El actor radicado en Ingeniero Maschwitz habló con DIA 32 sobre la realidad nacional y local. La cultura y el medio ambiente son sus principales preocupaciones. Pero no se resigna y se involucra con su comunidad.

Por MARCOS B. FEDERMAN
mfederman@dia32.com.ar

Rodrigo de la Serna es un personaje con mayúsculas. Pero un personaje de la vida real, de este mundo que él ve con una crudeza realista y profunda. Tiene una perspectiva amplia de las cosas, como si observara desde una torre vigía y señalara los peligros que acechan a su gente.

Es que Rodrigo es un tipo de barrio, sencillo y carismático, preocupado por su comunidad y siempre dispuesto a dar una mano. Este cordobés llegó a Maschwitz buscando un lugar tranquilo para criar a su hija Miranda, una nena preciosa de 10 años y segura de sí misma.

Cuando De la Serna tenía la edad de su hija, en 1982, vino con el colegio a vivir su primer campamento en el Patronato de la Infancia del pueblo donde hoy tiene su hogar.

Hace cinco años que se mudó a la tranquilidad de las calles de tierra y los miles de árboles. “Maschwitz resumía un poco esa búsqueda de un lugar más tranquilo, de estar en contacto con la naturaleza, de poder curtir una vida más comunitaria”.

En ese tiempo se integró a la comunidad haciendo amigos y colaborando con organizaciones vinculadas a la cultura, el medio ambiente y los pueblos originarios.

Mientras compartía una cena con amigos, el actor tuvo la amabilidad hacer un alto en la parrilla y prestarse a un diálogo abierto con DIA 32.

– ¿De dónde viene tu preocupación por el medio ambiente?

– Lo del medio ambiente viene de larga data. El despertar a la conciencia a nivel ecológico vino más de la mano de los Pueblos Originarios. Mi vieja es licenciada en Artes y se especializó en Arte Pre Colombino. Eso la conectó mucho con los pueblos originarios de Argentina y desde chico yo empecé a mamar todo eso, empecé a ver la historia que no te cuentan en la escuela, la historia de la conquista, del desastre que ocurrió aquí, del genocidio que hubo, de todas las culturas que florecieron en América y cómo llegaron al ocaso a través de la conquista española. Me acuerdo de un viaje que hicimos en 2003 con Miranda y con Erica a la Patagonia. Llegamos a una comunidad mapuche que se llama Nekon Grande y fuimos a una ceremonia importante llamada Camaricum, su año nuevo. Y justo esto coincidió con el problema de la minería. En ese viaje conocí a Moira Millán.

– ¿Quién es Moira Millán?

– Es una activista mapuche muy relevante, muy combativa. Ella, como muchos de sus hermanos mapuches, no sabía de su identidad porque se la negaron en la escuela, porque a sus abuelos y padres les prohibían hablar en su idioma y les fueron borrando su cultura. Moira nació en Bahía Blanca y de golpe decidió hacerse cargo de que era mapuche, porque le llegó un llamado a la conciencia y decidió ocupar unas tierras que habían pertenecido a sus ancestros en Chubut, en la Cordillera. Ahí fue que la conocimos. Ella militaba muy fuertemente en contra de la minería en Esquel.

Ahí tomé conciencia de lo que era el tratado minero entre Argentina y Chile, del desastre ecológico que eso iba a desencadenar, de la entrega obscena y absurda de un patrimonio que nos pertenece como argentinos, pero también como seres humanos de este planeta. Los que están más conscientes de todo eso son los pueblos originarios. Te digo que fue muy duro ese despertar para mí. Porque vi cómo opera la política en combinación con las multinacionales y el desastre que generan. Vi la persecución que sufrieron los hermanos mapuches, la persecución que sufrimos nosotros también. Los servicios de inteligencia estaban ahí, había periodistas infiltrados. Era todo muy apocalíptico. Pasé dos meses sintiendo que el mundo se iba a acabar. Ahí se despertó mi conciencia.

– ¿Qué influencia tuvo en vos filmar Diarios de Motocicleta?

