Mateo Verón empezó a pelear a los 14 y ocho años después le llegó la hora de la consagración. El “Chino” entrena a las órdenes de su padre en el gimnasio de AFUG y ahora va por más: quiere pelear por el Sudamericano.

Por JAVIER RUBINSTEIN
Director de El Deportivo Magazine y El Deportivo Web

A los 22 años, Mateo Damián Verón vive el momento de mayor esplendor dentro de su prometedora carrera como profesional de los golpes: en la noche del 3 de marzo, ante tres mil espectadores, se consagró campeón argentino de la categoría superwelter al vencer por puntos a Alejandro Falliga, en una pelea de semifondo que la TV Pública transmitió a todo el país. Las tarjetas de los jueces fueron contundentes: 97-94, 99-92,5 y 98-93,5.

El “Chino” lleva el boxeo en los genes: su padre, Antonio, fue boxeador y después entrenador; un primo suyo -Sergio González- se calzó el cinturón argentino dos veces y su hermano también supo lo que es subirse al ring y que le saquen hasta el banquito. “Cuando los veía entrenar y triunfar yo quería ser como ellos. Al principio empezó como un juego, pero después lo tomé en serio. Más allá de ser sacrificado y muy duro, me gusta mucho”, le cuenta a DIA 32.

También reconoce que el primero en motivarlo para no bajar los brazos fue su padre: “Siempre fue un referente para mí e influyó mucho a que me dedique a tomar esta carrera. Le agradezco porque gracias a él hoy estoy donde estoy”.

Alto y flaco, la balanza le acusa unos 69 kilos. Al principio, el físico le jugaba malas pasadas. “Arranqué a los 14 años, era muy delgado y siempre me tocaba con tipos más grandes, físicamente había una gran diferencia y no podía soltarme. Mis diez primeras peleas fueron así, perdía seguro… pero ojo, después no todas fueron perdidas, eh”, señala al responder sobre sus inicios y la influencia del físico en plena etapa de la adolescencia.

Pero poco a poco el “Chino” fue ganando músculos y potencia. Y si bien conserva su aspecto desgarbado, sus golpes son certeros y logró terminar la etapa amateur con nada menos que 93 combates en sus espaldas. “Se me hizo largo y muy difícil llegar al profesionalismo, porque pasaron muchísimas peleas. Gané, perdí y empaté, pero siempre fijé mi mente en llegar a mi meta. No es nada fácil, nadie te regala nada”, asegura.

En cada disciplina un deportista tiene sus propias virtudes y estilo. El nuevo campeón argentino, formado en la escuela de box que su padre tiene en el gimnasio de AFUG, en Garín, se define “como el deporte mismo: un boxeador”. Y amplía: “Soy muy frío para pelear y camino muy bien el ring”.

Verón no tiene ídolos o referentes argentinos. “Hay muchos y muy buenos, pero no hay uno que me guste”, dice. De los internacionales, en cambio, destaca a Floyd Mayweather: “Me gusta su estilo, es muy vivo para pelear”.

El “Chino” es generoso a la hora de dedicar la victoria que le valió el título argentino de su categoría y se acuerda de quienes lo apoyaron siempre- “Esta alegría es para mi hermano, mi padre, la gente de mi rincón, la gente humilde que me conoce en Garín y para AFUG, que nos presta el lugar”.

Pero el joven pugilista de Benavídez no piensa dormirse en los laureles y ya planea ir por más, un nuevo objetivo lo desvela: “Esto no termina acá. Quiero pelear con Luciano Cuello por el título sudamericano. El desafío ya está hecho, solo falta que suene la campana del otro lado, estoy convencido y preparado para quedarme con ese título. Sino se define veremos cómo sigue mi carrera, si defendiendo el argentino o quizá vaya a pelear al exterior, todavía no lo sé. Queremos figurar en el mundo, mi anhelo es ser campeón mundial”, sostiene con el convencimiento de un ganador.

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