Paula Lemos fue designada por la ONG Mensajeros de la Paz para participar de una audiencia con el Papa Francisco. De regreso de la Santa Sede, la Reina del Capullo de 1994 le contó la experiencia de su viaje a DIA 32.

Por FLORENCIA ALVAREZ
falvarez@dia32.com.ar

Al padre Ángel García Rodríguez, que tenía una alegría desbordante, no le importó que acá fueran las 4 de la mañana. En España ya estaba comenzando el día y el fundador de Mensajeros de la Paz tenía que transmitir la noticia rápidamente. Así que llamó a un representante de la ONG en Argentina y le contó que había conseguido una audiencia papal. Quería que lo acompañara una de las abuelas que habitan en los hogares de ancianos que tienen en el país y alguien en representación de la sede local. Faltaba menos de una semana para el viaje, así que había que actuar rápido.

Decidir quién sería la abuela que iría hasta el Vaticano para ser recibida por el papa Francisco no generó vacilaciones: Amalia Luna (73) lleva 15 años viviendo en el hogar San José, siempre se ocupa de la preparación de las misas, es muy católica y vive la fe muy de cerca, por lo que nadie dudó que la enviada sería ella.

Los otros elegidos fueron Pablo Rey, contador de la ONG a nivel nacional, y Paula Lemos (23), quien pertenece al sector de relaciones institucionales y coordina un programa de voluntariado internacional para que jóvenes de entre 18 y 30 años, de distintos países, vengan a realizar prácticas en Argentina.

Pasado escobarense

Paula vivió de chica en Campana, aunque por el trabajo de su padre también residió algunos años en Venezuela y en Italia. Toda la familia de su madre es de Belén de Escobar, por lo tanto tiene una relación muy cercana con la ciudad de la flor. De hecho, en 1994, cuando tenía 5 años, fue Reina del Capullo. “Aún recuerdo las emociones y el momento de la elección. Estaba toda mi familia en la tribuna y cuando me nombraron yo escuchaba los gritos”, rememora.

También se acuerda que durante su reinado realizó un sinfín de actividades y de viajes, notas con canales de televisión y hasta estuvo con Mirta Legrand. “Es algo que no te olvidás nunca. De hecho, sigo en contacto con la Fiesta de la Flor. Siempre me llaman para participar en algo, como ser jurado, y me hago un hueco para ir”.

La vida siguió, los años en el exterior, y de vuelta a Argentina comenzó a estudiar Administración de Empresas en la UCA, donde ya se recibió y ahora hace un posgrado en organizaciones sin fines de lucro.

Un viaje inesperado

Ella no se enteró enseguida de que iría a ver al Papa. Primero supo lo de Amalia y la acompañó a Ezeiza para que pudiera obtener su pasaporte express. Esa misma tarde le confirmaron el viaje a Paula, quien cerca de la medianoche volvió a correr al aeropuerto para sacar su pasaporte y poder subirse al avión el domingo 26 de mayo.

El aterrizaje en Madrid fue de madrugada. En la capital española estuvieron dos días acompañando al padre Ángel y conociendo cómo funciona Mensajeros de la Paz en ese país. “Después fuimos a Roma, nos hospedamos en la Casa de los Jesuitas, que está justo al lado del Vaticano. Lo primero que hicimos fue ir a la presentación de un libro sobre el Papa, escrito por un periodista español. La sentaron a Amalia en el medio de la presentación y ella empezó a hablar de Francisco y de cómo habíamos reaccionado en Argentina cuando nos enteramos de que el nuevo Papa era un argentino”, relata.

El miércoles 29, finalmente, llegó el día de la audiencia en el Vaticano. Una ceremonia que antes de la llegada de Francisco se hacía en el interior, pero debido a la cantidad de gente que ahora se acerca a ver al Papa debieron cambiar la costumbre y realizar las audiencias -que se hacen todos los miércoles- en la plaza San Pedro.

Allí caben 90 mil personas sentadas, que ingresan con entradas luego de tres o cuatro horas de cola. Cientos de miles quedan afuera de las vallas, ilusionados con ver al Papa aunque sea de muy lejos. Al lado del altar se forman unas especies de corralitos donde se ubican los invitados “VIP” y los que van a participar del besamanos, que significa la posibilidad de saludar al Papa, intercambiar unas palabras y sacarse una foto con él.

“Nosotros fuimos a la audiencia con una persona de Mensajeros que nos hizo entrar al Vaticano como si fuéramos súper importantes. La Guardia Suiza nos abría las puertas para que pasáramos. Nos hacían entran a todos lados sin problemas, sin hacer colas ni preguntarnos nada, hasta que nos ubicaron a menos de dos metros de dónde iba a estar Francisco. Con Amalia no lo podíamos creer. Nos mirábamos y nos guiñábamos el ojo, cómplices. Si para mí fue increíble, para ella más”, cuenta Paula con una sonrisa de oreja a oreja.

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¡Jorge, Jorge!

Tenían la confirmación de que dos personas de esa comitiva podrían acceder al besamanos: iría el padre Ángel con Amalia. Pero a último momento les avisaron que sólo podría ir el sacerdote. “Entonces yo dije, ‘tengo que hacer algo, a Amalia la trajimos hasta acá…’ Estábamos muy cerca de Francisco, la subí a una silla y le enrosqué al cuello una camiseta de San Lorenzo para que llamara la atención. Eso iba a ser mejor que hacer lo mismo que todos los demás, que gritaban: ‘Papa Francesco, Papa Francesco’. Yo me paré al lado de Amalia en otra silla y empecé a gritarle: ‘Jorge, Jorge’. Éramos impresentables”, cuenta sonriente Paula.

“Después le dimos la camiseta a una chica que estaba en el besamanos adelante nuestro para ver si la podía hacer firmar. El Papa agarró la camiseta, la estaba por firmar y la guardia se lo impidió. Yo le gritaba: ‘Jorge, Francesco, es para nosotros, de Argentina’. Él nos miró, nos saludó y nos hizo un gesto como diciendo… ‘no me dejan que la firme’. Amalia cruzó la mirada con él, y para ella fue como el momento más cercano a Dios que vivió en su vida”.

“Si bien no pudimos ni tocarlo ni sacarnos una foto, él nos vio, gracias a la camiseta… Según Amalia, hasta se sonrojó”.

El viaje siguió por unos días más, conocieron a la princesa de Asturias, Letizia Ortiz, y se enteraron de que Santa Marta, el lugar donde vive Jorge Bergoglio, se puso de moda entre los cardenales y ahora todos quieren ir a vivir ahí, cuando antes ni se les hubiera cruzado por la cabeza.

Pero más allá de la anécdota de la visita al Papa, Paula se trajo de vuelta su percepción, lo que habló con la gente y los comentarios de personas cercanas a Francisco. “Todo esto que nosotros vemos en la Argentina, de que viene un cambio en la Iglesia de la mano de él, pasa allá de la misma manera. No es una sensación nuestra porque el Papa es argentino. Con los que hablamos, españoles, italianos, gente de muchas partes del mundo, todos pronostican una verdadera revolución en la Iglesia”.

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