Amigas, atletas y valientes, Gabriela Vona y Mercedes López Echenique se animaron a cruzar la cordillera y no les fue nada mal. Completaron los 97 kilómetros en menos de 20 horas y quedaron 326º, entre 600 duplas. Puro coraje.

Por JAVIER RUBINSTEIN
Director de El Deportivo Magazine y El Deportivo Web

La trillada alusión al “sexo débil” para referirse a las mujeres ya hace tiempo que quedó fuera de foco y pasó a ser algo anticuado para el siglo XXI. Hoy, ellas están a la par de los hombres en infinidad de cosas (que no vale la pena mencionar en esta nota netamente deportiva…) y también en actividades físicas, competitivas o de aventura.

Intentar cruzar Los Andes a pie, participando ante cientos de personas y encima haciéndolo en el menor tiempo posible, no es tarea fácil ni para un hombre. Sin embargo, hubo dos damas escobarenses que no sólo lo pretendieron hacer, sino que lo hicieron. Y con gran éxito.

Gabriela Vona y Mercedes López Echenique pasaron la barrera de los cuarenta y están en su plenitud física. Son amigas, practican atletismo, triatlón y compiten juntas desde 2008. Corrieron los 21k de Nike, las medias maratones Matheu-Paraná de Las Palmas, las pruebas atléticas de Fleni, Reebook y los 10k del Hipódromo de Palermo y de Siderca, entre varias más. Hasta que decidieron presentarse en la décima edición de la carrera de aventura “Cruce de Los Andes” y prepararse física y mentalmente para un desafío más que complicado.

Ambas formaron el equipo “Adrenalina” y lograron completar los 97 kilómetros de las tres etapas -con un día de descanso entre cada una- en 19 horas y 59 minutos. Terminaron en el puesto 20º entre las damas y 326º de la clasificación general, entre 600 duplas de hombres y mujeres. Muchos decidieron rendirse ante la adversidad y abandonar.

Paula Ferraro fue otra escobarense que participó del cruce, integrando el equipo “Las Chicas” junto a su hermana Malvina (oriunda de Neuquén).

Diario de la aventura

“Fue una experiencia increíble y me encantó compartirla con Gabi. Teníamos miedo porque hay que convivir, sufrir, soportar y también tratar de disfrutar y lo logramos. Pudimos terminar la carrera. La idea era participar de un evento tan importante, donde hubo gente de todo el mundo. Corrieron muchos que viven en la montaña y que están acostumbrados a andar por ahí, a subir y bajar como si nada. Eso no es como correr en Panamericana, o subir puentes, entonces poder adaptarte a ese medio es un desafío mayor”, narra Mercedes a DIA 32, tratando de hacer una comparación con otras pruebas.

“La primera etapa fue la más corta y no tan dificultosa. Nos costó congeniar el ritmo, hasta que logramos estabilizarnos. La más complicada fue la segunda etapa, con ascensos de cinco picos y mucho calor. El agua jugó un papel fundamental y mucha gente se deshidrató. Yo llegué justo, había que esperar llegar a algún arroyito para refrescarse. La última etapa fue muy pintoresca, lo que nos complicó ahí fue que salimos todos los equipos juntos, íbamos en fila india y tuvimos muchas demoras, tiempo muerto que igual lo computaron”, explica Gabriela, la más acostumbrada a las pruebas “todo terreno” y amante del triatlón.

El momento más emotivo que vivieron fue cuando llegaron a la cima, en suelo chileno. Días después de su vuelta a Escobar, a Vona le siguen brillando los ojos cuando se acuerda: “Ahí nos dimos cuenta de que habíamos llegado y fue muy emocionante, sí. Te aflojás, es increíble”.

Se animaron, sufrieron y gozaron. Cumplieron con su gran objetivo y cruzaron la cordillera con un tiempo envidiable. Quieren volver a intentarlo y seguramente lo lograrán otra vez. Les sobra coraje y no se achican ante nada. Son un ejemplo nato de las mujeres de hoy.

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