo, en todas las formas de celebración está involucrado el fuego. Los druidas celtas, por ejemplo, encendían grandes fogatas por las que hacían pasar al ganado para preservarlo de las epidemias. Hay lugares donde hasta pisan brasas con los pies descalzos, otros donde se queman muebles y ropa vieja.

Pero lo más tradicional pasa por encender fuegos frente a las puertas de las casas, en las plazas de los pueblos, en montañas o junto al mar. El ritual de protección más extendido a lo largo y ancho del planeta es bailar y saltar alrededor de las llamas.

Los Cardales es la abanderada de estas celebraciones en la zona. Desde 1994 se realiza todos los años, con grandes espectáculos que duran el día entero.

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Tercera edición

Esta fiesta se realiza en Maschwitz desde hace tres años, cada vez con más público ansioso por participar de un rito que tiene que ver con el arte. Así lo explica el organizador del evento, Guillermo Olivera, quien pertenece a Arde Juan, un grupo compuesto por profesionales relacionados al arte. “Nuestra fogata es auténtica, no es una copia de ninguna otra fiesta. De hecho, es totalmente distinta a la que se realiza en Cardales desde ya hace muchos años con otras características. Nuestra idea es reunir a las familias y a los amigos a través de una propuesta artística, que nos permita expresarnos libre y festivamente”.

El proyecto es considerado de arte público, reuniendo artistas que aúnan su creatividad y esfuerzo brindando a la sociedad una manera de hacer y pensar la cultura contemporánea. “Estamos recuperando esta tradición absolutamente resignificada a los tiempos contemporáneos, manteniendo el simbolismo de desprenderse de los viejos pesares que nos acechan para dejar entrar cosas nuevas a nuestras vidas”, agrega Olivera, quien es cordobés, vive en Maschwitz hace cuatro años y se dedica a la arquitectura.

Momento mágico

Cuando la procesión llegó al lugar de la fogata, un letrero colocado a la entrada del estacionamiento lo explicaba sencillamente. “Vamos a iluminar nuestros corazones en la larga noche de San Juan”. Grandes cantidades de pallets de madera, yuyos, ramas y troncos secos estaban preparados para comenzar a arder. El Ninot ubicado en el centro y el público formando un gran círculo a su alrededor. Pero el fuego se hizo esperar.

En la previa, unos malabaristas mostraron sus destrezas con bolas de fuego, mientras que los percusionistas, dirigidos por el maestro Franco Carzeda, elevaban el sonido de sus tambores generando más y más expectativa. Muchos ya habían preparado sus “Juanitos”, unos pequeños amuletos que al ser arrojados a las llamas junto al muñeco -considerado transmisor del deseo- llevan hasta el cielo los anhelos de las personas.

Cuando cayó la tarde, la fogata se encendió. El calor de las llamas era cada vez más intenso. La multitud debió agrandar el círculo para contemplar el fuego desde unos pasos más atrás, desde donde el espectáculo era más impactante aún. Y no quedaron dudas, el poder de esas lenguas ardientes tan poderosas, que parecían querer alcanzar la noche, se estaba llevando todo lo viejo y purificando el alma de quienes se conectaron con el ritual.

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En Matheu también

Con motivo de las fiestas patronales, la celebración de San Juan Bautista en Matheu incluyó este año la tradicional fogata, aunque sin procesión ni percusiones. Una versión más simple fue la que se realizó el domingo 24 en la plaza de la estación, pero que igualmente convocó a muchos vecinos, algunos de los cuales prepararon sus muñecos para lanzarlos a la hoguera.

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