En 2011 integró la primera tripulación femenina de Aerolíneas Argentinas. Y ahora fue copiloto en vuelos sanitarios y de repatriación por la pandemia. “Es emocionante y triste a la vez”, afirma la vecina de Garín.

Para María Fernanda Coronel (46) volar es una sensación familiar. Ya estaba en el ADN de su árbol genealógico: su abuelo Alberto fue piloto, pero falleció cuando ella era chica, por lo que inicialmente no barajaba esta profesión como una alternativa a la hora de elegir su camino.

Buscando su vocación, empezó el curso de ingreso de odontología y luego el de abogacía. Fue en ese momento que su padre, también llamado Alberto, la impulsó a tener su primera experiencia en el aire, en la escuela de vuelo Flight Master -actual Flight Center-, aledaña al lugar donde él estaba aprendiendo a conducir helicópteros.

Ella tenía 17 años cuando hizo su primera hora de vuelo. “Recuerdo que cuando estábamos por aterrizar me tapé la cara. Cuando era chica no me gustaba subirme a un avión ni a una lancha, ni una moto. A todo me subía llorando. Después me explicaron que es muy común tenerle miedo a algo que no controlás”, recapitula al contarle a DIA 32 las sensaciones inolvidables de ese bautismo aéreo.

Desde ese día se dio cuenta de que le fascinaba tener la capacidad de volar y decidió que esa sería su profesión. “Y ahí sí anduve en moto o lancha sin problema… y no me baja nadie”, asegura “La Tana”, que se ganó ese apodo en la escuela de vuelo donde trabajó como secretaria antes de ingresar a Aerolíneas Argentinas. No exactamente por su apellido, sino por su determinación y carácter fuerte.

Nacida en Castelar, vivió en Pilar mucho tiempo y hace dos años llegó a Garín, ya que le resultó una opción asequible a la hora de comprar un terreno y tener la casa propia. Además, se alegra de contar con familia y amigos cerca.

Orgullosa de volar

En el manual de operaciones de Aerolíneas Argentinas figura lo que debe hacerse en caso de catástrofes, guerras y epidemias: “Ponernos al servicio del país. Y eso es lo que se hizo históricamente”, resalta la piloto, que vuela hace 27 años y desde 2007 trabaja en el cargo de copiloto para la línea aérea de bandera.

“Aerolíneas llevó y trajo soldados e insumos en la guerra de Malvinas. Es doloroso que la gente pierda la memoria, sin darse cuenta del sacrificio que estamos haciendo”, lamenta.

En el contexto de esta pandemia, Fernanda ya participó de vuelos de repatriación a Miami, Cancún, Roma, Madrid y Londres. Además, realizó dos de búsqueda de insumos sanitarios a Shanghái.

“Con esto vemos la importancia que finalmente tiene la línea área de bandera, a veces no se entiende hasta que suceden estas cosas. La pérdida de dinero por salir desde acá con aviones vacíos es muy grande y es lógico que una línea privada no quiera tener estos gastos”, explica.

Para ir y volver de China fueron 62 horas de viaje en total -incluyendo escalas y la espera de carga-, con 54 horas netas de vuelo. La tripulación no tenía permitido alejarse del avión hasta regresar al país; lo único que podían hacer era caminar un poco alrededor de la aeronave en las escalas.

Al enterarse que sería parte de la tripulación de estos vuelos, dice que sintió un enorme orgullo, responsabilidad y respeto por la tarea que emprendía. Volar en estas condiciones implicó una enorme preparación de las cabinas para dividir los sectores y que la tripulación esté resguardada de los contagios.

“Es emocionante y triste a la vez, porque los aeropuertos están vacíos. Entiendo que esto puede perderse de vista cuando estás en casa y no ves otra cosa. Pero puedo decir que el mundo entero está igual y estuvo peor”, comenta.

Cuenta que en los primeros vuelos de repatriados la gente estaba muy enojada cuando subía al avión por los tiempos de espera. Recién en los siguientes mostraban una actitud más calma, tranquila y de agradecimiento. “Uno no busca que le reconozcan nada sino ser útil. Pero tampoco es grato el ataque”, señala.

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Su camino al cielo

Aunque ver la tierra desde arriba es un privilegio, la profesión de piloto tiene su parte difícil. En principio, por la demora característica a la hora de ingresar a las aerolíneas, ya que hay muchos postulantes para pocos cupos.

Además, no conseguir empleo por tiempo indeterminado resulta desesperante. “Se sufre mucho cuando no tenés trabajo, porque si sos piloto, sos piloto. Durante cinco años hice trabajos que no tenían que ver con lo mío, como cajera o recepcionista de restaurantes”, señala.

Respecto de dificultades asociadas al género, dice que ser mujer puede llegar a influir en la selección del personal: “La realidad es que muchas veces una se siente discriminada, pero yo particularmente aprendí a gestionarlo. Además, ser piloto mujer y tener una vida personal resulta complicado”.

Cuando ingresó a Aerolíneas tuvo que ocuparse de conseguir uniforme para mujeres, porque les daban pantalón, saco y hasta zapatos de hombre. También, junto a su padre, que es abogado, impulsó el convenio de maternidad, que directamente no existía.

Fernanda alterna su pasión de volar con la pintura, una actividad que disfruta tanto como despegar y aterrizar. Esa sensación suave que se tiene cuando el avión toca la pista, asegura, es propia de los pilotos argentinos; los extranjeros tienden a un aterrizaje donde se siente más el golpe. Los de acá, dice orgullosa “La Tana”, saben hacer esa “canchereada”.

MUJERES PIONERAS

Empoderadas del avión

En marzo de 2011 ocurrió un hecho histórico para la aviación nacional: Aerolíneas Argentinas llevó a cabo el primer vuelo de tripulación femenina del país, desde Aeroparque a San Carlos de Bariloche. Ella fue la copiloto y Viviana Benavente la piloto.

“Me siguen llamando por el Día de la Mujer para hablar de este vuelo y ya respondo que no, porque tiene que dejar de ser noticia para ser naturalizado”, afirma.

Después de aquel viaje siguieron otros y, en cierta medida, nota el incremento de mujeres piloto desde que ella empezó. Sin embargo, sigue resultando extraño tenerlo en cuenta como una opción de profesión femenina.

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