Tras ocho años de gobierno, el ciclo de Guzmán al frente de la Comuna de Escobar llega a su fin. Un repaso por sus logros, sus vaivenes políticos y las asignaturas que deja pendientes.

Por CIRO D. YACUZZI
cyacuzzi@dia32.com.ar

Lejanas son aquellas imágenes del 10 de diciembre de 2007, cuando Sandro Guzmán asumía la conducción del Municipio en ese despacho donde era indisimulable la ausencia del intendente saliente, Silvio González, a quien le había exigido hacer el traspaso de mando en privado. No se trataba entonces de un cambio de ciclo sino de una continuidad, porque el flamante jefe comunal había llegado de la mano del pattismo, que gobernaba Escobar desde 1995. Sin embargo, apenas dos meses después tomó la garrocha y saltó al Frente para la Victoria, del que se iría en 2013 y al que volvería dos años más tarde, cual parábola del hijo pródigo.

Guzmán basó su campaña de 2007 en el eslogan “Pocas palabras, grandes obras”. Y meses después, en un acto en Garín, anunció que su gobierno haría más obras de las que se habían hecho en toda la historia del partido de Escobar. La promesa terminó siendo tan exagerada como sonó en ese mismo instante. No obstante, durante el primero de sus dos mandatos cumplió con algunas realizaciones.

El polideportivo de Maquinista Savio, que inauguró junto a Néstor Kirchner; el Hospital Oftalmológico en Garín y el Centro Odontológico en Ingeniero Maschwitz fueron quizás sus logros más salientes. Así como la repavimentación de la ruta provincial 26 y de la antigua ruta 9, que no fueron hechas por la Comuna, pero que sí gestionó ante Provincia y Nación, respectivamente. Al igual que más de 300 cuadras de asfalto, con fondos de la Casa Rosada.

Dicen que las segundas partes nunca fueron buenas. Frase que calza al dedillo en el caso de Guzmán, porque del período 2011-2015 solo puede recordarse la construcción del Centro Kinesiológico en Matheu y la colocación de luminarias peatonales, aunque en realidad lo segundo sucedió durante el interinato de Walter Blanco en la Intendencia.

La columna de asignaturas pendientes es ampliamente más larga. Por culpas y responsabilidades propias y compartidas, una extensa lista de anuncios quedaron sin cumplirse: el Hospital del Bicentenario en Garín, el barrio de 274 viviendas sociales en Maquinista Savio -ambos a medio terminar-, la repavimentación de la ruta 25 al Paraná, la construcción de dos pasos bajo nivel en el centro de Escobar, el nuevo acceso desde Panamericana a la avenida San Martín, el camino de circunvalación que uniría el puerto con el kilómetro 57 de la autopista y muchos otros.

El descomunal y descontrolado avance de urbanizaciones privadas en zonas de humedales, la explosión inmobiliaria con varios edificios de diez y más pisos en el centro de la ciudad, la falta del prometido Código de Planificación Urbana y la instalación del puerto regasificador en el Paraná de las Palmas son también parte de la pesada herencia que deja Guzmán, con un distrito cuyo generalizado estado de abandono se refleja pavorosamente en los gigantes baches que hay por todas partes. Si ya en 2010 se decía que las calles de Escobar parecían Kosovo, hoy no hay adjetivo ni analogía que alcance.

Es tan alto el déficit a nivel infraestructura, que la situación económica del Municipio pareciera una cuestión secundaria. Aunque no hay información oficial, las versiones que circulan hablan de deudas del orden de los 50 millones de pesos -no descartan que pueda ser mayor-, lo que representa algo así como el 10% de la recaudación prevista para 2016. No es poco, pero tampoco tanto. En todo caso, un dato más alarmante es que los recursos de la Comuna -sumando la coparticipación provincial- apenas si alcanzan para financiar su funcionamiento y los servicios básicos.

Con una imagen desgastada, al punto que ni siquiera osó postularse a un tercer mandato, Guzmán deja el Palacio Municipal para seguir su carrera política en la Cámara de Diputados de la Nación, al menos hasta 2017. Quizás allí, por más descabellado que pueda sonar a esta altura, amase en su cabeza la idea de intentar volver algún día y probar si es cierto que no hay dos sin tres.

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