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Aunque sus dibujos le hubieran permitido irse a vivir a cualquier gran capital europea, él eligió quedarse en la ciudad a la que llegó días después de haber nacido. “Está cerca de Buenos Aires y tiene todas las ventajas de vivir afuera”, analiza.

Por FLORENCIA ALVAREZ
falvarez@dia32.com.ar

Escobar tiene entre sus habitantes a uno de los dibujantes de cómics más reconocidos y prolíficos del país. Se trata de Ignacio Noé (49), quien además de tener su taller-escuela en el centro de la ciudad ha trabajado para importantes editoriales argentinas y de varios países europeos.

Sus inicios en el arte se remontan a los 13 años, cuando comenzó a tomar clases con Tomás Carboni, un pintor de La Boca que venía a enseñar a Escobar. Luego siguió estudiando y dibujando de forma autodidacta. Simultáneamente, hacía carteles para comercios y fue intentando mejorar su trabajo una vez que empezó a publicar. “Aprendí laburando”, afirma.

La carrera profesional de Noé comenzó en la emblemática revista Fierro, nada más y nada menos que haciendo las portadas. Al poco tiempo de lanzada, los editores convocaron a un concurso de dibujantes. Justo en ese momento él estaba haciendo el servicio militar en Pilar, pero se había fracturado un dedo del pie jugando al fútbol y estuvo de licencia durante dos meses. “Como tenía tiempo, con mi amigo Julio Bertolotti, el dueño de la panadería, hicimos tres historietas, de dos páginas cada una. Ganamos una mención a la historieta integral y fue ahí que quedé relacionado con la revista”, cuenta a DIA 32 el dibujante.

Cuando terminó la colimba comenzó a preparar material para las tapas de Fierro. Las iba presentando, pero no se las publicaban. Dando vueltas por el reducido ambiente del cómic nacional conoció al legendario historietista Ricardo Barreiro; él fue quien le acercó los trabajos de Noé al director de la revista, Andrés Cascioli. Le gustaron y a partir de ahí publicó trece de las noventa ediciones que sacó Fierro desde 1984 hasta 1992.

Paralelamente, junto a Barreiro, comenzó a hacer una historieta para Italia. De ahí en más vendría España -haciendo historietas eróticas, uno de los géneros que más lo caracterizan-, Bélgica y Francia, entre otros países. Cuando el mercado europeo comenzó a decaer, llegaría la oportunidad de dibujar también en Noticias y en Genios, así como en algunas publicaciones del grupo de revistas de La Nación.

Haber empezado en la revista Fierro de haber sido como el sueño del pibe…

Sí, totalmente. Además, fue el mejor trabajo que tuve, el que me dejaba más libre la fantasía. El sueño del ilustrador es hacer la tapa de una revista de historietas. Los otros trabajos están bárbaros. Trabajar para una revista como Noticias está bien, pero uno no interviene en la idea, están charladas entre el editor y el jefe de arte, entonces te dan el trabajo pero te dicen lo que tenés que hacer. Me gusta porque es trabajo de ilustrador, hay que tener oficio para hacerlo, pero es mucho más estimulante hacer algo donde vos aportás lo tuyo.

¿En Fierro proponías tus ideas directamente?

Preparaba el boceto y se lo presentaba directamente a Cascioli, que era a quien le gustaban mis trabajos; él elegía uno y yo lo hacía en quince días. Al jefe de arte no lo entusiasmaban tanto. En ese momento pintaba con óleo, pero en determinado momento quise mejorar lo que hacía y no presenté más los bocetos. Tomaba la idea que a mí me gustaba tratando de pensar en no cumplir con las pautas que se supone que tenía la revista. Me lancé a hacer un trabajo más libre, me entusiasmé mucho y cambié la técnica del óleo al acrílico en veladuras. Así que empecé a ir con las tapas terminadas. Las dos primeras no me las aceptaron. Pero para mí fue importante, porque al cambiar la técnica modifiqué el estilo de hacer las tapas. Fue una etapa muy importante para mí.

¿En qué cosas te inspirabas para hacer aquellas portadas?

Hay una de una nave, por ejemplo, que está hecha en lo que era el campo de Olivera, donde ahora está Jumbo, fui un par de veces a pintar allá. Siempre dibujo esos campos, con árboles secos, postes de luz, alambrados, me gustan esos motivos y se dan mucho en Escobar.

¿Crees que aquella fue una época de oro para la historieta?

Sí, que existiera una revista que funcionara ya era todo un logro. Ahora no hay ninguna. Contemporáneas a la Fierro estaba El Tony, D’Artagnan, Escorpio, a todas les iba bien, ahora eso se cayó.

¿Por qué pensás que sucedió?

Porque ahora no hay mercado, los tiempos cambiaron y no hay gente que las lea. El tipo de revista que fue éxito en los años ‘60 o ‘70 no creo que pueda volver a existir. Es lo mismo que le está pasando a los diarios.

Pero en Europa y en Estados Unidos la industria del cómic sigue vigente…

Sí, son nichos. Los de superhéroes funcionan muy bien, lo mismo que el manga japonés. En Francia y Bélgica, por ejemplo, se publican muchos libros para adultos y muy pocas revistas. Después de la década del ‘90 empezaron a fundirse. Ya no apostaron a las cosas nuevas sino a lo más vendible, que es la fantasía heroica. Está complicado, porque para la gráfica son tiempos de cambio.

