A cuatro décadas de su publicación, la teoría de Federico Kirbus vuelve a la luz. Dice que Nuestra Señora del Buen Ayre se habría fundado en las barrancas de El Cazador. ¿Delirio o descubrimiento?

Las certezas no existen. Si aún hoy hay terraplanistas ¿por qué no analizar hipótesis tales como que la primera fundación de Buenos Aires no sucedió en lo que hoy es Parque Lezama sino en las barrancas de El Cazador? Al fin y al cabo, es una teoría un poco menos descabellada que pensar que la Tierra está sostenida por elefantes o por el gigante Atlas, como creían los griegos. Que Buenos Aires haya sido cimentada en tierras escobarenses tiene algunos fundamentos bastante más razonables.

El periodista, investigador y escritor Federico Kirbus fue de los primeros en llegar a la conclusión de que la actual capital de la Argentina se habría fundado 50 kilómetros al norte de donde afirma la historia oficial. Lo hizo llevado por su espíritu de la curiosidad, luego de haber leído un escrito de Guillermo Furlong de 1973 donde aseguraba que el primer asentamiento, llamado Nuestra Señora del Buen Ayre, se produjo en Parque Patricios y no en Parque Lezama. Como a Kirbus esa conjetura no le cerró por ninguno de los cuatro costados, se puso a investigar por cuenta propia.

Ulrico Schmidl fue un cronista de origen alemán que acompañaba las expediciones del español Pedro de Mendoza escribiendo sobre las experiencias durante la conquista. Basado en esas descripciones y en la data en cuanto a topografía y distancias, que hablaban de espejos y cursos de agua de diferentes dimensiones, Kirbus estudió la hidrografía bonaerense tratando de triangular un espacio elevado que, a la vez, estuviera cerca de un riacho, una laguna y del río Luján. Calculó las distancias para que fueran lógicas y descubrió un estudio hidrográfico sobre los sedimentos que acarrea el río Paraná de las Palmas.

Lo primero que hizo fue pasar las leguas a kilómetros. Si una legua expresa lo que una persona puede andar a pie o a caballo al paso durante una hora, se trataría de unos seis kilómetros. El investigador descubrió que esa distancia es la que existe entre el sitio arqueológico Las Vizcacheras y barrio parque El Cazador. Así uniría el asentamiento del real, la gran laguna y el lugar del combate del Corpus Christi. Todos elementos mencionados en aquellas crónicas lejanas con registros tan débiles como imprecisos.

Además, Kirbus concluyó que si el Delta crece con los años, hacia 1537 la desembocadura tendría que haber estado muchos kilómetros río arriba. Entonces la primera Buenos Aires se hubiera ubicado en lo que hoy es Belén de Escobar.

Para demostrarlo, partió hacia las barrancas de El Cazador con una pala en su coche. Comenzó a excavar entre las casaquintas sin saber bien qué buscar. Rápidamente se dio cuenta que su búsqueda sería infructuosa, pero no se dio por vencido y escarbó en la tierra removida de donde estaba la pista del Aeroclub, a la vera de la ruta 25.

Palazo va, palazo viene, allí encontró los indicios que tanto buscaba: “Lo que ustedes tienen aquí son pequeños pedazos de cerámica querandí del siglo XVI y dos balas de arcabuz del mismo periodo. Para mí, son evidencia de la presencia tanto de indios como de españoles en la zona donde considero que fue fundada la primera de las tres Buenos Aires”, expresó el investigador tras el hallazgo.

Las conclusiones de Kirbus quedaron en el olvido durante añares. La investigación no prosperó y el descubrimiento fue desestimado. Sin embargo, tiempo después un grupo de escobarenses decidió iniciar una nueva pesquisa en la misma dirección.

Hipótesis recargada

En su libro La escondida historia sobre la primera Buenos Aires -aún no está editado-, el escritor e investigador Eduardo Arcuri también sostiene que la primera fortificación y puerto de Buenos Aires se plasmó sobre las barrancas de El Cazador.

Existen documentos históricos que aseguran que Pedro de Mendoza no tenía autorización del rey de España para fundar ciudades sino fuertes o los llamados “reales”, con puertos naturales, para frenar el avance de la conquista portuguesa. Eran asentamientos precarios que cumplían la función de vigías sobre terrenos altos, que permitieran una amplia visión del río y de los ataques terrestres de los indios. Nada sofisticado.

Arcuri y su equipo, conformado también por el recientemente fallecido Pedro Luis Santroni, se basaron en el análisis de la sedimentación del estuario por el cual hace cinco siglos los barcos tenían la posibilidad de llegar hasta estas costas. El estuario del Río de la Plata, tal como se había descubierto, no se ubicaba en la zona de Parque Lezama sino a la altura de El Cazador.

