El partido de Escobar está conformado por siete localidades y decenas, cientos de barrios, en constante cambio y desarrollo. Cada uno con sus particularidades. Uno de ellos, incipiente y con un perfil no tan conocido, es el Barrio de la Música, un lugar con características arquitectónicas, paisajísticas y filosóficas que le dan una impronta singular.
El barrio está en Belén de Escobar, a 800 metros de la avenida San Martín, a la altura de las calles Mosconi y Mermoz sur. También se encuentra próximo a las urbanizaciones privadas El Cantón y San Matías, en un entorno agreste donde sorprende la cantidad de nuevos loteos.
A unas pocas cuadras está la escuela Waldorf El Arcángel Gabriel. El mismo grupo de padres que lleva adelante la institución hizo el loteo y financió su construcción y ampliación con las tierras vendidas.
El Barrio de la Música surgió hace diez años y debe su nombre a una idea de los primeros pobladores, que designaron a sus calles honrando a grandes músicos populares del país: Jorge Cafrune, Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa y Jaime Dávalos.
Rasgos compartidos
El lugar mantiene sus calles de tierra y está rodeado por muchos terrenos inhabitados, con densa vegetación silvestre que aleja los ruidos y abona una atmósfera de naturaleza y quietud. No obstante, ya cuenta con cerca de un centenar de viviendas, muchas de ellas en plena construcción.
Un rasgo compartido en la comunidad es la búsqueda de un habitar más sustentable, más cuidadoso con el medio ambiente. Techos con cubierta verde, biopiscinas (con sistemas naturales de depuración), termotanques solares, construcciones de barro y materiales reciclados muestran un sentir compartido entre los vecinos.
La superficie total es de 18 hectáreas, que se extienden entre cinco calles. El loteo se inició con terrenos de 2.000 metros cuadrados y continuó en una segunda etapa con fracciones de 1.000 metros.
Otro de los denominadores comunes del barrio es el arte. Muchos vecinos tocan música, cantan, bailan, practican yoga, pintan o hacen cerámica.
Esa cualidad impregna el espíritu del vecindario y su estética se refleja al caminarlo. Diseños caprichosos, mixturas de materiales -maderas, chapas, vidrios-, estructuras como un colectivo en desuso o un contenedor marítimo cobran una segunda vida y se vuelven un ambiente más de los hogares.
Experiencias de vida
Como la mayoría de los vecinos, Coti Vinci (45) se enteró del Barrio de la Música a través de un boca en boca. Vivía en Villa Ballester y en 2015 compró un lote de 2.000 metros cuadrados.
Cuando llegó no había casi nada construido, así que tuvo la oportunidad de verlo crecer e intervenir en su formación. “Al principio un primer vecino que estaba sobre la calle Harrands nos pasaba luz y agua a los que veníamos a pasar el día en nuestro lote. Después, de a poco, hicimos la instalación de bombas de agua y las bajadas de luz para hacer alguna actividad”, le cuenta a DIA 32.
Su casa, donde desde 2019 vive junto a su hijo, de 18 años, es de madera y chapa. “Tratamos de construirla con materiales nobles, respetando lo máximo posible la flora del lugar, sin cortar los árboles que estaban y plantar nativas o alimentos. Tenemos animales: perros, gatos, un ganso y una huerta enorme”, describe, contenta.
Un poco antes que ella, en 2014, Hernán Gulla (45) y Julieta Medina (42) conocieron el barrio a través de un amigo y decidieron comprar un lote como inversión. Al tiempo, en 2018, pensaban en mudarse a Córdoba, pero ya tenían esta tierra y apostaron por armar una vida en la ciudad de la flor.
El lugar mantiene sus calles de tierra y está rodeado por muchos terrenos inhabitados, con densa vegetación silvestre que aleja los ruidos y abona una atmósfera de naturaleza y quietud.
Él es nacido en La Pampa, donde permaneció hasta los 19 años, pero ambos vivían en Capital Federal y mudarse a Escobar fue un cambio muy grande.
“Con la llegada de nuestro primer hijo, en 2015 empezamos a tener ganas de ir a la naturaleza, vivir en calle de tierra, un poco como mi infancia, entre los árboles”, confiesa. Allí le dieron la bienvenida a su segundo hijo, en 2021, ya instalados en su casa de barro.
El techo de la vivienda tiene una combinación de cubierta vegetal y chapa y un sistema para recolectar agua de lluvia. Además, todos los ambientes dan a un patio interno donde pueden descansar del calor en verano, mientras que con ventanales altos entibian la casa en épocas frías.
Cuidar el ambiente
La conciencia por el medio ambiente está presente en el barrio. Como norma desde el primer loteo, todas las viviendas tienen biodigestores para el tratamiento de aguas residuales.
Muchas casas hacen un uso eficiente de la energía adaptándose a las condiciones locales a través de diseños bioclimáticos. También cuidan el agua con sistemas de recolección de lluvia.
Las construcciones se completan con pallets, aberturas o neumáticos reutilizados y el resultado es una visual exótica que comunica un modo diferente de habitar.
“Como es un loteo que se armó en torno a un proyecto de escuela, la gente que vive acá tiene sus características, hay una manera de pensar. Por eso hay muchas casas de barro, de madera, techos vivos y materiales reciclados como containers y chapas” explica Gulla.
El barrio tiene dos espacios públicos que los vecinos mantienen. “Hay dos plazas de 2.000 metros cada una. Una está en la esquina de las calles Mosconi y Jaime Dávalos, que la habitamos bastante. La otra está sobre la calle Harrands, a mitad de cuadra, y ese lote es un bosque que decidimos dejar así para que toda la fauna que está en la zona tenga un lugar donde nadie entre. Es un espacio lleno de plantas y de vida”, señala Vinci.
Para completar el cuadro, una pintoresca proveeduría con una fachada de chapa y madera abastece al vecindario de productos de almacén y comidas caseras para llevar, además de compartir los anuncios destacados en la cartelera del barrio.
Entre los vecinos también se organizan para tratar temas de seguridad o hacer pedidos en conjunto al Municipio sobre las luminarias o el mantenimiento de las calles. Además, hay grupos para compartir distintas actividades, como juegos de mesa o tejido.
El barrio crece, pero mantiene un ritmo lugareño, atravesado por la impronta de sus pobladores, que intentan habitarlo dejando una huella diferente en el paisaje.
Ni una obra aprobada, ni una que cumpla ordenanzas de edificación, ni una que use materiales homologados. Un rejunte de chatarra bajo la idea de una «sustentabilidad» mentirosa, para esconder que es casi un asentamiento precario new age.
Un rejunte.
Te invito a mi casa construida con ladrillos de barro, te espero con los planos municipales!
Amargado
Como te gusta hablar sin saber marianito
Dejemos que marianito siga en su frasquito pequeñito