Además de una marea de pañuelos verdes, con el debate por el aborto también sobresalió una nueva forma de comunicarse, que busca romper las tradiciones más conservadoras del castellano.

Por ALEJO PORJOLOVSKY
aporjolovsky@dia32.com.ar

Mientras transcurría la histórica sesión en la que el proyecto de ley para la despenalización del aborto recibió media sanción de la Cámara Baja, el video de una adolescente hablándole a “les diputades indecises” se hizo viral y puso un nuevo debate sobre la mesa: el denominado lenguaje inclusivo.

Seguramente Natalia Mira, una de las estudiantes que participó de la toma del tradicional colegio porteño Carlos Pellegrini, no pensó que lograría tanta repercusión cuando aceptó salir en un móvil del canal A24 para someterse al escarnio del periodista Eduardo Feinmann. Pero su forma de expresarse, reemplazando la letra o por la e, no sólo fue motivo de burlas y elogios en las redes sociales, sino que logró darle más visibilidad a una filosofía antisexista que está en pleno crecimiento.

Para disgusto de los lingüistas amantes del castellano tradicional y la Real Academia Española (RAE), hace un tiempo que la escritura está desarrollando un cambio. Primero fueron las arrobas (@) -letra característica de la web- las que suplantaron a las o; luego llegó el turno de la equis, una variante algo confusa y molesta a la hora de leer palabras con esa consonante como vocal. Desde hace un tiempo, la letra e pareciera haber generado un consenso mayor que las anteriores implementaciones, aunque sin dejar de ser resistida con esa función.

“El masculino funciona como neutro e incluye a todos”, explica una y mil veces la institución ibérica que se arroga el derecho de poner y quitar palabras del idioma castellano a gusto y placer. Todos se asombran cuando términos modernos como “googlear”, “friki” u “okupa” ingresan a sus diccionarios, pero el conservadurismo ante las cuestiones de género es una de sus banderas predilectas.

“El uso de la letra e como supuesta marca de género es ajeno al sistema morfológico del español, además de ser innecesario, pues el masculino gramatical funciona como término inclusivo en referencia a colectivos mixtos, o en contextos genéricos o inespecíficos”, afirmaron desde la cuenta de Twitter de la RAE ante la consulta de un usuario argentino.

En nuestro país, el lenguaje inclusivo fue ganando un importante terreno en las redes sociales y de allí pasó directo a las calles y a los estudios de TV, donde Feinmann y compañía escuchan horrorizados.

Lera Boroditsky es una científica cognitiva y psicóloga bielorrusa que está radicada en Estados Unidos, donde se dedica a estudiar detalladamente el lenguaje. Su charla TED tiene más de 30 millones de visualizaciones. Uno de sus experimentos sociales fue pedirle a personas alemanas y españolas que describan las características de la palabra “llave” en sus idiomas.

En el dialecto teutón (“schlüssel”) es un término masculino y la mayoría lo describió como “férreo”, “duro”, “útil” y “metálico”, entre otros. Por su parte, en castellano es una expresión femenina y fue definida como “pequeña”, “preciosa” y “brillante”. Según Boroditsky, el género gramatical transforma la forma en que vemos los objetos.

“No creemos que tenga sentido forzar las estructuras lingüísticas para que constituyan un espejo de la realidad ni impulsar políticas normativas que separen el lenguaje oficial del real”, había señalado Ignacio Bosque, académico de la RAE, en un artículo en el que cuestionaba el lenguaje inclusivo.

Sin embargo, buena parte de la sociedad pareciera hacer oídos sordos hacia él y la institución a la que representa. Clubes, referentes de los medios y hasta el Congreso de la Nación ya le han dado el visto bueno a esta manera alternativa de comunicarse.

Se puede estar en contra, puede no gustarle a todos y hasta es entendible que genere cierto ruido, pero es imposible negar que el lenguaje inclusivo es un cambio que ya está en camino.

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