– Fue confirmar una identidad que se agrandó y se profundizó. Una identidad de pertenencia a la tierra. Tomé contacto con los pueblos originarios. En la ciudad de Temuco, en Chile, los mapuches fueron muy generosos con nosotros. En Cuzco, el pueblo quechua nos trató muy bien… Es como que mi casa pasó a ser más grande y más profunda. Eso fue en 2002, era un momento jodido para la historia del continente. Todavía estábamos con los estertores del menemismo, del fujimorismo en Perú, del collordemelismo en Brasil, de Frei en Chile. Todavía no soñábamos con la aparición de Evo Morales, de Kirchner, de Chavez, de Lula. Entonces estábamos recorriendo Latinoamérica justo 50 años después de que lo hizo el “Che” Guevara, y vimos que la situación era incluso peor de lo que él vio. Eso fue muy duro.

Es muy difícil llamar a la conciencia cuando los medios de comunicación tapan, ocultan y no dicen la verdad. Entonces agradezco que vos me estés haciendo esta nota”.

– ¿Qué opinás del gobierno nacional?

– Yo tengo una sensación muy ambigua con el gobierno. No puedo negar que hay muchos campos donde el gobierno hace las cosas bien: la Ley de Medios, la Asignación Universal por Hijo, la política de Derechos Humanos, el no al ALCA, todo lo que se generó a nivel de unión latinoamericana. Yo celebré todo eso. Pensá que viví mi adolescencia con el menemismo y estaba muy decepcionado. Pensaba que la política solo servía a los intereses extranjeros. Pero con este gobierno se dio otra cosa. Ver a un presidente argentino abrazarse con los presidentes de Bolivia, Brasil, Venezuela… todo lo que se hizo por la unidad latinoamericana lo celebro. Ahora, un gobierno que habla de soberanía, que habla de no entrega al poder extranjero, que permita o conceda lo que sucede con la minería es algo que todavía no puedo entender.

Me imagino que no debe ser fácil porque son momentos y los procesos históricos llevan su tiempo. Tal vez todavía no es el momento para enfrentarse a esos poderes. Tal vez nos corresponda a nosotros, cuando nuestra generación sea gobierno, reivindicar a los pueblos originarios y cuidar al medio ambiente de una vez por todas. No podemos sentirnos orgullosos de ser argentinos cuando históricamente el Estado argentino fue genocida. Desde que se firmó la Constitución en 1853 que el Estado argentino viene haciendo desastres.

– ¿Tuviste algún vínculo con el Movimiento en Defensa de la Pachamama acá cerca, en Dique Luján?

– Claro que sí. Ellos están en Punta Querandí, que es un cónclave histórico del pueblo querandí, donde había asentamientos, cementerios y lugares sagrados. Simbólicamente, hoy es muy importante que ellos estén defendiendo ese espacio para mantenerlo público y que todos pueden visitar. Es trágico cómo los barrios privados están copando la naturaleza. Ahí es zona de humedales, que tienen funciones ecológicas muy importante, y que ese lugar esté tomado por countries, que se draguen los ríos, que se destruya la tierra para generar espacios cerrados para unos pocos me parece un desastre ecológico, social y político. Es una vergüenza que se arrase con la naturaleza por un negocio inmobiliario.

Es muy jodido todo lo que está pasando. Dentro de varios años vamos a ver las consecuencias de todo este desarrollo de barrios privados. Es muy difícil llamar a la conciencia cuando los medios de comunicación no hablan de todo esto. Se tapa, se oculta, no se dice la verdad. Entonces yo también agradezco que me estés haciendo esta nota. Es importante que los medios locales cubran estos temas. Sería bueno hacer una reseña de lo que pasa ahí porque la difusión es muy poca. Y el desastre está ocurriendo no solo en Punta Querandí sino que es en todos los humedales de la zona, desde Dique Luján hasta El Cazador.

– ¿Y del gobierno municipal qué opinás?

– Yo veo al gobierno local como el gerenciamiento de unos pocos negocios. Vos le hablás de vivir en armonía con la naturaleza a un intendente y se te caga de risa, si la cosa para ellos va por otro lado.

Es trágico cómo los barrios privados están copando la naturaleza. Que se destruya la tierra para generar espacios cerrados para unos pocos me parece un desastre ecológico, social y político”.

