A los 17 debutó en la primera de Racing y enseguida emigró a Europa. En cuatro años vivió de todo, desde un frustrante paso por Alemania a la euforia por la epopeya del Zaragoza en España. “Mi sueño es jugar en el Real Madrid”, asegura.

Por JAVIER RUBINSTEIN

El mayor de los Zuculini se convirtió en un emblema del fútbol escobarense. Muy joven inició una carrera meteórica que enseguida lo transportó al viejo continente, donde ya jugó en Alemania, Italia y España. En este último país fue uno de los artífices de la milagrosa salvación del Real Zaragoza, que parecía condenado al descenso pero logró mantener la categoría en la última fecha. Tras esa gesta, volvió a Escobar con ganas de descansar unas semanas y reencontrarse con los suyos.

“Pasé un año sin volver al país, ni para las fiestas estuve porque me quedé en Europa. Costó un poquito, pero pasó. Lo tomo como una experiencia más. Ahora aprovecho para estar con los amigos y la familia, que es lo que a uno lo llena y después allá no lo tiene”, afirma Franco (21) en el comienzo de la entrevista con DIA 32, a tempranas horas de una típica tarde de junio, tomando un café en el buffet de Independiente de Escobar, el club donde pasó su infancia y parte de su adolescencia.

¿Pensaste en todo lo que te pasó desde que debutaste en la primera, en 2008?

La verdad que en poco tiempo se dio mucho, tuve mi pico alto y decaí en Alemania, ahora gracias a Dios estoy levantando de nuevo porque jugué los últimos partidos en Zaragoza como titular y encima pudimos dejar al club en primera. A partir de ahora ojalá que el club que me toque sea para seguir proyectándome, es lo que necesito y a lo que aspiro. Para esta temporada que viene quiero poder jugar la mayor cantidad de partidos, ser titular indiscutido en el equipo que esté y también me gustaría volver a la Selección.

¿Cómo fue irte a Alemania tan joven, vos que siempre fuiste un pibe de barrio?

No pude estar bien nunca. Por ahí si era un jugador indiscutido me podía llegar a acomodar un poco, pero viví las peores situaciones. Me tocó estar solo, sin tener con quien hablar. Había cinco brasileños que hacían su vida y yo me la pasaba en mi casa con la computadora. A nivel personal llegó un momento en que era yo contra todos. Me lo metí en la cabeza y no era así, mentira, era mi cabeza. Me preguntaba: “¿por qué juega este que no hace nada y no yo que me mato en el entrenamiento?”. En España también estaba solo, pero el hecho de escuchar tu idioma en la calle o saber que le mando un mensaje a un compañero en castellano y me lo responde o viene, es otra cosa, simplifica todo.

El Hoffenheim pagó 6 millones de euros por tu pase, ¿por qué no jugabas?

No sé. A los tres meses que llegué hice mi único gol allá y era todo nuevo, nos estábamos conociendo. Ahora ya ni me interesa saber por qué no jugué más, el problema que haya tenido alguno conmigo o con mi representante ya no me importa. Sí tengo que agradecer que allá me ayudaron con una lesión en la espalda por la que casi no podía caminar. Era un dolor insoportable, diez veces peor a una lumbalgia.

Pensaste hacer la gran “Burrito” Ortega y dejar todo colgado…

Un montón de veces se me cruzó decir “me voy a la …” o “sacame de acá, papá”, y a mi representante también. Pero ellos me decían que me quede tranquilo, que tenía condiciones, y me dieron una contención muy importante. Toda la segunda vuelta del torneo la pasé en el banco de suplentes con una frazada del frío que hacía. Entrenaba toda la semana y el sábado no jugaba.

¿Qué mejoró cuando llegaste al Genoa?

Italia era una fiesta. Estuve siete meses y me encantó. El idioma, la cultura que tienen en Genoa, la gente, todo es espectacular. Lástima que después hubo un cambio de técnico y a uno le gustaba y al otro no. Por eso preferí volver a Racing, a ver si agarraba un poco de ritmo. Aparte, quería estar en mi país.

