
Cada vez más frecuentes en jardines, árboles y cables, las ardillas de vientre rojo se han convertido en un fenómeno habitual en Loma Verde. Pero detrás de su apariencia simpática, se oculta una problemática ambiental compleja, que ya empieza a generar consecuencias en el entramado urbano, la biodiversidad y la infraestructura de la localidad.
La presencia de estas ardillas no es nueva, pero en los últimos años se intensificó de forma alarmante. Su origen se remonta a 1970, cuando diez ejemplares de la especie Callosciurus erythraeus fueron introducidos desde Bélgica -donde eran criadas como mascotas- a una estancia de Jáuregui, partido de Luján. Originarias del sudeste asiático, estas ardillas escaparon, o las liberaron, y empezaron a multiplicarse sin control. Hoy la población se estima en más de 100.000 individuos, con focos consolidados en Luján, San Miguel, Escobar y zonas intermedias.
“Una invasión biológica es un proceso que lleva varias etapas. Comienza cuando hay algunos individuos de una especie que son transportados desde su lugar de origen a un nuevo sitio. A partir de que llegan pueden estar en cautiverio o no un tiempo. El tema es que en algún momento o se escapan o son liberados al medio silvestre. Cuando los individuos de una población logran pasar todo eso, que son liberados, encuentran un ambiente adecuado, se establecen, crecen en abundancia y pueden colonizar, estamos hablando de una especie invasora”, explica María Laura Gichón, especialista en Ciencias Biológicas de la Universidad de Buenos Aires.
En el caso puntual de Loma Verde, la expansión tuvo un episodio clave en 1995. Según reconstruyó un equipo de investigación del Instituto de Ecología y Desarrollo Sustentable (INEDES-UNLu/CONICET), un grupo de ardillas fue llevado desde Luján y liberado en la zona próxima a donde años después se construiría Temaikèn. La población creció rápidamente y para mediados de la década de 2000 ya empezaban a avistarse ejemplares en barrios de Loma Verde ubicados al oeste de la autopista. Hoy la expansión es innegable y el foco original está prácticamente unido con el de Luján.

Simpáticas y problemáticas
Al principio resultaba novedoso descubrir ardillas en las frondosas arboledas de Loma Verde o verlas haciendo equilibrio con su llamativa cola entre las ramas. Sin embargo, la descontrolada proliferación de este simpático roedor no es una buena señal: al no ser una especie autóctona, su presencia genera serios inconvenientes en el ecosistema, la infraestructura y la convivencia con las personas.
“Es verdad que son animales muy simpáticos y que es agradable observar su comportamiento. Además, siempre han tenido muy buena prensa; desde la cinematografía, los dibujitos animados y en la cultura en general, están bien caratuladas. Entonces cuesta disociarse de esa representación y poder observarlas como un animal que puede causar problemas. No hay que olvidar que son roedores silvestres, por lo que tienen la potencialidad de transmitir enfermedades”, advierte la bióloga Mariela Borgnia, integrante del INEDES y docente en la Universidad Nacional de Luján.

Más allá de la percepción amistosa, los daños que provocan estas ardillas en el ambiente urbano son cada vez más notorios. En jardines particulares, arrancan la corteza de los árboles para alimentarse o construir nidos, lo que compromete su salud y crecimiento. Además, por sus hábitos de consumo (mayormente se alimentan de frutos y semillas) se ven afectadas las producciones de frutales de distinto tipo. También interfieren en los ecosistemas al desplazar a aves nativas o depredar huevos y pichones.
“Por otro lado, está el daño que tiene que ver con la infraestructura, básicamente por el roído de cables o las mordeduras que hacen en las mangueras de riego, en plásticos, en telas. Se ven afectados tirantes de techos, pajas de los quinchos, transformadores, antenas de televisión. Las empresas que proveen servicios de telefonía, de cable, de luz, tienen un costo económico asociado a la actividad de la ardilla”, amplía Borgnia, quien desde junio de 2023 trabaja en el monitoreo de las ardillas junto a la Cooperativa de Electricidad y Servicios Anexos Escobar Norte.
Los datos de operadoras de servicios como Edenor, Movistar y la propia Cooperativa, que además de energía eléctrica provee internet en Loma Verde, confirman esta preocupación: en zonas como Escobar, los técnicos deben atender cada vez más cortes o desperfectos generados por mordidas en tendidos eléctricos, cableados y equipamiento.

¿Qué se puede hacer?
A falta de predadores naturales, la expansión territorial de las ardillas no da tregua. Según los relevamientos de INEDES, la población de Loma Verde se encuentra en crecimiento sostenido y ya avanza hacia el Parque Nacional Ciervo de los Pantanos, generando alarma entre conservacionistas. “En este momento hay un proyecto de ciencia ciudadana en el que las personas pueden colaborar subiendo registros de ardillas o avisando, ‘vi ardillas en tal lugar’”, comenta la investigadora, señalando la importancia del monitoreo comunitario.
“Hace unos años, podíamos identificar dos o tres poblaciones cercanas: las de Luján, Escobar y San Miguel. Lo que estamos viendo en este momento es que esas poblaciones se están uniendo. No es posible discriminar dónde empieza el foco de Escobar y dónde empieza el de Luján, porque toda la zona entre uno y otro está poblada de ardillas”.
En cuanto a posibles soluciones, las especialistas son cautas. “No se puede plantear una erradicación de todas las ardillas de Loma Verde”, asegura Borgnia. Además de ser ineficaz en esta etapa avanzada de la expansión, podría causar más daño que beneficio. En cambio, promueven estrategias de mitigación, como podas dirigidas para evitar que las ardillas accedan a techos, protección de cultivos o el aislamiento de cableado expuesto.
También enfatizan la importancia de no intentar domesticar estos animales ni alimentar a las crías que puedan caer de los nidos. “Cuando son adultos empiezan a morder, entonces terminan volviéndose a liberar al medio ambiente”, advierte Borgnia. Si se encuentra un ejemplar muerto, recomiendan enterrarlo para evitar la propagación de enfermedades.
“No hay que olvidar que son roedores silvestres, por lo que tienen la potencialidad de transmitir enfermedades”, advierte la bióloga Mariela Borgnia.
Finalmente, la especialista hace hincapié en el rol del Estado. “Se debe conocer cuál es la normativa respecto de la fauna silvestre. No se pueden capturar y trasladar animales sin autorización, no cualquier animal puede tenerse en el ambiente domiciliario. Ante la menor duda, siempre hay que dirigirse a los organismos correspondientes. En el municipio es la Dirección de Ambiente y a nivel provincial quien tiene injerencia es la Dirección de Flora y Fauna”.
La presencia de ardillas en Loma Verde plantea un dilema delicado entre la empatía por una especie carismática y la urgencia de proteger el equilibrio ambiental y la infraestructura urbana. Para evitar que el problema siga escalando, se necesita conciencia ciudadana, acción estatal y trabajo conjunto entre organismos, instituciones científicas y la comunidad. Una combinación que, por ahora, no se está dando.