Hace casi tres décadas que lustra zapatos en las calles de Belén de Escobar. Su rostro y su cajón ya son parte del paisaje urbano de la ciudad. “Estoy orgulloso de hacer lo que hago”, afirma.

Por CIRO D. YACUZZI
cyacuzzi@dia32.com.ar

Descendiente de una familia de siete hermanos, de padre albañil y madre ama de casa, “Carlitos” Fernández (51) se encontró desde chico juntando cartones y botellas para elegir su rumbo en la vida: ser lustrador de zapatos. Fue una elección, sí, porque podría haber seguido el camino paterno en el gremio de la construcción, que quizás le hubiera generado ingresos mejores. Pero él sintió de pibe al oficio como un arte, al que quería dedicarse para ganarse el sustento diario.

“Un día le dije a mi viejo que quería empezar a lustrar y él lo aceptó. Ahí empecé a juntar cartones y botellas para comprarme el cepillo, el cajón y todo lo que necesitaba. Guardaba la plata, pesito por pesito”, recuerda.

Carlitos nació en Zárate y hace poco vive en Campana. Hace unos treinta años, un amigo le aconsejó “que viniera a laburar a Escobar, porque no había nadie que se dedicara a esto”. Desde entonces, todos los días se toma el tren para venir a trabajar a las veredas de Belén de Escobar con su cajón cargado de betún negro y marrón, cepillos, franelas y tintas.

En el recordado bar “Rivadavia” de la terminal lustró sus primeros zapatos. “Don Iglesias me dejaba trabajar con sus clientes y me daba de comer. Muchas veces yo lavaba las copas. Los viernes y sábados estaban los bailes”, escarba de su retina con una sensación de nostalgia de tiempos alegres.

Cuando vuelve a hablar de su oficio-arte-profesión, se le infla el pecho: “Estoy orgulloso de hacer lo que hago y muy agradecido al cajón, que me da de todo. Yo veo pibes a los que les gusta afanar, pero no les gusta agarrar el cajón. A mí no, me gusta trabajar. Quiero a la gente y la gente me trata muy bien, todos me quieren”.

Hoy, sin embargo, su principal sustento es un trabajo que consiguió en el programa nacional de cooperativas. Son cuatro horas, de lunes a viernes, por las que cobra dos mil pesos mensuales. Eso, más los “40 ó 50, con suerte” que junta por día lustrando zapatos, le permiten llegar a fin de mes. “Hay días en los que no saco nada. Pero no me caliento mucho, igual vengo siempre, porque acá me entretengo”.

Por la avenida Tapia de Cruz, en la terminal o en la calle Mitre, donde suele parar, Carlos Rubén Fernández es el rostro escobarense de un oficio en vías de extinción que él desempeña con dignidad y arte de laburante.

Ilustres del cepillo

Muchas celebridades y figuras famosas del mundo comenzaron ganándose sus primeros pesos lustrando botas en la vía pública. El ex presidente brasilero Luiz Inácio Lula da Silva, el líder revolucionario de la minoría negra estadounidense Malcolm X, el cantante inglés Ozzy Osbourne y el mismísimo “padrino del soul”, James Brown, son algunos de los personajes más conocidos que supieron desempeñar el oficio durante sus épocas de anonimato.

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