El partido de Escobar está lleno de rincones ocultos o poco conocidos con un encanto natural singular. Uno de ellos está en Loma Verde. Un sendero con paisajes, detalles arquitectónicos y una belleza exótica que invitan a un paseo de ensueños.

Como un túnel de ensueño, como un pasaje hacia un mundo de cuento, del lado oeste de Loma Verde hay una calle estrecha, tan pintoresca como misteriosa por la particular combinación del paisaje y la arquitectura. Pocos la conocen. Se llama El Mirador.

La mística de esta localidad se asocia al descubrimiento de lugares mágicos y escondidos, porque aparecen de manera inesperada, son desconocidos para algunos o tienen una historia enigmática. Además, nunca son los mismos: de acuerdo a la estación del año, la vegetación trae distintos regalos.

El acceso por la calle Arturo Boote y la armonía del verde van preparando a cualquiera que llegue desde la autopista con un ritmo citadino. Así, a unos dos mil metros de la Colectora Oeste, del lado derecho, aparece El Mirador, que llama la atención desde el inicio por sus arbustos frondosos, el enorme portón y la pared de piedras grises de la propiedad de la esquina; e incluso por los contenedores de residuos, vistosos por su diseño en madera rústica.

La calle tiene una extensión de 1.043 metros; termina en un alambrado que da a la barranca y al bañado del Río Luján. Al recorrerla prácticamente no se ven las casas, que son pocas y están emplazadas en terrenos muy bastos.

Todas las miradas se las llevan las farolas que asoman entre la vegetación a lo largo del trayecto. Colgadas de una ménsula de hierro y sujetas a columnas de quebracho, le dan un estilo con reminiscencia medieval al sendero y acompañan la parquización realizada por los vecinos.

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A medida que se avanza hacia el fondo, el follaje se vuelve tan abundante que en algunos tramos las luminarias están encendidas en pleno día. Las enredaderas van de lado a lado y se trepan de los postes. El efecto paraguas de los árboles y las plantas genera un juego de luces y sombras a lo largo de todo el camino.

Además, hay piedras y troncos ornamentales colocados en medio de la alfombra verde que generan las rastreras o cubre suelos. Como si fuera poco, un pequeño arroyito cruza la calle y el sonido del agua se suma al canto de las aves.

Se ven álamos, robles de los pantanos, eucaliptus medicinal, laurel y ligustros. Se enciman moras blancas y negras que tiñen el asfalto; también se entremezclan lirios colorados, madres selvas, jazmines amarillos, helechos, achiras y el vulgarmente conocido “Farolito chino” (Abutilón).

“La mayoría de las plantas son exóticas, no nativas. Parquización, árboles plantados. Luego, debajo, hay mucho sembrado por los pájaros”, cuenta Marcela Sánchez, quien es botánica del Instituto de Recursos Biológicos del INTA y trabaja en un proyecto de bio-corredores.

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En medio del camino resulta llamativa la arquitectura con portones de madera y muros bajos, techados a dos aguas con tejas oscuras estilo medieval. El violeta de la Santa Rita entreverada le da el toque final de belleza.

Algunas de las casonas fueron construidas en los años 90, cuando también se asfaltó la calle. Otras son anteriores: el primero que se afincó en la zona fue el médico endocrinólogo Martín Cullen, que trabajaba en la sala de primeros auxilios. En los años 70 compró una chacra de grandes dimensiones que usaba para el fin de semana. Para los que construyeron posteriormente, la modalidad de venir a pasar unos días a Loma Verde, y alternarlo con su vida en la ciudad, o incluso en otros países, fue la más usual.

El nombre El Mirador lo pusieron los mismos vecinos; en algunos mapas aparece como “Calle sin salida”. Llamarlo así estaría relacionado a una conocida referencia para describir este lugar -a partir de esta arteria y hasta la siguiente, que es Borges- relacionada a que desde allí se pueden observar tres municipios: Escobar y Exaltación de la Cruz a cada lado del Río Luján y Pilar hacia el oeste.

Caminar todo el trayecto de esta calle, que los sábados, domingos y feriados es de tránsito peatonal, es una entrada a un cuento de hadas. Y se suma a la lista de sorpresas mágicas que regalan algunos lugares de Loma Verde.

*Nota publicada en revista Escobar Norte – Edición Diciembre 2020.

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