En menos de tres días se descubrieron dos laboratorios para fabricar cocaína en El Cazador. En una de las quintas allanadas había casi una tonelada de droga. Cómo y desde cuándo operaban las organizaciones que pusieron al distrito en el mapa internacional del narcotráfico.

Por FLORENCIA ALVAREZ
falvarez@dia32.com.ar

Ya nada queda de aquellos días en que el partido de Escobar le daba la bienvenida a sus moradores y visitantes con el famoso cartel “Municipio hostil a la droga”. No sólo porque el absurdo letrero -ubicado a la vera de la autopista Panamericana- fue quitado en 2007 sino porque los hechos ocurridos en el último mes demuestran que esa idea fue completamente demolida a partir del descubrimiento de tres bandas de narcotraficantes que operaban en la zona.

El primer caso se conoció en Garín, donde el 20 de mayo se encontraron 40 kilos de cocaína compactada en panes dentro de un tacho plástico enterrado en el patio de un galpón abandonado de la calle Eva Perón. Pero eso fue sólo una anécdota en comparación a lo que días después ocurrió en El Cazador, cuando en una quinta se incautó casi una tonelada de la misma droga y ocho personas fueron detenidas con las manos en la masa, literalmente. Sin embargo, la historia no terminó ahí: tres días después, en el mismo barrio parque, otra “cocina” de cocaína fue desbaratada a sólo siete cuadras.

Estos dos últimos hallazgos colocaron a la capital nacional de la flor en el mapa internacional del narcotráfico. La investigación no apunta solamente a la distribución local sino que analiza la conexión europea, donde el valor de la mercadería asciende diez veces a la que podría haberse obtenido en el mercado argentino.

Operativo de película

El Cazador amaneció conmocionado el 11 de junio. El inusual movimiento de patrulleros, autos, un helicóptero y móviles de TV que coparon la calle Paul Harris no era un buen presagio. Algo había roto la típica calma de un barrio que -salvo en horas pico- se caracteriza por sus calles poco transitadas, muchas de tierra; sus enormes quintas con parques eternos y los añosos árboles que llenan todo de verde intenso aún en otoño. Un mundo aparte donde, si bien ocurren algunos hechos de inseguridad, lo que prevalece, todavía, es la tranquilidad.

Nadie sabía con exactitud qué era lo que estaba pasando, pero bastó con sintonizar los noticieros para enterarse de que habían encontrado cerca de una tonelada de cocaína de máxima pureza en una casaquinta de Harris 812, casi esquina Florencio Sánchez, a dos cuadras del Destacamento de Policía. Una finca que ocupa casi media manzana y tiene dos salidas, una en el frente y otra por la calle de atrás (Copihue).

Comenzaba la “Operación Araucaria” (bautizada así en honor a un ejemplar de esa especie plantado en la quinta). El juez federal de Morón, Juan Pablo Salas, ordenó un allanamiento con el objetivo de incautar la droga y atrapar a los narcotraficantes que allí operaban.

“Empezamos a investigar la causa hace un año, cuando nos llegó una denuncia anónima que advertía sobre un grupo de personas que se dedicaba a vender al menudeo y que, a su vez, se proveía de otras personas que hacían de intermediarios”, explica a DIA 32 el titular de la Secretaría 10 del Juzgado Nacional Nº 3 de Morón, Roberto Daniel Amabile, a cargo de la investigación.

A partir de los datos obtenidos mediante escuchas telefónicas, los investigadores sabían que ese día gran parte de los integrantes de la banda se reunirían en el lugar. “Esperamos el momento oportuno para hacer el procedimiento y poder obtener el elemento de prueba. El fin de semana previo al allanamiento hubo una escucha telefónica relevante, se hablaba de que iban a juntarse en ese lugar”, confirma el investigador. “Lo primero que hicimos fue secuestrar una camioneta que iba cargada con ‘tizas’ de cocaína en la vía pública, y luego se realizó el procedimiento”.

Cuando los efectivos entraron a la quinta se encontraron con que ahí no sólo se acopiaba la cocaína sino que, además, funcionaba una “cocina” para elaborar los estupefacientes. Por esa razón es que había precursores químicos -esenciales para transformar la pasta base en clorhidrato de cocaína-, elementos de corte y máquinas para prensarla y convertirla en tizas. Así es como llega a los “dealers”, locales quienes para venderla la fraccionan en gramos.

