Descendiente de una familia dedicada a las danzas populares, Martín Almirón se dio el gusto de participar y lucirse en la competencia más importante del tradicional baile argentino. “Fue una experiencia muy bella”, afirmó tras su paso por el Luna Park.

Se podría decir que aprendió a bailar antes que a caminar. Es que Sergio Martín Almirón (28) creció rodeado de música, en el ambiente bohemio de una familia de artistas. Hijo de Osvaldo y María Inés -quienes desde hace más de cuarenta años dirigen el ballet Zapucay y la academia de danzas Marines, en Garín-, nunca pensó en otro camino más que en el del baile. A los 20 años se dedicó al folklore, pero luego comenzó a incursionar en otros estilos como la danza contemporánea, el jazz y el tango, donde decidió quedarse, al menos por ahora.

“Todos mis trabajos me fueron relacionando con el tango por la simple razón de que estamos en Argentina. Hace cuatro años que me dedico estrictamente a bailarlo y a entrenar este lenguaje, donde me sentí tan cómodo como en el folklore. Pude encontrar una pasión, claro que muy diferente a la que siento por el folklore, pero muy linda también”, le cuenta el artista a DIA 32.

Su compañera de pista es Giovanna Di Vincenzo, una italiana de Nápoles de 29 años a quien conoció en 2012 en un musical. Ambos son entrenados y dirigidos por Ignacio González Cano. En cuanto se enteraron del Mundial de Tango que se realizaba en Buenos aires, del 13 al 27 de agosto, decidieron que era hora de mostrarse y lucirse. Así, se inscribieron confiados en que al menos iban a llegar a las pistas del Luna Park, donde se disputó la final.

Por la edición 2013 del Mundial pasaron dos mil artistas buscando la misma suerte. Pero fueron Almirón y Di Vincenzo de las pocas parejas que lograron llegar. Pasaron por diferentes etapas y bailaron ante jurados distintos hasta que clasificaron primero para la semifinal, en la quedaron segundos entre 40 participantes, y luego a la final, donde obtuvieron el sexto puesto entre veinte parejas de Argentina, Paraguay, Rusia, Colombia, Chile e Italia.

“Fue una experiencia muy bella”, asegura Martín, quien a pesar de vivir en Capital desde hace dos años vuelve muy seguido a visitar a su familia y amigos. “Lo que más me gusta de Garín es que en tantos años de bailar allá conozco mucha gente y compañeros que ya no se dedican a esto. En el Mundial sentí que cada uno de ellos estuvo en mí, eso mismo me ayudó a no bailar para un jurado sino para un público de amigos, familiares y conocidos. Disfruté junto a los que me quieren”.

Sin embargo, esa no era la primera vez que el bailarín mostraba lo suyo en un escenario importante, ya que su talento lo ha provisto de una vasta experiencia que lo llevó a bailar alrededor del mundo en los mejores teatros nacionales y extranjeros, tales como el Cervantes, el Alvear y el Nacional de Panamá, entre otros.

También trabajó con coreógrafos de gran renombre, construyendo una excelente carrera con sus interpretaciones en obras tan prestigiosas como Azares del Quijote y Gardel, Evitango y Evita Vive. Además, durante todo octubre estará en el teatro Chateliet de París, haciendo un mes de temporada con el musical Chantecler. Un nuevo hijo dilecto de Garín.

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