Un vecino de 51 años murió fulminado por un rayo mientras arriaba ganado en medio de la tormenta eléctrica del sábado 5. “Justo en un campo de 300 hectáreas le fue a caer a él”, lamentó su padre, Angel Araneta.

Por DAMIAN FERNANDEZ
dfernandez@dia32.com.ar

La muerte suele presentarse de muchas y variadas formas, a veces incluso intempestivamente y con rostros impensados, como ocurrió el sábado 5 en Escobar, cuando un vecino de 51 años falleció fulminado por un rayo mientras arriaba ganado en un campo al pie de las barrancas de El Cazador.

La víctima fatal de este “exabrupto” de la naturaleza fue José Eduardo Araneta (51), quien esa mañana estaba llevando sus vacas al corral para vacunarlas contra la aftosa, en un campo ubicado en Miguel Cané y Libertad, a unos 900 metros de la ruta 25, cuando fue alcanzado por la furiosa potencia del rayo –unos mil millones de vatios-, que acabó inmediatamente con su vida y la del caballo overo que montaba. Un peón que lo acompañaba se salvó milagrosamente por ir unos metros más adelante y fue quien alertó del pavoroso hecho a las autoridades.

“Cuando llegamos al lugar ya había bastante gente: familiares, amigos, peones y vecinos. Después tuvimos que montar a caballo porque el cuerpo estaba a unos 600 metros de la tranquera, en una zona de pequeñas lagunas muy difícil de llegar por las irregularidades del terreno y el agua que llegaba al lomo de los animales”, relató a DIA 32 uno de los primeros agentes del Destacamento Policial de El Cazador en arribar a la escena de la fatalidad.

La complejidad que ofrecieron las barrancas fue tal que los policías debieron pedir colaboración al cuartel de Bomberos Voluntarios y a Defensa Civil para poder trasladar a Araneta en un bote “piragua”. “Por una cuestión de respeto humano no podíamos llevar el cuerpo tirado arriba de un caballo”, explicó el uniformado.

En cuanto al estado del cuerpo de Araneta tras haber recibido la descarga del rayo, señaló: “Esperaba encontrarme con cualquier cosa, pero lo que vi fue totalmente normal, como un cuerpo electrocutado. No tenía olor a quemado y apenas se le veía una pequeña mancha en la nuca con los pelos duros, como cuando uno se quema con la hornalla de la cocina”, graficó.

“Yo manejaba muchos potros de jineteada y mi hijo ha montado desde chico, de día y de noche, se ha caído y jamás le pasó nada grave, que es una posibilidad fuerte en esta actividad. Por eso esto me genera una cosa fea y mucha bronca, porque justo en un campo de 300 hectáreas el rayo le fue a caer a él”, expresó consternado Ángel Araneta (74) sobre la impensada partida de su único hijo, a quien desde muy temprana edad le enseñó los gajes de la sacrificada vida rural y principalmente ganaderil.

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