La artista, descendiente de una tradicional familia de Maschwitz, habló con DIA 32 de sus comienzos, las propuestas que debió desechar y el amor por su terruño. “Que mi voz genere una emoción en alguien es muy fuerte”, afirma.

Por EMILIANO M. CORVALAN
emiranda@dia32.com.ar

Pese a que es un género dominado por voces masculinas, hablar de tango en Ingeniero Maschwitz conduce indefectiblemente a ella. Es que Emilia Labanca descubrió de adolescente sus dotes vocales y desde entonces no ha dejado de compartir ese don con el público.

“Mily”, como la llaman cariñosamente, comenzó cantando folklore a los 17 años con la ayuda de Carlos Salazar, quien le enseñó las primeras técnicas de vocalización. “Siempre me decía que yo tenía una voz y un oído particulares, que es algo fundamental para un cantante”, recuerda.

Profesionalmente comenzó a tocar ese mismo año, acompañada por cuatro guitarristas, en un restaurant internacional. Pero en 1999 debutó como intérprete de tango con el Cuarteto de Oro, en el Club Defensores de Maschwitz.

De ahí en más su agenda incluyó decenas y decenas de presentaciones, incluyendo su participación en los festejos del centenario de la localidad, a la que le dedicó una milonga encantadora.

¿Cómo toma ser una de las cantantes más convocadas para los eventos del centenario?

Es un elogio y, además, una gran responsabilidad, porque como soy nacida en Maschwitz siento más presión o preocupación.

¿Cuanto representa Maschwitz en su vida?

Muchísimo, porque provengo de las primeras familias fundadoras del pueblo. Mi abuelo realizó una gran variedad de casas en la zona. Maschwitz es mi cuna, mi familia, todo.

¿Qué tan difícil es ganarse la vida como artista musical?

Vivir de la música nunca fue fácil, hay que llegar a ser alguien reconocido o estar en un lugar de fama que te permita vivir de eso. Mi vida es cantar, me hace muy bien, pero siempre tuve otros trabajos. Es un hobbie, que poco a poco pasó a ser profesional.

Al momento de componer, ¿cuáles son sus inspiraciones?

Tengo pocas cosas escritas, la última fue en 2003. En ellas me inspiré en momentos fuertes o experiencias personales. También sobre estados de ánimos…

¿Positivos o negativos?

Creo que los positivos no se pueden expresar escribiéndolos, la alegría se siente o se vive pero no se puede escribir. Los tangos expresan pérdidas, decepciones, amores no correspondidos, abandonos.

¿Piensa retomar la composición?

Sí, me gustaría. Sobre todo contar mis vivencias que se relacionan con la música o la gente que conozco, el conocimiento de mi experiencia.

¿Qué es lo que más disfruta de cantar?

Cuando uno canta con el alma y lo hace con amor, ese sentimiento lo puede transmitir. Cuando ves que la gente se emociona cuando cantás un tema, eso te llena. Que mi voz genere una emoción en alguien es muy fuerte.

¿Y la contracara?, ¿algo negativo?

No poder vivir plenamente de esto, aunque debo reconocer que jamás me lo propuse firmemente porque prioricé a mi familia. Y tuve propuestas increíbles…

¿Por ejemplo?

En el año ‘84, cuando era una adolescente y los padres decidían por los hijos (risas), Leonardo Fabio me escuchó cantar y me propuso grabar un disco con la ayuda de su hermano. Mis padres decidieron que no, porque era muy chica. Después me convocaron a una entrevista para integrar una orquesta de músicos de Buenos Aires, pero tenía que responderles al día siguiente y les dije que no, aunque la paga era muy buena. Aún así, no me arrepiento de mis decisiones.

¿Siente que ya cumplió sus metas artísticas?

Me gustaría terminar mi disco, que nace dos años lo estoy planeando. El único problema es que no puedo mezclar los géneros. Es muy probable que incluya un tema mío, donde escribo sobre el tango y mi vida. Espero que en el transcurro de este año pueda concretarlo.

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