¿En España fuiste un poco más feliz?

El año que estuve fue de felicidad. Creo que no voy a encontrar un vestuario como ese, en el mal momento que estábamos (por el riesgo de descenso) era todo el día música, fútbol-tenis, nadie se peleó con nadie. Todos se ayudaban y se hablaban. Y la gente también, íbamos últimos y en la calle te daban fuerza, te alentaban. Acá no podrías salir, seguro.

Y así fue como se salvaron y siguen en la primera división…

Sí, fuimos el único club en el mundo que logró salvarse con la cantidad de puntos abajo que estábamos. Una vez dijeron que el Sttutgart de Alemania lo hizo pero tenía más puntos al comenzar la segunda rueda. Nosotros teníamos 12 nada más. Perdimos en el debut con Real Madrid, después ganamos la segunda fecha de las revanchas al Espa-ñyol, al Betis, y así llegamos a ganar cinco partidos seguidos. “¿Qué nos pasa?”, nos preguntábamos (risas).

¿Es cierto que en un partido terminaste orinando sangre por un golpe y no querías salir?

Sí, tuve un golpe en el riñón y no me sentía bien. Estuve internado y casi me operan. Fue en los primeros minutos del partido con el Levante y salí en el entretiempo. El DT, Manolo Jiménez, dijo: “Este es el espíritu de león que tiene el equipo”. Eso me hizo sentir bien, me dio tranquilidad.

¿Cuáles son las principales diferencias que encontraste entre el fútbol alemán, el italiano y el español?

El italiano me costó más porque es más táctico, en el español tenés más libertad y es muy técnico, todo el día trabajás con pelota. Hay grandes jugadores sin tanto cartel, como Luis García, que jugó en el Zaragoza conmigo y es un crack. Y en Alemania son todos grandotes, le dan importancia al gimnasio, en los entrenamientos se trabaja mucho la estabilidad, el cuerpo y no tanto con la pelota. Lo que más me gustó es el fútbol español.

De todos los entrenadores que tuviste, ¿cuál te dejó más enseñanzas?

El del Zaragoza, Manolo Jiménez, me enseñó mucho. No me ponía y yo quería jugar, pero terminé entendiéndolo y tuvimos charlas que me sirvieron. Me hizo sentir bien. Después, Caruso Lombardi me dio la confianza para explotar, y con él me vendieron; el “Chocho” Llop me dio el debut en primera; y Miguel Angel Micó me enseñó un montón, pero por el cariño que me tenía de inferiores no me ponía para no quemarme, por el momento difícil que atravesaba Racing.

¿Qué impresión te dejó Caruso Lombardi? ¿Es un motivador, un vende humo, un loco?

Es un personaje del fútbol, yo me moría de risa con él, le estoy muy agradecido. Después que me fui lo vi un par de veces en reuniones y para mí es un fenómeno. Las cosas las hará por algo, pero no me meto en sus temas.

La pregunta ineludible: ¿cómo es jugar contra Messi?

No lo puedo explicar, es una locura verlo jugar, es el mejor del mundo. Está él y después venimos los otros 2 millones de jugadores. Cristiano Ronaldo es crack también, pero no como Messi. Ese partido arrancamos ganando, pero se despertaron los monstruos y chau: perdimos 4 a 1. Después del partido Messi me iba abrazando y hablando de cualquier cosa, a él no le importaba pero yo estaba loco. Lo lindo es la humildad que tienen todos en Barcelona, Dani Alves, Xavi, Iniesta, Puyol… son unos fenómenos.

¿Qué darías de tu carrera por jugar en el Barcelona?

Por mis características, me veo más en el Real. Mi hermano (Bruno) es para el Barcelona, creo que va a jugar ahí. Tiene carácter y concentración para ese equipo. Que quede grabado esto: Bruno va jugar en el Barcelona. Y un sueño mío es llegar al Real Madrid.

