Por CIRO D. YACUZZI
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Parado en un banco de la plaza San Martin, cigarrillo en mano y con el morral colgado a un hombro, sube el habitualmente bajo volumen de su voz para explicarle a la muchedumbre los resultados de una reciente reunión con el Secretario de Gobierno. Asegura que empiezan a darles respuestas, que la lucha da sus frutos, e invita a la tropa a mantenerse en movilización permanente. ¿Quién es ese pibe?, se preguntan algunos transeúntes al verlo entre los manifestantes que Libres del Sur y Barrios de Pie llevaron hasta el Palacio Municipal en los primeros días de abril, junto a una agrupación docente. Ese pibe, de 29 años, artista plástico, es “el Turco» Aaron Oclander, que en apenas seis meses se convirtió en un válido referente de la organización que en Escobar conduce Miguel Vale -el de los escraches a Roberto Costa y a El Diario– y a quien ya se podría considerar como una de las pocas figuras distintas que ha incursionado en la política local en los últimos años.
Vecino de El Cazador desde pequeño, hijo de un conocido arquitecto de la ciudad, egresado del secundario del Belgrano y del Instituto Universitario Nacional de Arte, Oclander decidió sacrificarle horas diarias a su actividad artística y docente -da clases de dibujo y pintura- para empezar a participar política y socialmente en la vida de Escobar, a partir de un firme convencimiento.
“En la vida uno tiene dos opciones ante este tipo de circunstancias: te quedás en tu casa o te reunís con amigos y te dedicás a protestar, pero sin involucrarte en lo más mínimo, o te involucrás y tratás de cambiar las cosas desde adentro, creyendo que la solución está entre todos”, explica. “Aparte, creo que es un compromiso de nosotros, los hijos de un sistema que excluye, revelarse contra ese sistema y plantear los cambios necesarios en beneficio de todos”.
¿Qué te dijeron tus amigos y tu familia cuándo se enteraron que te metías en política?, le preguntó DIA 32.
Y… hubo varios comentarios. Mi familia me apoya en todo lo que emprendo y esta no fue la excepción. Mis amigos… hubo varios que me bancaron y hubo otros que no entendían el por qué, que la política es sucia, que yo no tengo necesidades para meterme, que me voy a quemar, y otro montón de cosas. Pero la ideología es la ideología y yo creo en una transformación social partiendo desde las bases de esta sociedad.
¿Cómo te definís ideológicamente?
Soy una persona de izquierda, identificado con el socialismo chileno de Allende, creo en el estado benefactor de Perón y Evita, pero además creo en el espíritu revolucionario del «Che» Guevara, creo en la democracia y en la necesidad de instituciones fuertes, al más puro estilo alfonsinista.
¿Cómo ves a Escobar y en qué te gustaría que cambie?
No lo veo bien, no veo que el ciudadano escobarense esté representado que sus necesidades sean escuchadas, que se planteen soluciones a sus problemas. Veo que las castas políticas que manejan Escobar están cada vez más alejadas de la realidad barrial donde se suscitan los problemas. Escobar es mucho más que la Tapia de Cruz o la plaza principal. Yo quiero un Escobar mejor, donde todos tengamos la oportunidad de desarrollarnos dignamente donde la salud, la educación y el trabajo sean los ejes de las políticas del Estado municipal. Milito para que Escobar sea un ideal de municipio, a partir del cual el resto de los municipios comprendan que el cambio es posible.
¿Qué opinás de los políticos locales?
Mis opiniones acerca de ellos no son las mejores. Hace 15 años que estamos gobernados por el pattismo; más allá del cambio de camisetas, Silvio (González) y Sandro (Guzmán) ganaron con la camiseta (Luis) Patti. Y los problemas se profundizan: no hubo seguridad, no hubo gestión y no hubo transparencia. Encima, después hay que leer afiches en la vía pública que son puras mentiras. Pero la gente se cansa, ya no les cree, y eso se está empezando a escuchar en la calle.
¿Adónde te gustaría llegar con tu militancia?
La verdad es que no lo sé, no me puse a pensarlo. Sé que quiero impulsar un cambio. Creo que la política es una escalera que hay que ir subiendo peldaño a peldaño, y ver hasta dónde se llega.