A través de sus historietas y dibujos animados, la cultura japonesa atrapó a millones de personas en todo el mundo. En su mayoría son adolescentes. Radiografía de una nueva tribu urbana.

Por FLORENCIA ALVAREZ
falvarez@dia32.com.ar

La riqueza de la cultura japonesa es tan vasta y genera tanta curiosidad en los occidentales que de a poco logró colarse a través de sus costumbrismos. Se metió en las grandes metrópolis, primero mediante la comida, luego los modales, el idioma, el cine y la literatura, generando una industria multimillonaria a través del manga y el animé. Tanto que fueron capaces de comerse a gran parte del público que podría estar consumiendo éxitos yanquis como años atrás fueron los tradicionales Superman, Batman y El Hombre Araña, a los que hoy se le suman cientos de títulos más.

Los fanáticos extremos del animé, el manga, los videojuegos y la J-Music (música japonesa), se llaman “otakus”. Surgieron en Argentina en la década del ‘90 a partir de Dragon Ball Z y Sailor Moon. Estas dos series hicieron furor y llevaron a que miles de adolescentes comenzaran a indagar obsesivamente en la cultura japonesa.

Los otakus son una de las tantas tribus urbanas que circulan por las ciudades y se los identifica fácilmente: suelen ser grupos de amigos que plagan sus mochilas con pins de sus personajes favoritos, mp3 o iPods cargados con música japonesa que tararean con voz aniñada y bailan ParaPara, una danza de origen nipón en la cual los bailarines deben seguir una coreografía y cumplirla al mismo tiempo.

En sus charlas es muy común que se les escape un arigato (gracias), daisuki (te quiero mucho) o kawaii (qué tierno), y suelen agregar “chan” al final de cada nombre, convirtiendo un simple Martín en “Martichan”.

En Escobar se cuentan por centenas. Más de 150 integran un grupo cerrado en Facebook (Otakus de Escobar) donde se van presentando uno a uno, compartiendo el gusto por algún personaje en especial y organizando reuniones. Muchos domingos a la tarde se los puede ver en la plaza San Martín, charlando y leyendo durante horas. En esas ocasiones también organizan la logística para ir a los eventos o convenciones que suele haber en Capital.

Adoradores de todo

En la jerga del japonés, el término otaku es como un equivalente a “geek” o “nerd”, se usa tanto para hombres como para mujeres y se refiere a un fanático de cualquier tema. Por ejemplo, las “Reki-jo” son las mujeres otaku interesadas en la historia japonesa, pero también se la utiliza como una palabra despreciativa para referirse a personas con obsesiones extremas como puede ser un hombre enamorado de su “dakimakura”, una almohada para abrazar, de tamaño casi real, en relieve, con la imagen de algún personaje de animé, generalmente de mujeres jóvenes, sexys, que son utilizadas entre la juventud japonesa como fetiches.

En Tokio hay distritos enteros que se ocupan de atraer a los otakus, como Akihabara, donde se han establecido desde “maid cafés”, en los que las camareras se visten y actúan como personajes de animé, hasta decenas de tiendas especializadas en historietas, dibujos animados, videojuegos retro, figurines, juegos de cartas y otros coleccionables como el “hentai”, la versión manga o animé del porno.

Cuando la ficción cobra vida

Son famosos dentro del mundo otaku las convenciones, fiestas o eventos donde van a intercambiar revistas, libros y películas, compartir material y discutir sobre las historias que miran y leen. Pero no sólo eso, hay algunos que también se atreven al “cosplay”, una palabra surgida del inglés “costume play”, donde los fans, que suelen tener entre 15 y 28 años, se visten como alguno de los personajes a los que tanto tributo le rinden.

“Uno viene a un evento y se olvida de todo, se convierte en el personaje. La mayoría de los cosplayers son gente grande, de veintipico, porque se necesita plata para confeccionar los trajes”, cuenta Daniela (18), una cosplayer que elige vestirse de Shun, el guerrero de Andrómeda de Los caballeros del Zodíaco.

Noelia (17), alias Seiryu, dice que no le importa que algunos la tilden de rarita. “Somos sanos. Hay chicos que pasan horas mirando fútbol o no sabiendo qué hacer con su tiempo, nosotros tenemos un interés que consiste en conocer a fondo a los personajes que amamos”.

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