A mediados del siglo pasado, cuando Belén de Escobar era un pueblito donde todos se conocían y se vivía a un ritmo muy distinto al actual, hubo un médico al que todos acudían cuando tenían algún problema de salud. Y él, gustoso, los recibía. Se llamó Agustín Campiglia, un nombre que aún hoy suena actual porque quedó inmortalizado en la denominación del museo municipal. Un homenaje justo para un hombre servicial.
Nacido el 25 de noviembre de 1903 y descendiente de italianos, Agustín Campiglia siempre tuvo claro que quería ser médico. Por eso, una vez que terminó sus estudios secundarios se anotó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Ejerció como médico clínico en el Hospital Rawson, en Capital Federal, donde viajaba de lunes a viernes y trabajaba ad honorem. Se iba por la mañana y volvía después del mediodía, siempre en tren; dormía la siesta y después atendía en su consultorio particular. Pero también asistía a domicilio cuando se lo necesitaba, en ese Escobar donde había pocas calles de tierra y no era extraño verlo pasar en sulky.
Además, trataba a trabajadores de Ferrocarriles Argentinos, de SEGBA y de la Policía. “Si lo trasladáramos a la actualidad, hoy sería una mezcla de médico clínico y de familia, una especialidad medio dejada de lado. Era de los que atendía chicos, adultos, ancianos, iba a domicilio y lo hacía para dependencias del Estado”, le cuenta a DIA 32 su nieto, Gustavo Gashu (58).
Campiglia estaba casado con Livia Turilli, hermana mayor de cuatro hermanos. Ambos tuvieron una hija: Susana Anabel, que se casó con Ángel Gashu, descendiente de japoneses, y fueron padres de Gustavo, quien siguió la rama de su abuelo.
Gustavo Gashu es cardiólogo y médico de terapia intensiva en sanatorios de Capital Federal. En septiembre se retiró del Hospital Militar, con el grado de mayor médico, y actualmente está en el Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento (IADT).
“Todos coinciden en que el Rawson, donde trabajaba mi abuelo, quizá haya sido el hospital más grande y más formador de médicos en esa época. Fue una verdadera escuela, de ahí salieron los mejores médicos clínicos y cirujanos del país”, afirma, sobre el lugar donde Campiglia ejerció y donde más aprendió de esta profesión.
El doloroso adiós
El fallecimiento de Agustín Campiglia ocurrió el 5 de mayo de 1967, cuando tenía 63 años. Ese día, todo el pueblo estuvo de luto. Cientos de vecinos pasaron a despedirlo y las coronas de flores que eran enviadas como muestra de cariño terminaron exhibidas en la vereda de la esquina de Colón y Estrada, porque adentro ya no cabían. La familia había decidido que el velatorio se haga en su propia casa, donde tenía su consultorio.
“Me impresiona que tuvo un aneurisma de aorta abdominal con ruptura. Hasta el día de hoy eso tiene una mortalidad alta cuando se opera en agudos. Es una urgencia quirúrgica y en ese momento, sin las técnicas actuales y las terapias intensivas avanzadas que hay ahora, mi abuelo estaba condenado al fracaso”, señala Gashu.
Sin embargo, hasta horas antes de empezar a sentir los fuertes dolores abdominales provocados por ese aneurisma, el médico estuvo atendiendo en su consultorio, como cualquier día.
“Cuando muere yo tenía 3 años, así que no tengo un recuerdo fidedigno de él como abuelo. Me contaron que me llevaba a pasear en su Cadillac, un auto lujoso en esa época. También sé que tenía muy mal carácter, era un tano cabrón, malhumorado y de mucha personalidad”, confiesa su nieto.
Gashu mantiene la tradición familiar y aún vive en la pintoresca casa que fue propiedad de sus abuelos, quienes antes habían vivido en Estrada al 500, frente a la plaza San Martín, donde hoy está la inmobiliaria Larghi.
Un recuerdo eterno
Pocos llegaron a saber que Campiglia tenía el hobby de estudiar psiquiatría. En su casa había una buena cantidad de libros sobre esa disciplina y hasta una libreta de estudio, donde certificaba un curso que había realizado a nivel terciario. Y si bien nunca ejerció, estaba muy interesado en al ámbito psiquiátrico y el comportamiento de la psiquis.
“Muchas personas me decían durante mi juventud que mi abuelo atendía a sus familias, que iba a las casas a verlos, algo muy lindo”, recuerda Gashu, con un dejo de orgullo.
En septiembre de 1989, el Concejo Deliberante de Escobar aprobó por unanimidad un proyecto del entonces concejal José María Santroni que impulsaba la creación del museo municipal y la imposición del nombre de Agustín Campiglia, como forma de homenajear a alguien que hizo mucho por Escobar y su gente.
La obra recién se materializó ocho años después, durante la primera intendencia de Luis Patti, y se inauguró el 25 de Mayo de 1997 sobre la calle Mitre 787, en un inmueble perteneciente a la Sociedad Cosmopolita. Desde entonces, el entrañable médico ocupa un lugar de prestigio en la historia del pueblo al que tanto sirvió y quiso.