Cuando en 1942 Domingo Palermo le dio vida a la librería El Pibe, seguramente jamás haya pensado que el negocio iba a perdurar durante ochenta años. En aquel Belén de Escobar que todavía era bien pueblo, que formaba parte del partido de Pilar y en el que vivía poca gente, imaginar algo así hubiera sido fantasear más de la cuenta. Pero sucedió.
En este 2022, la librería de la calle Spadaccini al 900 está celebrando su 80º aniversario. “La verdad que es algo increíble, hay muy pocos negocios en Escobar con esta trayectoria. Gracias a Dios perduramos a través del tiempo”, afirma Carlos Palermo (65), con la satisfacción lógica de haber sido artífice de este logro.
Cuenta que su tío Domingo abrió la librería con un socio en la calle Rivadavia al 500, a la vuelta de donde está ahora. “Después mi papá (Carlos) compró su parte en 1961 y quedaron los dos hermanos al frente del local”, le explica a DIA 32 el hijo y sobrino de quienes iniciaron el ahora mítico comercio escobarense.
El Pibe tuvo dos direcciones antes de llegar a la actual, una enfrente de la otra. Desde 1983 está sobre Spadaccini, en un local espacioso y cómodo, cuyo frente vidriado ya es parte del paisaje de la cuadra.
Palermo se incorporó a la actividad comercial a fines de los ´80, su padre falleció en 1990 y su tío estaba más de “apoyo logístico”, comenta. Así, él siguió con la herencia familiar.
Los recuerdos de las distintas épocas son muchos. Uno que tiene muy latente es el de ver a su padre yendo a Capital en tren: “Viajaba para hacer sellos que la gente le encargaba, se vestía de traje y corbata y lo tomaba a las 6 de la mañana. Iba dos veces por semana para cumplir con los pedidos”, señala.
También cuenta que en su juventud trabajaba en la agencia de autos Ferrarotti, pero en la época de las fiestas de fin de año y carnaval solía ayudar a su padre en el negocio. “Sacábamos los juguetes a la vereda. La pirotecnia que traíamos era impresionante. Y en los carnavales me acuerdo que vendíamos lanza perfume, todavía no existía la nieve en espuma. Nos poníamos con mi amigo Gustavo Rizzo y cuidábamos las cosas, vendíamos mucho”, sostiene, con picardía y muy buena memoria.
Tiempo presente
En la actualidad el local está equipado con un gran surtido de útiles escolares, mochilas, artículos para dibujo, acuarelas, cartulinas y lápices de todo tipo y color. “En el medio de estos años fuimos sorteando muchas dificultades del país. El negocio hoy está bien, sin tirar manteca al techo. Haciendo las cosas prolijas, se puede seguir adelante”, asegura el comerciante.
Se venden mucho los artículos comerciales y de artística, mercadería no tan usual y que la gente sabe que allí la puede encontrar sin problemas. “Traemos lo que no venden los otros, cosas originales. Esto es como una ferretería, tenés de todo, pero siempre te piden algo que no tenés (risas). Más con Internet, que ahí ven cosas que no se consiguen”, apunta, resignado.
Así como él antes colaboraba con su padre, hoy una de sus cuatro hijas (Eugenia) lo ayuda día a día en la atención. Así, mientras uno se dedica a la venta en mostrador, otro hace las fotocopias, recibe a proveedores o prepara pedidos. “Uno solo es imposible”, afirma.
El Pibe también tiene presencia en las redes sociales, tanto en Facebook como en Instagram, donde canalizan consultas y todo tipo de pedidos. Una modalidad que se acentuó a través de la pandemia, como en tantos otros rubros.
El mostrador del local es el original de cuando abrió, fue hecho por otro tío suyo -eran 12 hermanos- y aún se conserva intacto, siendo participe del día a día y viendo pasar tres generaciones de escobarenses.
“Muchos clientes fueron pasando: hijos, padres y abuelos siguen con nosotros. Viene gente mayor que me cuenta que se acuerda de los comienzos del negocio. Lo que no sé es el origen del nombre, nunca me enteré por qué El Pibe. Cuando era joven me atribuía el título, pero ya no”, acota, risueño.
Dice que no va a festejar las bodas de roble del negocio “por cábala”. “Seguimos así, que vamos bien”, explica, convencido. Y mientras el local es un desfile incesante de clientes, él se toma unos segundos para retribuirle a la gente de Escobar el cariño que le muestra cada día y la fidelidad a la hora de elegir dónde comprar artículos de librería.
“Quiero decirle gracias a la clientela por confiar en nosotros y mantenernos vivos durante todos estos años”, remarca, feliz por perdurar a través del tiempo.