Es músico profesional, sesionista y docente. Participó de varias bandas y dejó su huella en discos de artistas locales. Ahora le llegó el turno de salir al ruedo como solista, sin descuidar sus talleres.

Por MARTIN POZZO
Director de revista La Negra

Oriundo de Ingeniero Maschwitz, Diego Frías (35) formó parte de conocidas agrupaciones locales como Salamanca y Cirkóticos, mientras que como sesionista participó en los discos de Leandro Barreto, Emiliano Colta, Federico Pecchia y otros tantos.

Hoy lleva la alegría del sikus, el charango y la quena a los escenarios en su nueva etapa solista -aunque acompañado de su banda-, al mismo tiempo que ejerce la docencia en el programa “Barrio es Cultura”, de la Secretaría de Cultura del Municipio, enseñándoles a los chicos a tocar estos tres instrumentos.

-Actualmente la mayoría te conoce por ser instrumentista de quena, sikus y charango, pero tus comienzos se relacionan con el bajo…

-Sí, arranqué tocando el bajo y cantando, haciendo rock, dentro del género metal. Tenía 10, 11 años. En esos días, mi hermano Gonzalo comenzó a ir a un taller de sikus y lo trajo a casa. Me gustó el sonido y comencé a ir a ese taller. Fuimos juntos, porque los talleres de sikus tienen la particularidad de ser colectivos. Sikureabamos juntos.

-¿Con qué se encuentra el pibe que va a la primera clase con vos?

-En las primeras clases no solo aprenden a armar el instrumento, también salen de la primera clase tocando. Es la mejor manera de trabajar con los chicos hoy. Los primeros ejercicios ya trabajan como sikuris.

-No solamente das clases de sikus, le sumás el charango…

-Sí, un instrumento de cuerdas característico del norte, de la zona alta de Bolivia y Perú. Es un instrumento postcolombino. No así el sikus y las quenas, que son precolombinas.

-Recién comentabas que los chicos armaban sus instrumentos, se le suma la luthería entonces a la docencia…

-El hecho de tocar un instrumento no implica ir a la casa de música, comprar un instrumento y ponerse a tocarlo. Los chicos al hacer los sikus con sus manos le están poniendo espíritu al instrumento. Ya tiene algo propio, tiene sentido de identidad. Uno no está armando cosas permanentemente. Y si uno se siente capaz de crear un instrumento y que encima sirva para hacer música, tiene un valor agregado muy importante.

-Recalcás lo de ser músico independiente, ¿cómo lograste convertir la música en tu medio de vida?

-Fue salir de la formalidad de un laburo estándar, estando 8 ó 10 horas en un lugar, con un sueldo fijo y asegurado. Los artistas surfeamos en esa incertidumbre todos los meses, más cuando trabajamos en esta rama, que está poco valorizada. Detrás de enseñar hubo muchos años de aprender, de tocar, de viajar… Todo eso fue muchísima inversión. Hace muy poco dejé mi trabajo formal para poder dedicarme de lleno a la música. Encima mis instrumentos no están en el imaginario de cualquier pibe. Uno se imagina al chico tocando la guitarra eléctrica, el teclado, la batería o cantando. El sikus, la quena y el charango no están en el imaginario inmediato.

-¿Te sentís más cómodo en tu rol docente o arriba del escenario con tus canciones?

-Encaro ambas cosas con el corazón y con la misma pasión. Disfruto muchísimo cuando estoy con los chicos, es ampliamente gratificante. Son cosas distintas pero que se disfrutan mucho. Soy muy pasional en lo que hago.

-¿Que te hayan convocado desde Cultura para dictar estos talleres lo sentís como un reconocimiento?

-Me convocaron a través de Federico Pecchia, que conocía mi trayectoria. Cuando tuvimos la primera reunión con los talleristas expresé que muchos de los que formamos parte de estos talleres soñamos con meter las patas en el barro y llevarles esto a los chicos. Era el empujón que necesitaba.

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