Escucharlo cantar baladas en “portuñol” es como transportarse a algún parador de una mansa playa brasileña, disfrutando de un trago y degustando algún plato típico. Eso genera Paulinho, un artista que con su carisma se hizo popular en la zona norte de Gran Buenos Aires y en Ingeniero Maschwitz, donde se radicó en 2018.
Luis Paulo Silva Nunnes (57) nació en la localidad de Dom Pedrito, en el estado de Río Grande do Sul. Vivió en Porto Alegre y Belo Horizonte, siempre con la música como sostén, tocando en distintas bandas. A mediados de los noventa llegó por primera vez a la Argentina, invitado por un amigo, para conocer el país a nivel turístico.
“Vi que había mucho trabajo y empecé a ir y venir. Trabajando acá ya no tenía que hacerlo en Brasil, me arreglaba muy bien con lo que ganaba”, le cuenta a DIA 32. “Tocaba en The Roxy, donde conocí a los Ratones Paranoicos y al “Negro” García López (ex guitarrista de Charly García). Estaba mucho en un bar-boliche que se llamaba Maluco Beleza y toqué en la primera cena show, todo de música brasileña. También en Hipopotamus, en Recoleta”,, repasa.
En esos años se hizo muy conocido: hasta tuvo apariciones en revistas y canales de música, que lo entrevistaban por el éxito que alcanzó lejos de su tierra natal. Por entonces, 21 días trabajaba en Argentina y otros tantos iba a Brasil a ver sus hijos, pequeños en esa época. Así anduvo yendo y viniendo hasta 2003, cuando se radicó definitivamente en el país.
Barrio Norte fue su primer destino. Después tuvo otros domicilios y hasta llegó a alquilar un departamento compartido con periodistas, para achicar gastos. Además, durante tres temporadas se alojó en San Clemente del Tuyú, donde había puesto un bar cultural con shows y obras de teatro cerca del mar.
“Lo único que no me gustaba era el frío, y hacía mucho. Ahí me empecé a dedicar a la gastronomía, algo que sigo haciendo y de lo que estoy viviendo ahora”, sostiene. Su especialidad es ahumar bondiolas, jamones, pollo y distintas carnes. Es proveedor de varios comercios gastronómicos y también vende sus productos en grupos de WhatsApp.
Después de la experiencia en la Costa Atlántica se mudó a Olivos, donde vivió tres años, a una cuadra de la quinta presidencial. “Ahí fue cuando empecé a venir a Maschwitz y terminé mudándome acá en diciembre de 2018. Vine porque había muchos lugares para tocar, como el Quo y el Paseo Mendoza”, señala.
Autodidacta y multifacético
Paulinho es compositor, guitarrista y arreglador. Este año participó en un festival virtual europeo para coros de música clásica. También tiene un repertorio de temas propios, que solo interpreta en recitales más largos; en los restó prefiere hacer covers de éxitos nacionales o brasileños, donde la respuesta del público es instantánea.
“Me gusta la música de Fito Páez, Spinetta, Pedro Aznar, pero mi ídola más grande es Mercedes Sosa: llegué a conocerla e hice versiones de temas de ella en portugués. Las escuchó y le gustaron mucho. De Brasil me encantan Milton Nascimento, Chico Buarque, Djavan, Caetano Veloso, Gilberto Gil y los padres de la bossa nova, que son Tom Jobim y Vinicius de Moraes. Hay músicos increíbles, yo me considero hijo de todos”, destaca, haciendo un repaso de sus favoritos, grandes figuras de la música sudamericana.
Actualmente integra un trío con el que toca folclore, afro uruguayo, argentino y brasilero. Además, canta bossa nova, melódicos, rock nacional y reversionó clásicos de tango como Por una cabeza, tema que tiene su video en YouTube.
Me fascina vivir acá, hay mucha gente con muy buena onda, con un nivel vibratorio muy parecido. Esta zona es privilegiada energéticamente”.
Como a otros tantos artistas, las restricciones impuestas por la pandemia también lo llevaron a incursionar en la modalidad virtual: desde su página de Facebook hizo varios recitales en vivo, pasando una gorra virtual.
En distintos momentos de su carrera se dio el gusto de tocar con la actriz y cantante Sandra Ballesteros y con el guitarrista y saxofonista Willy Crook. En los ´90 fue parte de la banda de Derek López, en el auge de Batida de coco, la canción que más conocido hizo a su compatriota, hoy radicado en Miami.
Paulinho casi no estudió en conservatorios, se considera un autodidacta. “Creo que soy un virtuoso de la música, tengo swing y mucho ritmo en mi mano derecha. La música es energía. Los jóvenes me quieren, me saludan, se acercan y eso me llena el corazón, soy una persona muy entregada”, confiesa, feliz por el reconocimiento de los escobarenses.
Por ahora, regresar a su país natal, donde están sus cinco hijos y tres nietos, no es opción. “Mi familia me pide que vuelva, pero si lo hago es a un lugar de playa, para vivir mis últimos años. Me fascina vivir acá, hay mucha gente con muy buena onda, con un nivel vibratorio muy parecido. Esta zona es privilegiada energéticamente. Quiero crecer con mis productos gastronómicos y con mi música, que son mis dos pasiones”, afirma el brasileño, un bohemio, carismático y entrador, que se enamoró de Maschwitz y su gente.