Cantante, autor y figurita conocida de la noche de Escobar, el “Cufa” presentó su primer CD. El fruto de dos años de trabajo arduo, que por fin llegó y brilló en su nacimiento.

por ROCÍO M. OTERO
rotero@dia32.com.ar

Las puertas de su casa estilo colonial se abren, el sol baja al mismo ritmo que la tarde va muriendo. Está tranquilo, en ojotas, quejándose del calor. “Ojalá que llueva, esta humedad es insoportable”, protesta Facundo Mocoroa mientras pone el agua al fuego y trae un frasco con miel para endulzar el mate.

Todavía están latentes las imágenes de la noche del sábado 13 de noviembre, en la que presentó su primer disco solista ante un teatro Seminari colmado y con varios músicos invitados. “Fue un show diferente y de una calidad digna de ver”, analiza. Todo el recital quedó registrado en DVD.

Cambios de aire –tal el nombre del álbum- contiene trece canciones, tres de su autoría. “La creación del disco fue un proceso donde hubo que pelearla. Fui el cantante, el productor, el que organizaba los ensayos, todo hecho con mucho esfuerzo y mucho laburo. Lo que más me gusta es el producto final, el disco suena tal cual me lo imaginaba en mi cabeza”, explica “Cufa”, que dedicó dos años a esta empresa.

Pese a su trayectoria en la escena folklórica, Mocoroa solo había grabado un CD en 1999 junto al grupo Salamanca. De ahí en más tuvo participaciones en grabaciones ajenas y algunos demos que quedaron en el camino, pero ningún otro disco. “No me animaba a hacerlo, tampoco tenía tiempo, porque en esa época iba de cantobar en cantobar. Había que ganarse la vida primero”.

Yo, cantante

La vida de “Cufa” representa para él una lucha constante por defender su elección de ser cantante. “Nunca trabajé de otra cosa. Siempre tuve claro lo que quería y hasta llegar a este punto en el que estamos, que puedo vivir de la música, hubo mucho que atravesar”.

¿Cuándo nació su amor por el folklore? “Fue cuando iba a la escuela. Yo estudiaba guitarra eléctrica y tenía bandas de rock. Pero me pidieron que toque una zamba para un acto, y yo ni sabía lo que era eso. Así que le hablé a mi viejo, que también tocaba la guitarra, y me empezó a enseñar. Nos fuimos al Norte de mochileros tres años seguidos con un grabador, y aprendí a tocar escuchando las guitarreadas que grababa”.

Durante seis años trabajó a la gorra. “Cuando agarraba un laburo hacía todo: cantaba, pasaba música, ponía las luces e iluminaba el parque. La onda era poder hacer una diferencia para poder vivir”.

“Cuando decidí irme a vivir solo, por ejemplo, me la jugué. No tenía un sueldo fijo ni nada, pero había que arriesgarse”. Fue, en esa época, hace solo un par de años, donde las noches de “Cufa” se transformaban en una secuencia repetida de shows en boliches de jueves a domingo, sin parar. “Me pagaban 250 pesos en un cantobar, con lo que ganaba pagaba el alquiler y si tenía suerte y agarraba algún evento eso era lo que me ahorraba”. Ya para ese tiempo tenía la idea de armar un disco, aunque representaba un sueño lejano.

“Con ese ritmo de trabajo no había voz que aguante, estaba cansado y lamentablemente no tenía tiempo, yo quería- y creo que lo logré- que el día que saque un disco sea realmente bueno, que esté bien hecho”.

Atrás quedaron los años de estudio en el Sindicato de la Música, de la plaza cantando, los viajes en tren, las plegarias para que no llueva porque si llovía no había gente, las trasnochadas trabajando en los bares. Tanto insomnio valió la pena. “Vivo más cómodo, esa es la realidad, pero igual hay mucho laburo por hacer todavía”, señala. “Yo elegí esto, vivo de esto y lo amo. Siempre digo que lo más importante es la humildad: un artista tiene que ser humilde siempre. Los más grandes son grandes gracias a muchísimas horas de trabajo, nada viene de arriba”.

“Cufa” agarra su bicicleta y se va, bordeando cerca del cordón las mismas calles escobarenses que lo vieron nacer, crecer y que lo siguen apañando en esta lucha diaria, que ahora se encuentra llena de nuevos proyectos por concretar. “Nunca se para”, afirma el cantante, mientras se ríe y desaparece como una sombra difusa perdiéndose en el horizonte.

Cosquín y Scioli

Entrar al festival de Cosquín por la puerta grande es su gran sueño. “Quiero llegar porque la gente quiera que esté, no me interesa pagar para estar. Quiero hacerlo y hacerlo bien”, sostiene confiando en que el destino le presentará la oportunidad.

Facundo Mocoroa, además, es uno de los músicos preferidos del gobernador Daniel Scioli. “Hay buena onda con él y con su esposa, Karina Rabolini. Siempre que organizan algo me llaman, yo voy y toco. La paso muy bien y ya los veo como amigos. Son gente como cualquier otra”.

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