Uno de los dormitorios de la planta alta funcionaba como secadero, con estufas eléctricas domésticas. El segundo secadero estaba instalado en el lavadero, pero allí, en vez de estufas, había un ventilador, algo que se utiliza en la primera fase de la elaboración. Cuando se realizó el allanamiento, los narcos estaban en plena manufacturación de la droga. Desarmados y sorprendidos, se entregaron sin oponer resistencia. Eran ocho hombres -siete argentinos y uno de nacionalidad paraguaya-, cuatro de ellos hermanos de apellido Gómez. “Además había un menor que estaba con su papá y que fue llevado con una tía”, agrega Amabile.

La banda estaba compuesta por un cabecilla, debajo de él un cocinero, luego venían dos distribuidores principales y, en último lugar, cuatro distribuidores rasos que eran los que tenían contacto con los revendedores. Esa era la forma en que funcionaba la cadena de mando de la organización.

El hallazgo fue histórico: 740 kilogramos de cocaína descansaban en el suelo de la casa distribuidas en bolsas de 25 kilos, y más de 10.000 tizas estaban listas para ser comercializadas. “La droga todavía no había sido prensada en panes. Pero la presencia de tizas nos hace suponer que se trata de una banda dedicada a la distribución para el consumo dentro del país, principalmente en la provincia de Buenos Aires. Aunque por la cantidad de cocaína no podemos descartar que también enviaran algo al exterior”, señaló una fuente de la investigación, a cargo de la Superintendencia de Investigaciones de Drogas Ilícitas de la Policía Bonaerense.

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Un poroto para Scioli

Era la oportunidad para que Daniel Scioli se anotara un punto a favor. Y por supuesto que el gobernador no tardó en subirse a un helicóptero y llegar al lugar en plena pesquisa, acompañado por el ministro de Justicia, Ricardo Casal, y el juez Salas. Los tres recorrieron la casa de pies a cabeza y observaron todo detenidamente interiorizándose de la situación.

Los medios de comunicación habían sido alertados sobre el operativo desde la noche anterior, cuando la policía dio los primeros pasos dentro de la casa. Por lo tanto, ya había móviles de varios canales de TV. Incluso algunos transmitieron en vivo la llegada del mandatario, quien se puso a total disposición de los periodistas.

Scioli explicó que la quinta había sido alquilada en marzo y que pagaron $40 mil por un contrato de seis meses. Agregó que el valor de la droga incautada ascendería a 3.700.000 dólares, en el mercado local mientras que su precio podría haber ascendido diez veces de haber llegado a Europa. Además calificó al operativo como “uno de los mayores golpes al narcotráfico” de su gestión.

Además de la incautación de la droga y las detenciones, la misión concluyó con el secuestro de cuatro vehículos, entre ellos un Peugeot 207 edición limitada.

Mi vecino, el narco

Los vecinos no salían de su asombro. Hace 15 años que Clara vive en diagonal a la quinta allanada y dice: “Solo se veían movimientos de autos, pero tampoco demasiado. Supongo que se moverían por la otra entrada, que es menos visible. Lo que sí puedo decir es que allí no vivía una familia, como aseguraron algunos medios, porque una familia tiene las bicicletas tiradas en el jardín, los perros ladrando, el humo del asado los fines de semana. Pero esta casa parecía vacía, con las persianas bajas todo el tiempo, venía alguien cada tanto pero nada más”.

También se habló de que en la casa se realizarían fiestas electrónicas durante los fines de semana pero los vecinos no lo confirmaron. “Antes de que vinieran estos inquilinos, en esa casa siempre había gente que hacía bardo, a veces traían micros llenos de jóvenes muy ruidosos y todos los vecinos estábamos llamando al Destacamento y pidiéndoles que vinieran a poner orden. Pero no puedo decir que fueran fiestas electrónicas”, agrega la vecina.

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Segunda sorpresa

Cuando la tormenta aún no había escampado por lo sucedido el 11 de junio, tres días después los vecinos de El Cazador volvieron a sentir estupor cuando la escena se repitió a siete cuadras del primer domicilio. Una segunda cocina de cocaína fue hallada en otra quinta, situada sobre la calle Schweitzer y Zorrilla de San Martín, a metros de un jardín de infantes y a una cuadra de la ruta 25.

Esta vez el allanamiento se realizó minutos antes de la medianoche, por orden del mismo juez. La fachada era la de una familia con dos niños pequeños y una mujer embarazada que habían alquilado porque “les gustaba el lugar”. Así lo indicó a DIA 32 el dueño de la inmobiliaria El Cazador, Roberto Artiles. “A nosotros nos vino a alquilar un hombre, en diciembre o enero, y fue un alquiler temporario que se iba renovando cada tres meses porque decía que quería quedarse un tiempo más, algo bastante normal en el barrio”. Los inquilinos le contaron a Artiles que tenían una empresa de transporte y que viajaban mucho a Mar del Plata.

