En los tiempos que su negocio le deja libre, Aníbal Rougier se dedica con pasión a los autos a radio control. Además, hace maquetas de naves espaciales. “Tengo 47 años, pero con lo que hago me siento de 20”, asegura.

Muchas personas tienen facetas que la inmensa mayoría ignora, casi ocultas. Gustos, hobbies, pasiones o talentos que despliegan más en su intimidad que en público. A Aníbal Rougier (47), por ejemplo, casi todos lo conocen por su comercio de la calle Asborno, a media cuadra de la plaza central de Belén de Escobar, donde desde hace 18 años vende colchones y sommiers.

Detrás del mostrador se desenvuelve con una amabilidad natural y amplio conocimiento del rubro. Pero fuera del local, cuando las tareas laborales no apremian, tiene un par de pasatiempos como coleccionista, para desenchufarse y cambiar de aire. Es un apasionado por los autos a radiocontrol y por la saga La Guerra de las Galaxias.

“Es un hobby que busqué para entretenerme, lo había visto en televisión y llegó un punto que hasta me quise meter en el tema competitivo, pero por distintas circunstancias no se dio. Una es que no me daba el target ni el dedo, porque manejarlos parce fácil pero no lo es, y menos a nivel competición. Es híper difícil”, le cuenta a DIA 32 en su casa del barrio parque El Cazador.

Hay distintos tipos de autos a radiocontrol. Los más comunes son los llamados RTR, que vienen listos para usar, solo hay que ponerle las pilas al control. Los otros son los que cada aficionado va armando y poniéndole los materiales que desea, con diferentes calidades y valores. “A esos tenés que armarle los amortiguadores, el motor, el escape, los servos, la electrónica, todo. Al principio, hace nueve años, los compraba hechos, pero después empecé a armarlos”, comenta sobre sus costumbres y preferencias.

TESOROS. Aníbal Rougier enseña sus autos a control en el parque de su casaquinta en El Cazador.

A pesar de que no tenía conocimientos de mecánica, Aníbal empezó a interiorizarse en el tema. Así, a través de tutoriales de YouTube aprendió a armar y desarmar coches radiocontrolados. Hasta estudió cómo es la combustión, ya que estos vehículos pueden ser eléctricos, a nitro metano o cuatro tiempos, con mezcla de aceite y nafta.

En un momento llegó a tener quince autos, pero ahora tiene cuatro, de diferentes características. “Por un tema de costos ya no puedo tener la cantidad que tenía en los primeros años. Los demás los vendí, me daba pena tenerlos guardados. Me quedé con los que más me gustan y más uso”, explica, dando cuenta de su escudería.

El más grande de su colección es un buggy todo terreno, su preferido. Mide 50×26 centímetros, tiene 15 centímetros de alto y pesa 4,5 kilos, con batería y combustible incluido. Lo usa por el amplio y verde parque de la casa, cuando no está guardado en su exclusiva vitrina. Puede saltar rampas y llega a levantar 70 kilómetros por hora. “Es más de potencia que de velocidad final”, asegura.

EN FAMILIA. Junto a sus hijos Thiago e Ignacio, años atrás, mostrando autos de su antigua colección.

Con ese auto participó de dos carreras amateurs, en Chivilcoy y Ezeiza. El motor va a entre 26 mil y 38 mil vueltas y trabaja a una temperatura de 120 grados aproximados, sino se rompe. Muchos accesorios los trajo de afuera, aprovechando la diferencia de cambio. “Hay mercado local, pero con una diferencia de valores grande. En Capital hay dos o tres negocios donde conseguís todo, pero para competir se traen cosas de otros países”, señala.

El combustible nitrometano no es nada económico tampoco, viene en galones de 4,5 litros y sale unos 10 mil pesos. “Como dos tanques de nafta de un auto de calle”, compara, con razón. Y aclara: “Si lo usás cada tanto, dura bastante”.

Sus hijos, Ignacio (21) y Thiago (16), no se enganchan con este hobby: “Están en otra, es un rubro apasionante pero que a su vez decís: ‘¿adónde uso los autos?’ Hasta por un tema de seguridad, no los podés sacar a cualquier lado porque son costosos. Y pistas no hay cerca, había una en Loma Verde y se cerró”.

COMERCIANTE. En su local de colchones de la calle Asborno, a una cuadra de la plaza central de Escobar.

Otro pasatiempo que disfruta mucho es coleccionar cosas de La Guerra de las Galaxias. Después de 30 meses de comprar revistas de la Editorial Salvat, que traían partes de la nave, logró armar la maqueta del Halcón Milenario, una especie de plato volador emblemático de la película, que tiene luces y se abre a control remoto. Todo armado por él, siguiendo las instrucciones. Por eso lo muestra orgulloso, mientras luce una remera de la ópera espacial.

“También juego mucho al tenis, había dejado un poco el deporte cuando empecé con el automodelismo, pero volví. Lo que más me gusta hoy es el tenis, después los autos y las maquetas”, confiesa, demostrando que a la hora de los pasatiempos le gusta disfrutar al máximo.

“Cuando empiezo con algo, voy con todo. Hasta llegué a tener autos repetidos porque me gustaban. Tengo 47 años, sí, pero por todo lo que hago me siento de 20”, remata, divertido, mientras guarda sus preciados tesoros de colección.

MODELO TERMINADO. El Halcón Milenario de La Guerra de las Galaxias, compuesto por 30 piezas.

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