Los imponentes silos de la calle Nazarre llevan 25 años inactivos, testigos de una época dorada y de un final fraudulento. El posible desembarco de un molinero harinero.

Manuel Gurmendi fue un inmigrante vasco nacido a fines del siglo XIX, portador de una cabeza vanguardista que se destacó por haber fundado, además de una siderúrgica de primer nivel, uno de los negocios más exitosos de todos los tiempos en la zona. Tenía 70 años cuando decidió embarcarse en una aventura avícola que nada tenía que ver con su metier en el acero y crear la famosa Granja San Sebastián, nombre que homenajeaba a su ciudad natal.  

En sus épocas de gloria -décadas de los ‘70 y ’80- llegó a producir dos millones de pollos mensuales. Un proyecto innovador, cuya cadena de producción iba desde el huevo de una gallina hasta el pollo listo y envasado para ser entregado a las bocas de expendio y de ahí directo a la mesa. En su apogeo, cerca de 500 personas trabajaron en el establecimiento. 

“Los famosos pollos de doble pechuga estaban haciendo furor, era toda una revolución. Esto coincidió con que en ese momento prohibieron la entrada de aves vivas a la Capital por ser muy antihigiénico. Nos fue muy bien, también abrimos una planta procesadora de cerdos y la empresa funcionó por casi veinte años”, recordaba tiempo atrás su hija, Zulema Gurmendi, en una entrevista.

La decadencia de ese próspero negocio comenzó en la segunda mitad de los ‘80. “Pasó lo que siempre pasa en este país: te va bien, reinvertís, confiás y, al cabo de equis años, viene una crisis. Trajeron los pollos de Brasil, que al final fue un negocio pésimo porque se pudrieron, los pollos de Mazzorín, y nosotros nos fundimos”, lamentaba la hija del empresario.

Gurmendi era dueño de los terrenos que ahora ocupan los countries San Sebastián y Pilar del Este. La planta faenadora estaba en Zelaya, Pilar, pero los silos donde se producía y almacenaba el alimento balanceado para nutrir a los pollos de San Sebastián, y a miles de pollitos que crecían en otras granjas, estaba en Matheu.

Las instalaciones de la gigantesca San Sebastián fueron levantadas por la constructora Impresit Sideco, dirigida por Franco Macri, el padre del ex presidente. La había fundado en 1961 y luego, durante los ‘70, logró contratos para construcciones tan importantes como la Central Nuclear de Atucha, la Central Hidroeléctrica Salto Grande y el Puente Internacional Posadas-Encarnación.

Juan Carlos Toledo trabajó en la planta durante 17 años, desde 1983 hasta 2000, cuando quebró. “Fue una empresa importantísima para nuestro país, que le daba de comer a muchas familias que al final quedaron en la calle. Yo trabajaba de chofer dentro de las instalaciones, porque era tan grande que de un lugar a otro había que moverse en camioneta. Gracias a San Sebastián pude tener un buen pasar y una vida digna”, le cuenta a DIA 32 el conocido vecino escobarense.

Manuel Gurmendi falleció en 1982. Tiempo después, la firma pasó a pertenecer a la sociedad conformada por San Sebastián, frigorífico Basavilbaso y la Cooperativa Avícola del Oeste. Pero para cuando finalmente entró en quiebra, estaba en manos de un señor llamado Alberto Storni.  

Según Toledo, el final fue “triste e injusto”, porque cuando la fábrica se declaró en quiebra en Argentina, ya estaba afincada en Venezuela y en Brasil. Storni terminó pagando indemnizaciones y deudas con cheques sin fondos, dejando un tendal de perjudicados.

La gente despedida no fue el único problema ni el cierre de la granja el mayor de todos. Al dejar de funcionar la planta de alimento balanceado, los pollitos de otras empresas avícolas, que dependían del alimento que se producía en San Sebastián, comenzaron a morirse de hambre. En 2001 fue noticia en todos los diarios y hasta se temió que la situación provocara desabastecimiento de esa carne en las góndolas.

En sus épocas de gloria -décadas de los ‘70 y ’80- llegó a producir dos millones de pollos mensuales. Cerca de 500 personas trabajaban en el establecimiento. 

Los silos de Matheu

Las tierras donde se producía el alimento balanceado para los pollos ocupan una superficie de 2,15 hectáreas, ubicadas sobre la calle Domingo Nazarre al 800. Desde hace un cuarto de siglo parecen abandonadas y habitadas solo por palomas, que aún son atraídas por el olor que emana de esas enormes torres oxidadas y dejadas a la buena de Dios.

Se trata de una planta de acopio que cuenta con una capacidad total de 16.000 toneladas, distribuidas en 16 silos de diferentes capacidades y material constructivo. Es apta para el almacenaje de toda clase de granos y cereales y cuenta con sistema de descarga, de prelimpieza, una plataforma volcadora hidráulica, una secadora, tablero eléctrico automatizado, balanza para camiones y playa de estacionamiento. Por su parte, la planta de alimento balanceado posee 3 prensas de 180HP, con una capacidad nominal de 700 toneladas al día.

Durante varios años, parte de esos terrenos estuvieron usurpados por medio centenar de familias, que supuestamente fueron engañadas por un estafador que vendía lotes que no le pertenecían. En junio de 2024, la Policía Bonaerense llevó a cabo un impactante operativo para desalojar el predio.

Sin embargo, ese lugar tiene dueño desde 2007, cuando una empresa la compró en un remate con la idea que hacer un negocio que no prosperó.  

Reactivación en marcha

Si bien los actuales dueños del predio prefieren que sus nombres no salgan a la luz, accedieron a una charla con DIA 32 en la que confirmaron que próximamente pondrán en funcionamiento el Molino Matheu. La meta es producir 200 toneladas diarias de harina para hacer pan.

Actualmente se están readecuando las instalaciones civiles para hacer el molino harinero, ya están hechas las nuevas oficinas y gran parte del reacondicionamiento de los galpones.  

El nuevo inversor conoce la historia de San Sebastián. Afirma que es muy recordada por darle trabajo a mucha gente y por ser de esas empresas que hasta tenía un médico permanente por si algún empleado necesitaba ser atendido. “No vamos a tener tantas personas, porque ahora las automatizaciones están mucho más tecnologizadas, pero igual vamos a requerir bastante personal, unas 100 personas”, aseguró.

Por ahora no saben -o prefieren mantener en reserva- bajo qué marca trabajarán. Lo que sí tienen previsto es también entrar en el mercado de los alimentos balanceados, aprovechando el subproducto del trigo, que es su cáscara. Al mezclarse con otros granos molidos, aditivos y pasarlos por una prensa, se logran esos pequeños pellets que sirven para darle de comer a varios tipos de animales.    

No es la primera vez que se anuncia que el molino harinero se pondría en funcionamiento. Desde 2016 que suenan rumores sobre su posible apertura. Pero parece que esta vez sí alguien se dignará a revivir lo que supo ser una fábrica de orgullo nacional.

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