Como dice la canción de Eladia Blázquez, “no es lo mismo que vivir, honrar la vida”. Frase emblemática que cabría perfectamente para narrar la historia de Ángel Gaytán, un escobarense de cuna que a los 90 años tiene la fuerza, energía y pasión que muchos quisieran sentir con bastantes décadas menos.
Para él, el tiempo pasa solo en su físico, porque mentalmente está más lúcido que cualquiera, tiene una memoria prodigiosa y una compañera de vida que es su bastón incondicional, a quien da y de quien recibe amor, atención y complicidad.
“Nací en pleno campo, mis padres (Luisa Bolzán y Beli Gaytán) se criaron a una cuadra de distancia, vivían muy cerca. A los 15 años ya me fui a trabajar con un tío. Repartíamos leche en San Andrés. Después entré al Ferrocarril, en Ballester, trabajé en una mueblería y a los 30 años mi hermano -Enrique- me anotó en Celulosa Argentina, en Zárate”, recuerda sobre su infancia y juventud.
Durante tres décadas viajó de Escobar a Zárate todos los días para trabajar en la fábrica de papeles, donde se jubiló a los 60 años.
Su vida en Jubelén
Desde hace ocho años, Ángel Gaytán preside el Centro de Jubilados Jubelén, institución a la que se incorporó en 1995. “Todo lo que hacemos, tratamos de hacerlo bien. Tenemos las instalaciones impecables, acá uno está de paso. No quiero que los que vengan después digan ‘mirá lo que hicieron los que estaban antes’”, le dice, convencido, a DIA 32.
El club de la avenida Güemes al 200 está en un gran momento. Actualmente tiene yoga, clases para ejercitar la memoria, tango, folclore, bailo terapia y estiramiento. Casi no quedan huecos libres en la agenda: el salón siempre está ocupado, con actividades para abuelos.
“Acá voy a estar hasta que Dios diga basta. Puede ser un año, dos o tres, no sé…”, confiesa, con una sonrisa pícara.
-¿Cuál es el secreto para tener 90 años y seguir así de activo y vital?
-Llevo una vida normal. Nunca fumé, no me alcoholicé, tengo una señora que me cuida (se emociona). Tomo varios remedios y ella me hace acordar de tomarlos.
-¿Estás bien de salud?
-Gracias a Dios, sí. Tengo un marcapasos, hace 13 años me sacaron un riñón porque tenía un quiste y no se podía operar, pero estoy bien. No hago nada, ni agarro una pala, porque me hace doler la cintura, pero la comisión es una maravilla, ellos hacen todo.
-¿Participás de alguna actividad en el club?
-Solamente en el baile. Llevo 75 años bailando, me tocó una compañera a la que le gusta tanto como a mí. Bailamos de todo, pero más me gusta el tango y el paso doble. A los 15 bailé mi primera pieza y me acuerdo con quien: Emilse Pissani, en Boca del Tigre.
-¿Jugás a algo?
-Sí, a las bochas. Estoy en un torneo de liga, somos 12 clubes y jugamos todos los miércoles, por tercetos. Me gusta jugar, me entretiene, jugué toda la vida. Gané campeonatos y fui medalla de oro.
-¿Qué hacés en tus tiempos libres?
-Me gustaba mucho jugar a las cartas, ahora está de moda el burako, con fichas de números, y lo jugamos con mi señora. Pero lo que más, más me gusta son las bochas y el baile. Antes bailaba todo, ahora cuatro o cinco piezas y me siento a descansar.
Seis décadas de matrimonio
Ángel Gaytán y María Rosa Blanco (79) cumplieron en octubre 60 años de casados. Estuvieron diez meses de novios y después pasaron por la Iglesia “A veces nos peleamos todos los días, pero cada vez nos queremos más. Somos unidos, nos cuidamos los dos”, asegura, mientras mira a su señora con ojos de enamorado. Ella ríe y agrega: “es que la pareja es 50 y 50, tiene que haber amor y compañerismo”.
Padres de dos hijos, Omar (58) y Mariela (52), son orgullosos abuelos de cuatro nietos, todos grandes, que estudian o trabajan. “No sé con cuál quedarme, son todos divinos, tengo una familia hermosa”, afirma.
Un día en la vida de Ángel y María no es muy distinto al de cualquier matrimonio, sea o no con tantos años de casados como ellos. “Llegamos a casa a las nueve de la noche, cenamos, miramos Los 8 escalones y nos acostamos cerca de las once y media, así todos los días. Yo me levanto a las 9, 10 de la mañana; mi señora más temprano, porque sale a hacer las compras”, cuenta Gaytán, con la amabilidad que lo caracteriza.
Todos los días a las cinco de la tarde ambos llegan a Jubelén, rigurosamente, como un trabajo. Asocian gente nueva, responden el teléfono y organizan viajes, entre otras tareas. “Para mí venir al club es una obligación, me gusta hacer las cosas bien. Llevo todo prolijo, los libros, las planillas de viaje”, acota, mientras muestra hojas escritas con una caligrafía excelente y una pulcritud asombrosa.
Longevos y felices
Los Gaytán son longevos por naturaleza. Los padres de Ángel fallecieron a los 88 y 92 años; él es el menor de los tres hermanos, después de Aída (95) y Enrique (93), a quienes ve con frecuencia. “Mi viejo falleció porque dejó la comisión directiva de Vallier, donde estuvo décadas, hasta fue portero. Ya era grande y se entregó solo”, cuenta, con melancolía.
De su padre heredó ser hincha de Huracán; a los 5 años fue a la cancha por primera vez. Es tan fuerte la pasión por el Globo que su hermano y sus hijos también son simpatizantes del club de Parque Patricios. “Miro fútbol de lo que sea, de la D, la C, no tengo problema, me gusta mirar”, sostiene.
“Hay que cuidarse. Muchos no llevan una vida normal, toman o fuman mucho. Eso es un veneno, es no quererse. Es tan linda la vida, tan linda”.
Cuenta que hay días que va caminando al centro de jubilados, que queda a unas diez cuadras de su casa, para evitar el tránsito: “Tengo el mismo auto desde 1993, lo mantengo bien, aunque a la ruta no salgo más. Me dicen que lo cambie, pero ¿para qué quiero otro auto?”.
Cuando se le pregunta por un consejo para vivir mucho y bien, no duda: “Hay que cuidarse. Muchos no llevan una vida normal, toman o fuman mucho. Acá hay algunos que vienen a jugar a las bochas y fuman entre los partidos, uno o dos paquetes de cigarrillos. Eso es veneno, es no quererse. Es tan linda la vida, tan linda… pero si no te cuidás, sonaste”, sentencia “Angelito”, alguien que sabe disfrutar el simple hecho de estar vivo.