“Estos contratos temporarios se pagan por adelantado. Le habían dado a la dueña dos cheques por $15 mil, uno por los primeros tres meses, que lo cobró, y el segundo por el otro tramo del alquiler, que todavía no pudo cobrar”, señaló. La casa no estaba en muy buen estado, pero a los que alquilaron no les importó.

Lo cierto es que la noche del segundo allanamiento los efectivos de la Superintendencia de Drogas Ilícitas de la Bonaerense se encontraron con que en la casa había montado un sofisticado laboratorio equipado con bateas, prensas, balanzas, precursores químicos y demás elementos para el estiramiento de la droga.

Secuestraron 20 kilos de clorhidrato de cocaína en polvo; 23 kilos de pasta base y centenares de tizas, todo esto valuado en unos 20 millones de pesos. Detuvieron a cinco personas, dos hombres y tres mujeres. Al igual que en el caso anterior, se encontraban en medio del proceso de elaboración.

“Son dos causas distintas, con expedientes separados -aclara Amabile-. Estamos investigando para saber si tienen relación una con otra, ya que había algunas características que llaman la atención por sus similitudes y hacen creer que las dos bandas podrían tener algo que ver. Sin embargo, en la segunda quinta, por ejemplo, se encontró pasta base, que en la primera no había”, destaca.

Cuando el dueño de la inmobiliaria se enteró de lo que ocurría, le pidió a su empleada que rápidamente le diera todos los datos del alquiler y fue a la policía a preguntar si necesitaban algo. “Me dijeron que no, que quien alquila no es investigado ni nada de eso, porque se sabe que no puede hacerse responsable de lo que pasa adentro de la casa. Solo me pidieron mi número de celular para avisarme cuando terminaran con el operativo y devolverme las llaves. Me llamaron cerca de las 3 de la tarde y cuando llegamos con la dueña estaban sacando bolsitas con droga. Dos mujeres y un hombre estaban esposados dentro de la casa, los habían tenido así toda la noche. La mujer embarazada, que es la hija del matrimonio, no estaba esposada”, relató Artiles.

La vecina de enfrente, Teresa, cuenta que allí había el movimiento normal de cualquier casa. “Tres autos entraban y salían y eran siempre los mismos. Sacaban la basura, barrían un poco, pero nada más. Había chiquitos y una señora embarazada. Lo único que se escuchaba era que los chicos gritaban o se peleaban”.

Ella se asustó muchísimo cuando vio tantos patrulleros en la puerta de su casa porque pensó que le había pasado algo a su hijo que vuelve tarde de trabajar. “Después me di cuenta que era enfrente, pero con las cosas que pasan hoy en día creí que los habían robado. Me enteré lo de las drogas por el noticiero de Telefé. Ojalá que ahora descubran si hay más drogas en otras casas”.

Teresa hace memoria y recuerda algo que le llamaba la atención: cada tanto pasaban autos que sacaban fotos o filmaban la casa, “pero como tiene cartel de venta pensé que era para sacar los datos de la inmobiliaria. Ahora me doy cuenta de que los estaban vigilando”.

Fabiana vive a unas cuadras de allí, pero pasa todos los días con su bicicleta por la puerta de la casa de la calle Schweitzer: “Me parecía raro que una familia alquile y no hubiese puesto todo lindo. La casa parecía abandonada y el portón estaba siempre cerrado con candado”, expresa.

Interrogante abierto

Pasada la conmoción, una pregunta, por ahora sin respuesta, quedó en el aire: ¿Qué pasó en Escobar que, de la noche a la mañana, los narcos vieron al distrito como un lugar amigable para instalarse, elaborar los estupefacientes y desde aquí distribuirlos, no sólo al mercado interno sino también al extranjero?

Algunas hipótesis hablan de la fácil accesibilidad, tanto por ruta como por agua. También se mencionó el hecho de que estas quintas generalmente están protegidas y resguardadas de las miradas ajenas, lo que facilitaría el armado de las cocinas y la carga y descarga de mercadería. “Pero uno no está metido en la cabeza de esta gente y no es fácil saber cómo piensan. Las variables podrían ser muchas”, afirma el secretario del Juzgado.

Lo que sí se sabe es que estas organizaciones delictivas no se instalan en tal o cual lugar porque por algún motivo lo encuentran beneficioso, sino que van rotando su localización. Por lo tanto, lo más importante no es por qué eligieron Escobar sino que los operativos fueran exitosos y que la droga haya salido de circulación. Queda ver cómo sigue la historia para analizar si es que la otrora ciudad “hostil a la droga” tiene algún atractivo especial para los narcos o si su desembarco fue mera casualidad.

 

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