Por otra parte, los mapas del siglo XVI muestran que el río Luján desembocaba directamente en el “Gran Paraná” y no en el Río de la Plata, como lo hace actualmente, por lo que se podría haber generado una confusión a la hora de descifrar los relatos de Schmidl.

Los investigadores escobarenses dejaron de lado la búsqueda de restos de ciudades que podrían haber sido construidas por los conquistadores para concentrarse solamente en los asentamientos nativos. Trataron de identificar cementerios indios y los restos fósiles de una batalla. Así, fue en Las Vizcacheras donde encontraron restos óseos humanos de nativos que no obedecen a los ritos de enterramiento de tribus sino a caídos en combate, cuya forma de sepultura era totalmente distinta. Esto también demostraría el paso de los europeos por la zona. “Puedo estar equivocado, pero estoy convencido”, le dice Arcuri a DIA 32.

Otra de las razones que asevera esta hipótesis se desprende de los juicios que, en su época, se realizaron en España a los herederos de don Pedro de Mendoza. Como ellos habían financiado la expedición y no recibieron en compensación metales preciosos, porque acá no existían, reclamaron parcelas de terrenos cerca de Escobar.

Para fortalecer las ideas escritas en su libro, Arcuri también está trabajando en un documental audiovisual, junto al camarógrafo Marcelo Sica, que se llamará La Expedición. El objetivo es darle a Escobar la identidad y la importancia histórica que realmente merecería de comprobarse que los primeros cimientos de una de las metrópolis más grandes del mundo se fundaron acá nomás, cinco siglos atrás.

EDUARDO ARCURI

En busca de la ciudad perdida

“Con mi amigo Pedro Santroni iniciamos hace unos años una búsqueda desde diferentes ángulos de interpretación. Fuimos dos ojos de un mismo rostro. Con nuestras investigaciones conformamos un equipo mutidisciplinario compuesto por arqueólogos, geólogos, antropólogos, arquitectos, ingenieros, historiadores y baqueanos de las zonas del Delta del Paraná, para ser yo quien debiera escribir el libro La escondida historia de la primera Buenos Aires”, le cuenta Eduardo Arcuri a DIA 32.

El alma mater del proyecto es hijo y nieto de escritores. Desde muy joven se involucró en las artes sin descuidar sus estudios técnicos relacionados con la Física, en la especialización mecánica de los fluidos.

La mayor parte de su vida la dedicó a la narrativa histórica, a escribir guiones, a la dramaturgia y a correcciones literarias ortotipográficas y de estilo. Es coordinador general en Argentina de la Sociedad Iberoamericana de Escritores, con sede en Toledo (España), y socio honorario de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE).

FEDERICO KIRBUS

Pasión por las máquinas y los viajes

Federico Kirbus (1931-2015) tuvo una vida apasionante. La dedicó a escribir sobre autos, aviones, viajes, turismo y todo tipo de máquinas, en medios como El Gráfico, La Prensa, La Nación, Clarín, Argentinisches Tageblatt, Road & Track, Car and Driver y Automóvil Revue.

Fue un gran promotor de la ruta 40, sobre la que escribió diversos libros, y era fanático de recorrer los caminos más recónditos de la Argentina al volante de vehículos peculiares. Por estas exploraciones fue recompensado a lo grande. Por ejemplo: la duna más alta del mundo, de 1.230 metros, que se encuentra en Fiambalá (Catamarca), lleva su nombre por haber sido su descubridor. En La Rioja, el cerro Sargento Kirbus, ubicado en el gran círculo de volcanes, también fue bautizado en su honor.

En 1955 presenció el trágico accidente de las 24 Horas de Le Mans. Viajó de Buenos Aires a Lima en un Torino, escribió la crónica del primer viaje del Concorde a la Argentina y, en el medio de eso, investigó la teoría sobre la primera fundación de Buenos Aires. En 1980 publicó el libro La primera de las tres Buenos Aires.

Durante dos temporadas fue contratado por Mercedes-Benz para oficiar de traductor de Juan Manuel Fangio, ya que dominaba muy bien el alemán.

En la revista estratégica Defensa y Seguridad escribió un ensayo titulado Bombas Atómicas sobre Buenos Aires. Señalaba que en 1962 la Ford Motor Argentina instaló en General Pacheco su complejo industrial con miras a armar no solo automotores sino también cohetes intercontinentales Atlas. Por eso, en caso de una guerra nuclear generalizada, la Unión Soviética había incluido ese establecimiento entre sus objetivos de ataque.

Estas son solo algunas de sus tantas proezas y aventuras. Mencionarlas todas sería interminable.

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