-¿Cómo se dio tu incorporación a la ONG Colectivo Cultural, en Maschwitz?

– Mi llegada al Colectivo fue porque estaba en un momento particular de mi vida, y yo agradezco que haya llegado. Es algo que estaba buscando hacía rato en Maschwitz. Mi hija va a la escuela waldorf y ahí traté de hacer algo, pero no sucedió. Tienen conciencia ecológica y social, pero es una comunidad muy cerrada y no es donde yo me siento cómodo. Me da pena, porque hay mucha capacidad y conciencia en esa gente, que no se abra a la comunidad total, a la comunidad real de acá, de Maschwitz.

Entonces a mediados de este año vino una amiga a decirme que una ONG cultural se quería comunicar conmigo y yo acepté de inmediato, porque era algo que estaba esperando que suceda. Ni bien supe que había una organización así en Maschwitz quise ver qué onda. Lo que hace el Colectivo Cultural es un gesto de vitalidad preciosa. Llaman a la integración social y a la conciencia ecológica a través del arte y la cultura. Me parece que va por ahí la cosa.

Si queremos generar un cambio en nuestra sociedad, lo vamos a lograr desde lo comunitario, desde lo inmediato del barrio, desde las bases poder articular políticas que integren a la comunidad, que exciten la conciencia de la gente. Y a través de estos focos de conciencia hacer una red de organizaciones sociales de base, desde abajo y de ahí para arriba. Es así la historia, no es de arriba hacia abajo. Yo estoy seguro, por ejemplo, que este gobierno, que es sensible a las bases, estaría dispuesto a escuchar, a ceder y decirle que no a la minería, ponele, o a los emprendimientos de barrios privados. Más allá de que hay muchos negocios que los políticos quieren mantener, como pasa acá.

– Necesitan que haya una base social empujando el cambio, decís…

– ¡Pero claro! Imaginate, si vos sos gobierno y hay negocios inmobiliarios en la zona y nadie se queja ni propone nada nuevo… ¿qué vas a hacer? ¿Te vas a poner como Quijote frente a los molinos de viento? No, no es así. Pero si hay una base social articulada, que tiene propuestas concretas, que llama la atención de una manera interesante… ahí ya es otra cosa. Claro que hay gobiernos y gobiernos. Yo creo que este gobierno nacional sí es sensible a esas cosas. Si estuviese Macri, olvidate. Podrías hacer todos los colectivos culturales que quieras por todo el país que no los va a escuchar. Me parece muy valioso lo que estamos haciendo desde el Colectivo. Pero todavía nos falta.

– ¿Qué falta?

– Creo que tenemos que profundizar nuestra conciencia. No estamos del todo curtidos. Somos muy alegres, felices. Generamos cine, teatro, revista, circo y esos espacios son muy valiosos. Desde el punto de vista de la integración social alegre somos un éxito. Pero nos falta afilar la conciencia, porque es muy jodido lo que está pasando. Tenemos que despertar nuestra conciencia primero, y después contagiar a los demás. Porque a nivel social es muy bravo lo que ocurre acá mismo, en nuestra zona. Los humedales se destruyen, los barrios privados se multiplican. Van a venir miles de personas que van a vivir en una ciudad paralela. Desde las vías para el otro lado no vamos a tener acceso y ellos no se van a integrar con el pueblo de Maschwitz. Y ni siquiera van a saber que están viviendo sobre cementerios querandíes y destruyendo la naturaleza.

También es cierto que la explosión demográfica es un hecho y a algún lado tiene que ir a vivir la gente. Pero hay alternativas. Existe el proyecto de Gaia, que es una utopía, pero ellos tienen un proyecto para que en Buenos Aires vivan 60 millones de personas en absoluta armonía con la naturaleza. Ahora, ¿cómo se articula eso desde una política de Estado? Es imposible… creo que estamos condenados a ver el colapso.

Actor con protagonismo

Rodrigo de la Serna participó en films como Diarios de Motocicleta y Crónica de una Fuga. Actuó en la serie Okupas y hoy trabaja en Contra las cuerdas, que sale por la Televisión Pública. El año que viene se estrenará la película Revolución, en la que representa al mismísimo general San Martín.

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