El restaurante que fue un ícono en Dique Luján abrió sus puertas en Ingeniero Maschwitz. Las pastas artesanales son el fuerte de la casa, pero su carta ofrece también otras variadas delicias. “Apostamos a trabajar más”, dice su dueño.

Después de haber estado 26 años en Dique Luján, en la confluencia de los ríos Luján y el Canal Arias, el restaurante La Palmera se trasladó a Ingeniero Maschwitz. Su nuevo local está sobre la Colector Este 2253, a la altura del kilómetro 44 de la Panamericana, un lugar que fue elegido estratégicamente teniendo en cuenta el importante polo gastronómico que se está conformando en esa zona.

“Iniciamos este emprendimiento con mi familia en el 1986 y siempre nos especializamos en pastas caseras”, cuenta su dueño, Víctor González. Los recomendados de su carta son los ñoquis, ravioles, varios tipos de tallarines, lasañas, canelones, sorrentinos y capelettis. “Todo es realizado artesanalmente por una señora que está con nosotros hace 20 años, son pastas frescas que no llevan ningún tipo de conservante”, aclara.

Al hacer un repaso por la historia de La Palmera, González pone buenas y malas en la balanza. “Pasamos por toda clase de penurias y de buenos momentos. Lo que más recuerdo es el desastre atómico del año 2000. Ahí empecé a ir a todos los cursos posibles, donde daban herramientas para superar la crisis. Y es en esos momentos donde uno más tiene que utilizar el ingenio”.

Así surgieron ideas como trabajar con contingentes que visitaban la Fiesta de la Flor. “A la mañana recorrían la exposición, iban a almorzar a Dique, luego daban un paseo de casi dos horas en lancha y cuando volvían les teníamos preparada la merienda. Tipo siete de la tarde se iban, muy contentos. Después volvimos a renacer como renació el país, de a poquito”.

La decisión de mudarse a Maschwitz se debió a la falta de trabajo durante los días de semana, ya que históricamente La Palmera tuvo un público de habitués los sábados y los domingos al mediodía. Algo que al principio rendía, pero cuando hubo que contratar personal se hizo insostenible. “Abrir este local fue una patriada, pero apostamos a trabajar más. Este es un lugar concurrido donde podemos trabajar toda la semana, al mediodía y a la noche. Afortunadamente están viniendo todos nuestros clientes de allá, a quienes les avisamos de la mudanza y nos siguieron. Yo no tenía idea de la cantidad de gente de Escobar que iba a Dique Luján, muchos vienen hasta tres veces por semana. Para nosotros fue un cambio importante, porque al trabajar todos los días el ritmo cambia. Allá preparábamos jueves y viernes la comida del sábado y del domingo; acá preparamos todos los días, se hacen las compras diarias, todo es muy distinto”.

La oferta gastronómica en Maschwitz sigue siendo la misma, aunque incorporaron algunos platos con pescados, pollo al disco y menús ejecutivos para los días de semana. Por ahora están tomándole el pulso a las necesidades de la gente de la zona para acomodarse a la demanda. “El cliente es el que siempre va marcando el camino a recorrer y si uno lo sigue, ahí está la clave del éxito”.

La mesa está servida, ahora sólo falta que la gente se acerque y que La Palmera crezca, como el ejemplar que fue plantado en la puerta del restaurante para hacerle honor a su nombre.

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