Memorias del cincuentenario

Por Redacción

redaccion@dia32.com.ar

por ROCÍO M. OTERO
rotero@dia32.com.ar

El olor a tierra mojada invade el ambiente, las calles de barro, el silencio que abunda y que solo se ve cortado por las lejanas pisadas del caballo que al grito de “lechero” de su jinete se acerca de a poco. Los chicos, al costado de las veredas, husmean en la zanja, donde el agua de todas las casas se junta, buscando lombrices para ir a pescar. Las pisadas se marcan en el suelo como huellas impregnadas que van construyendo la historia del viejo Escobar.

Era un pueblo totalmente distinto a la ciudad urbanizada que se conoce hoy. No se contaba con McDonald’s, Jumbo, Easy ni mucho menos con un “Larry de Clay” con página propia de Internet. No éramos tantos, no había tantos edificios, ni ruido ni esmog. Había menos cosas, pero sobraban otras que ahora parecieran faltar o escasear cada día un poco más.

Hasta mediados del siglo pasado, las tierras que hoy se conocen como Belén de Escobar pertenecían al partido de Pilar -al igual que Garín, Matheu y Maquinista Savio (Ingeniero Maschwitz y la sección de Islas eran parte de Tigre)- y superaban a la entonces cabeza de partido en población, así como las actividades económicas y sociales aumentaban su dimensión. Sin embargo, la conquista de la independencia parecía estar lejos, aunque tras el cuarto intento fue posible.

A varias décadas, los protagonistas de aquella lucha hacia la libertad, los encargados de construir en base a cimientos sólidos pero aún indefinidos un nuevo distrito, recuerdan esos días de finales de los ’50.

Santiago Curio es uno de los apenas tres miembros de la comisión Pro Creación del Partido de Escobar que aún viven. “Me llamaron para integrarla porque en ese momento era directivo del Club Boca del Tigre. Las reuniones se realizaban donde ahora está la plaza principal, en una casa añeja de la que solo queda una placa. Escobar se estaba agrandando, pero dependía todo de Pilar, porque la mayoría de las cosas buenas iban para allá”.

Tras varios meses de averiguaciones para constatar que definitivamente Escobar iba a poder organizarse de manera política y económica sin tener que depender de nadie, y gracias a la intervención del diputado provincial Edilfredo Ameghino, finalmente se consiguió que el 8 de octubre de 1959 se sancionara la ley 6.068 que dispuso la creación del partido.

«Yo en ese tiempo hacía de locutor, teníamos dos horas de programa diarios y transmitía todas las novedades y noticias. Recuerdo con mucho cariño esa época de mi vida. Todos trabajábamos mucho y de la nada sacamos adelante esto», rememora Curlo con cierta nostalgia.

Las cosas eran muy distintas a la ciudad que se ve ahora: “Escobar era un pueblo de campo grande, tenía muy buena gente, honesta, y no había problemas de los que hay hoy en día. Hace dos o tres años las cosas cambiaron bastante. El partido, en general, está muy descuidado». Otro integrante de aquella comisión es Canio lacouzzi: “Cuando llegué a la comisión, en 1957, estaba todo medio armado. Me invitaron a integrarla porque soy ingeniero civil y era uno de los encargados de hacer el futuro plano de la ciudad de Escobar. Como no teníamos elementos, buscábamos planos en el estudio geográfico militar de Buenos Aires y agarrábamos un poco de cada cosa. Y así, de a poco, íbamos armando lo nuestro. Trabajamos de la A a la Z”.

«La gente piensa que Escobar ha llegado al máximo, que vivimos en la gloria, y eso es un grave error. Nosotros antes nos involucrábamos más, teníamos ganas de mejorar, de que salga adelante”, lamenta lacouzzi.

Juan “Pichín” Ameghino es hijo del “Chino” Ameghino (foto). «Mi viejo era un tipo muy honesto que trabajó mucho para que Escobar llegase a algo, porque antes toda la plata que venía se iba para Pilar. Cuando él empezó a hacer política no tenía auto, me lo sacaba a mí, llevaba y traía a la gente para los actos y jamás cobró un peso. Hasta la nafta la pagaba de su bolsillo”. El hijo de uno de los fundadores del partido se quiere mudar de la ciudad que vio nacer, porque en la urbanización actual no encuentra la calidad de vida del ayer. “Escobar, en ese momento, era otra cosa. Yo tenía diez años y pisaba barro, pasaba el verdulero, el lechero. Era realmente campo y había tranquilidad. De mi casa a la cancha de Independiente mi papá me chiflaba y yo lo escuchaba. Todo en esa época era otra cosa”.