Te habrás enterado por Bruno lo que pasó en Racing con Teo Gutiérrez y Saja…

Sí, ya se pasaron de la raya. Pero en el fútbol argentino se vive con una presión y un stress que te da vuelta la cabeza. Si el jugador reacciona así, imaginate el hincha. Por eso hay tanta muerte, matan a cualquiera. Si en Europa pasa lo que pasa en las canchas nuestras, se para el fútbol, es imposible que pase. Y la sociedad es igual, este país es único.

No hay muchos casos de hermanos que hayan llegado a jugar en primera, ¿por qué crees que se dio con ustedes?

Tuvo mucho que ver el esfuerzo de la familia, mi mamá y mi papá nos bancaron siempre y hay que saber valorar eso. El esfuerzo de uno también vale. Teníamos que levantarnos a las 5 de la mañana para llegar a Avellaneda a las 7, porque mi hermano entraba al colegio y yo me quedaba hasta las 10 con mi viejo, durmiendo en el auto hasta empezar a entrenar. Creo en los frutos que da el esfuerzo, en algún momento todo llega.

Eso, más una pizca de suerte…

La suerte también, si hubiera tenido la suerte de que en Alemania me toque un técnico que me quiera… Obvio, la suerte estuvo y nosotros supimos acompañarla.

¿Cómo te cambió la vida con todo lo que te pasó en tan poco tiempo?

Por ahí estás en un bar o un boliche y te reconocen, te piden fotos. Pero después a mí me encanta la vida de pibe de barrio, aunque ahora lamentablemente estoy viviendo en un country y no me gusta nada. Pero es por seguridad, hay que pensar en la familia. Estoy con mis amigos en Escobar, los voy a buscar y no tengo problema en ir a cualquier lado. Soy así. Hay jugadores que pierden la humildad, pero yo no. Saludo a todos, le haces bien a la otra persona.

Pasó casi una hora desde que el grabador se encendió. Pero Franco se queda un rato más, hablando en off y prestándose a unas fotografías. Después, saluda afectuosamente y se despide. Pese a su nuevo look “europeizado”, sigue manteniendo la esencia: no cambió su espontaneidad y el buen trato que lo caracterizaron desde siempre. Es un pibe de barrio auténtico, extrovertido, que disfruta de sus amigos y vive para el fútbol.

“Diego me dejó sin palabras”

Los goles a Central y a Boca, el milagro con Zaragoza, sus “cabezonas” contra Lanús y River son algunos de los recuerdos que Franco Zuculini ha logrado atesorar en su corta pero intensa carrera. Pero quizás ni todos juntos lleguen a tener tanto significado como haber vestido la camiseta de la Selección mayor -en un amistoso que Argentina ganó 3 a 1 frente a Panamá, en la cancha de Colón de Santa Fe, en mayo de 2009-, convocado nada menos que por Diego Maradona. “Fue una de las mejores experiencias que tuve. Estar en la Selección y con él como entrenador es algo muy fuerte. Lo pude disfrutar, jugué algunos minutos y la verdad es que fue una felicidad para todos”.

¿Cómo fue la convivencia en esa concentración y la relación que mantuviste con Diego?

Yo era uno de los más chiquitos, tenía 18 años. Me tocó concentrar con José Sand y él me involucraba en todo, me decía “Zucu vení para acá, andá allá”, me metió en el grupo. Y después el carisma de Diego, como siempre… Pasaba por las habitaciones a la noche y se ponía a boludear con nosotros, contaba anécdotas y te hacía reír. Ahí es cuando pensás que es el mejor del mundo y alguien normal. No hay nada que lo haga diferente al resto, por eso es tan grande. Habrá tenido sus momentos de locura, pero hay muchas cosas que se dicen de Maradona y la gente no lo conoce. A mí me dejó sin palabras, es un fenómeno.

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