Alejandro Schilling vivió en enero una experiencia llena de vértigo, angustia y desesperación. Fue copiloto en el Rally Dakar, estuvo en el desierto sanjuanino con más de 60 grados, sin una gota de agua y con el vehículo inutilizable. “Fue algo inolvidable”, cuenta.

Por JAVIER RUBINSTEIN
Director de El Deportivo Magazine y El Deportivo Web

Por varios días, Alejandro Schilling se olvidó del torno y los arreglos dentales para calzarse el buzo antiflama, subirse a la Toyota Hilux de Roberto Naivirt y ser su navegante en el Dakar 2015. Cumpliendo su sueño, el odontólogo se convirtió en copiloto y fue parte de la prueba de automovilismo más dura del mundo, desde Argentina hasta Chile.

En su casa del barrio El Cazador, en Belén de Escobar, Schilling recibió a DIA 32 y compartió cada detalle de su cinematográfica y atribulada aventura, que duró dos días pero alcanzó una intensidad extrema.

Fanáticos del Dakar

La historia del escobarense en el Dakar se inició hace unos años, cuando la carrera empezó a realizarse en Argentina. Fue colaborador, haciendo las veces de chofer, trabajando en marketing y hasta de traductor. La idea era estar cerca de los pilotos y los autos, su gran pasión.

En 2011, en un evento hípico en Del Viso donde participaba su hija, Schilling vio una camioneta con las calcos oficiales del Dakar y se acercó al dueño. “Nos pusimos a hablar, después nos llamamos por teléfono y nos volvimos a ver en el rally 2012, donde él abandonó en Perú”.

La persona en cuestión era Naivirt, el piloto de Del Viso con quien terminó corriendo en esta última edición. Era la quinta vez para el conductor del partido de Pilar y la primera para el escobarense.

Antes del Dakar, la dupla hizo su estreno en el Desafío Guaraní, a mediados de 2014. “Nos llevábamos bien como amigos, pero nunca habíamos estado juntos arriba de un vehículo. Terminamos ganando la categoría y quedamos cuartos en la general, con la misma camioneta del Dakar. Nos sentimos muy cómodos”, cuenta sobre el funcionamiento del binomio.

Problemas y más problemas

El primer día de competencia en el rally 2015 fue positivo para el “Del Viso Dakar Team”. Habían concluido la etapa en 105 minutos y fueron 91º en la clasificación general. Pero la segunda jornada fue fatídica: todo marchaba bien, hasta que las cubiertas empezaron a romperse.

“Primero tuvimos problemas con el filtro de gasoil. Arreglamos eso y llegamos a estar en el puesto 86, pasando muchos autos. Cuando entramos al fesh fesh (camino desértico de arena y tierra) rompimos dos gomas, las cambiamos y nos quedaba una sola de auxilio. A los 800 metros se rompe otra y a los 2 kilómetros se daña otra vez la delantera derecha. Ya no teníamos más recambio. Yo bajaba cada cinco minutos e inflaba las ruedas, las rotábamos. Así hicimos varios kilómetros, con una temperatura de 65 grados”, narra el automovilista, recordando con precisión cada instante de su raid en la arena.

Un piloto que pasó los ayudó dándoles otra goma de repuesto, pero con un desplazamiento distinto de la llanta. Suplementaron los bulones con dos tuercas y siguieron avanzando. Después, en plena subida de un médano se paró el motor de la camioneta. No tenía más combustible. “Ya está, dijimos. Me fui a la punta del médano a ver si podía agarrar señal para avisar y cuando volví Roberto la había hecho arrancar. Había sacado del fondo del tanque como 15 litros de gasoil con el chupador. Pero con la mala suerte que mientras maniobraba chocó un arbusto y rompimos un semieje”.

Agua, por favor…

Con un calor sofocante, la dupla no tenía una sola gota de agua para hidratarse. Ya habían pasado 24 horas desde que salieron de Carlos Paz, los 18 litros que llevaban habían desparecido y la sed era insoportable. Ante la desesperación, Naivirt orinó en una botella y se mojó lo labios con su propia secreción. “No es que la tomó, como dijeron, se magnificó un poco el asunto”, aclara su navegante, dado que la noticia fue publicada en varios medios nacionales.

Después de casi dos horas de estar reparando el vehículo los divisó un helicóptero de la organización y les tiró un pack de agua, los 30 metros de altura fueron demasiado para la resistencia de las botellas y solo cuatro quedaron sin romperse. “Era desesperante. Tratamos de tomar cada resto que quedaba y refrescarnos. Así pudimos seguir andando casi una hora más”.

En otra trepada de un médano se cortaron los bulones de la llanta suplementada y la camioneta quedó con la masa clavada en la arena. Ya era el horario límite para llegar y les faltaban 12 kilómetros. “Ahí nos dimos cuenta de que habíamos perdido la carrera. Ese momento fue en el que más calor sufrí, ya tenía calambres”.

Sin fuerzas y extenuados, los pilotos trataron de dormitar dentro de la camioneta -el único lugar donde no daba el sol tan directo- hasta que al despertar vieron a los médicos que fueron a rescatarlos. “Llevaban doce horas patrullando el desierto y casi no tenían más agua, nos dieron una botellita a cada uno. Nos sugirieron que nos rescate un helicóptero, aceptamos y nos encontramos con nuestro equipo de asistencia en San Juan”. Ese fue el final de la odisea.

Más tarde volvieron por la camioneta, con los repuestos y neumáticos nuevos. Pero para ellos el Dakar ya había terminado.

“La experiencia fue corta pero inolvidable. Si bien volvimos con una sensación amarga, no me arrepiento, para nada. Queremos volver en 2016, siempre y cuando nos apoyen los sponsors”, afirma Schilling, con ganas de revancha. Por lo pronto, la dupla volverá a competir en mayo, en el Desafío de la Ruta 40.

Después de lo que pasó, poco le importan los obstáculos que se le pueden llegar a presentar. Claro, sobre pasiones hay poco que entender, solamente dejarse llevar…

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