Nacidos en el siglo XV como réplicas de los pigmeos que trabajaban en las minas, estas pequeñas estatuas están envueltas en mitos y leyendas. Hasta hay un movimiento internacional que los roba para “liberarlos” de su cautiverio.

Por FLORENCIA ALVAREZ
falvarez@dia32.com.ar

Hay quienes creen que son simpáticos o decorativos, pero es una moda que, al menos en Argentina, poco tiene que ver con la vanguardia o el buen gusto. Sin embargo, es común verlos en casas suburbanas, de gente grande o de afamados cultores de lo kitsch.

“No sé cómo llegó ese enano a mi jardín, está ahí desde hace 60 años, siempre en el mismo lugar, debajo del tilo. Ya no le queda ni pintura al pobre, pero es parte de la familia. Se llama Ramón y todos los días lo saludo”, cuenta Celina (85) mirando a su pequeño compañero en su parque de Belén de Escobar.

Amados por muchos, detestados por otros, en diversos lugares se relaciona a los enanos de jardín con la buena suerte y la protección. Se supone que ayudan en las tareas del hogar: en las zonas rurales vigilan a los animales, cuidan las cosechas y espantan a quien tenga la intención de robarse una flor.

Otros llegan a creer que estas estatuas de yeso cobran vida por la noche y que son capaces de realizar aberrantes actos sexuales. O que atraen la desgracia y quitan la energía. Como la mitología da para todo, hasta se los señala como representantes en la Tierra de la vida extraterrestre.

En Alemania son furor

La tradición nació en Turquía a fines de la Edad Media, donde los enanos de jardín eran réplicas de los pigmeos que se reclutaban para trabajar en las minas subterráneas. Estos pequeños mineros utilizaban bonetes rojos rellenos con hierbas para protegerse de los derrumbes y vestían prendas coloridas para ser vistos en la oscuridad.

Rápidamente fueron considerados símbolos de las fuerzas ocultas. Entonces, para exorcizar los posibles maleficios que podrían haber adquirido, los explotadores de las minas mandaron a confeccionar figuras de barro semejantes a sus empleados.

Así alcanzaron el éxito como objetos decorativos, llegando al Reino Unido de la mano de sir Charles Isham, quien los descubrió en uno de sus viajes por Alemania y adquirió 21 ejemplares para ornamentar sus jardines. Hoy, sólo uno de ellos sobrevive, expuesto en la mansión de Lamport Hall. Está valuado en un millón de libras esterlinas.

La popularidad de los gnomos se mantuvo a lo largo de cuatro siglos. Su industrialización se dio en 1847, bajo la iniciativa de Phillipe Griebel, un fabricante de cerámica alemán. Tanto proliferaron que se calcula que actualmente en Alemania existen 30 millones de enanos de jardín.

Liberen a los enanos

A mediados de los ’90, miles de gnomos empezaron a desaparecer de los parques. El misterio surgió en Francia pero luego se extendió a varios países, hasta que finalmente se conoció el motivo: había nacido el Frente de Liberación de Enanos de Jardín y el movimiento se había extendido a Bélgica, España, Alemania, Canadá y Estados Unidos, entre otras naciones.

Sus miembros sostienen que las figuras viven privadas de su libertad, por lo tanto las liberan y luego les envían fotos trucadas a sus dueños con el enano viajando por los lugares más típicos del mundo: la torre Eiffel, la estatua de la Libertad, la pirámides de Egipto o las cataratas del Niágara.

En 1997, el líder del movimiento recibió una condena de prisión en suspenso, pero volvieron a la carga en 2001 y una multitud de enanos bloquearon una calle francesa pidiendo su liberación. Pequeños seres inanimados que parecen estáticos y tranquilos. Pero que, evidentemente, dan mucho que hablar.

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