Empezaste pintando con óleo y seguiste con acrílico ¿hoy usás la computadora?

A partir del año 2000 empecé a usar técnicas digitales. Hay cosas que hago completamente en la computadora, desde el dibujo al color. Al principio me interesó mucho. Trabajo con una tableta digitalizadora, con el Corel Painter, es un programa que te sigue la mano con mucha precisión, te permite dibujar, registra los grosores, las distintas presiones y la inclinación que le das al lápiz. Igual, en un momento volví a trabajar con los métodos tradicionales, los dos tomos de Suave, tibia y perfumada, son acuarelas. Es en lo que estoy trabajando ahora, también hago los guiones.

¿Cómo te llevás con la faceta de escritor?

Ya había hecho varios guiones en una serie de historietas eróticas, algo un poco fuerte que hice para España. Como sabía que zafaba dibujando chicas lindas, entonces me atreví a hacer los guiones. Total, ¿quién se iba a fijar? Después me entusiasmé y le puse mucho empeño para que fueran entretenidos.

Si tuvieras que encasillarte, ¿dentro de qué género lo harías?

Yo me defino como ilustrador realista, hago imágenes, y un historietista cuenta historias. No importa el género. Lo que uno tiene que hacer es pensar el dibujo en función de contar historias. La verdad es que yo escribo los guiones pensando en el dibujo, y eso está mal. Un historietista tiene un dibujo más sistemático, que yo no tengo, es un defecto mío. Lo que pasa es que recién ahora me estoy asumiendo como historietista, siempre me vi como ilustrador o pintor.

¿Cómo te llevás con la docencia?

Muy bien, al ser un poco autodidacta dar clases es un estímulo para seguir leyendo y estudiando. Me gusta planear cómo voy a transmitir y hacer entender eso que leí. Tengo alumnos que han venido a tomar clases conmigo desde Mar del Plata, de Trenque Lauquen, Chivilcoy y otros lugares. Eso es un honor.

Tenés un hermano, Eduardo, que es un reconocido escultor, ¿son una familia de artistas?

No exactamente, aunque todos tenemos un cierto encuentro con el arte. Por parte de mi papá, mi abuelo era carpintero, tenía todas sus herramientas, y en el baño, al lado del inodoro, estaba todo lleno de dibujitos. Era muy gracioso. Mi mamá era de Capital e iba al Colón asiduamente. Con su padre, mi otro abuelo, siempre hablaban de ópera, entonces la cultura estaba habilitada en la casa, estaba bien vista. Tengo otro hermano que vive en Neuquén y dibuja muy bien. Hacía maquetas de aviones y tanques de la Segunda Guerra Mundial, pero trabaja en la Legislatura. Mi papá también se daba mucha maña para hacer cosas con madera. O sea que mezclando el gusto de mi mamá por la cultura, y el fanatismo de mi papá por hacer cosas en el taller, terminamos haciendo esculturas o cuadros. Es que el tema estaba en el aire.

Viviste toda tu vida en Escobar, ¿qué fue lo que te mantuvo acá?

¡La falta de dinero! (risas) No, hablando en serio, nunca me plantee ir a vivir a Europa. Hubiera querido hacer como hacía Carlos Trillo, que viajaba una vez por año, o cada dos años, a hacer los negocios, pasear por Europa, pero trabajando desde acá. No se dio, así que creo que para vivir en Argentina, Escobar está bastante bien. Está cerca de Capital y tiene las ventajas de vivir afuera. Y la computadora simplificó todo. Empecé a trabajar antes de la computación, enviando los originales por correo, arriesgando el material. Como trabajaba a color no podía mandar fotocopias como hacían otros dibujantes. La otra posibilidad era mandar diapositivas, que salían muy caras. Poder mandarlo por e-mail o cargarlo en la web de la editorial es impagable. Además, me quedo con el material, que después puedo venderlo.

Igualmente viajaste mucho…

Sí, me gusta mucho viajar. Una de las cosas buenas de dar clases es que fui a dar talleres o seminarios a Mendoza, Comodoro Rivadavia, Bahía Blanca, La Plata… Y después los viajes a Europa. En 2008 me invitaron a Bruselas, fui a firmar libros a una comiquería de París y a una exposición en Bruselas. Eso es genial. Ya había ido en viajes largos a Europa, sobre todo a ver museos, ese tipo de cosas, y es alucinante. Pero viajar invitado es lo máximo. Yo quería apostar a eso, lo que pasa que no se da con la frecuencia que uno quiere…

¿Y qué no te gusta de Escobar?

Está fea, se empezó a llenar de lo peor del Conurbano en el sentido de la desprolijidad urbana arquitectónica. Es fea, salís a caminar por la 25 de Mayo y es horrible, la zona de la terminal es horrible, no se planificó. Por suerte tenemos el Jardín Japonés, El Cazador, la plaza, esas cosas están buenas. El resto es desprolijo, como cualquier otro sitio del Conurbano. Los cables pasando por todos lados, sin contar los desastres del tránsito, que no se puede ir a ningún lado. Cosas que habría que ir resolviendo, porque en algún momento vamos a morir todos adentro, sin poder salir. Quizás, si se hubiera planificado hace 30 años… pero es difícil. Yo también me descubro siendo desprolijo en las cosas que hago. Por ejemplo, terminé mi casa y no me salió tan prolija como había pensado. La miro y digo: “Tengo todos los vicios del Conurbano bonaerense”.

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