Quien fuera presidente del CUDEC durante casi dos décadas recibió en su casa a DIA 32 para rememorar la época de expansión del principal barrio parque escobarense y opinar sobre su actualidad. “Es un privilegio tener una zona como esta”, sostiene.

Por ALEJO PORJOLOVSKY
aporjolovsky@dia32.com.ar

Multifacético es el adjetivo que describe a la perfección a Oscar Luján Staffa (69). Vecino de El Cazador desde su nacimiento, supo trabajar en casi todos los rubros que uno se imagine a lo largo de su vida, en la que también las instituciones fueron una parte fundamental. Quien fuera presidente del CUDEC durante casi dos décadas, varios años directivo de la Fiesta Nacional de la Flor y aún hoy conduce la agrupación gaucha “La Collera”, comienza a hablar con DIA 32 en su casa y las anécdotas se disparan de su mente automáticamente.

Sentado en la punta de una amplia mesa que decora el quincho familiar, el protagonista comienza a contar su historia de vida, desde sus inicios humildes en una vivienda precaria junto a sus padres y sus hermanas hasta la actualidad en la que acompaña a sus hijos en el desarrollo de su empresa de logística. “Yo tenía una meta: era muy pobre, vivía en un rancho de paja y barro. Quería salir de esa situación porque me daba vergüenza y por eso mi tiempo lo dedicaba a trabajar, trabajar y trabajar”, afirma, mientras sirve un vaso de gaseosa.

-¿Cuántos trabajos tuvo?

-Muchos. Empecé a trabajar desde los 8 con mi padre, él cuidaba casaquintas y yo juntaba hojas con el rastrillo, lo ayudaba a limpiar piletas, cortaba el pasto. Después fui mozo, mecánico, colectivero y a partir de los 22 me fui a una empresa de logística. Además, fui el primer heladero del barrio y repartía el viejo diario La Hoja de Escobar por acá. Heredé de mi madre una voluntad y unas ganas de hacer cosas y no quedarme.

-¿Cómo era El Cazador de antes?

-Cuando yo nací recién había empezado a ser, dejaba de ser solo estancias. En ese momento no habría más de 10 ó 15 casas. Fue creciendo bastante rápido con el criterio de un barrio de fin de semana, casi todas eran casaquintas. Los residentes éramos muy pocos y nos conocíamos todos. Mi padre fue uno de los pioneros acá. Nosotros vivíamos en una zona que justo estaba el camino que unía Escobar con la isla, la calle Horneros. Aún no existía la ruta 25, no había nada directo para el Paraná y nosotros vivíamos justo en la curva del camino. Mi padre cuidaba las casaquintas de gente de renombre. Había un ministro del Interior, un juez de la Capital Federal y un presidente de la Cámara de la Construcción, por ejemplo.

-¿Qué recuerdos tiene de esa época? ¿Cómo era vivir en ese Cazador?

-Era sufrir mucho. Yo estaba en una situación muy precaria, gracias a Dios de comer no me faltó, pero conocí mi primera masita dulce a los 9 años porque me la dieron los patrones de mis padres, la familia Ferrini. Esta gente me regaló una bicicleta a los 12 y para mí fue como tener una Ferrari hoy, fue lo más emocionante. La situación era muy embromada, todas las calles eran de barro. Cuando iba al secundario pasaban los colectivos de la antigua Isleña, pero a veces no lo hacían. Yo entraba a las 7 de la mañana y mi madre me acompañaba con el farolito de mano. Cuando llovía el colectivo no entraba y tenía que ir hasta la entrada de El Cazador a tomarlo.

-¿Cómo fue esa experiencia de ir al colegio secundario?

-Era otra época. Cuando Ferrari Marín y Capello me vinieron a buscar, mis padres no querían que fuera porque tenía que trabajar. Fueron mis patrones los que lo decidieron, ellos me lo pagaban. Fui de los primeros alumnos que pasó de la Escuela N°7 al secundario. Empecé a los 13 en el Belgrano y, para poder formar, me tomaba el colectivo bien temprano porque si no llegaba tarde y no me gustaba nada. Por eso, llegaba a las 6:05 a Escobar y a las semanas de empezar me dieron las llaves del colegio para que yo lo abra y entre. Algo impensado hoy en día.

-¿Qué sintió cuando lo eligieron como presidente del CUDEC?

-Cuando en 1982 me hice cargo del CUDEC, que ya existía como una sociedad barrial muy chiquita, había un gran crecimiento de casaquintas. Yo tenía 34 años y lo sentí como un premio a querer y conocer tanto El Cazador. Mucho tiempo no tenía, pero le dediqué todo el que pude porque El Cazador es mi lugar en el mundo.

-¿Cómo era la situación del barrio en esos años?

-El Cazador estaba en una situación muy difícil, contabas con 800 casas por entonces, entre fin de semana y fijas, y 120 ó 130 nos apoyaban totalmente. Lo difícil era que te acompañaba gente que vivía a 2 kilómetros de distancia y por ahí en una zona solo una familia era. Muchos cuando necesitaban algo para ellos estaban a pleno y cuando se le hacía, dejaban de pagar la cuota y listo. El barrio caía, los ladrones prendían fuego las casas porque no encontraban nada; las familias venían los viernes con el televisor arriba del auto y se lo llevaban el domingo para que no se lo robaran. Trajimos el Destacamento Policial en ocho meses de trabajo, lo logramos con mucha dedicación de todos. De ahí para adelante, El Cazador empezó a crecer.

-¿Ese fue el principal hito de su gestión?

-Sí, fue uno de ellos. Otro que no se puede ver es la red de gas más grande de todo el partido de Escobar, que son 46 mil metros. Por ahí, los de antes se acuerdan cuando van a prender la cocina. Fue una obra que costó muchísimo conseguir quién la haga, porque la gente que venía los fines de semana no tenía interés. Otra cosa importante fue la ordenanza municipal del barrio, que fue bastante rigurosa y lo mantuvo a su nivel. Llevó cinco años sacarla y mucha gente la desconoce y está en desacuerdo, pero hoy El Cazador es lo que es por todo esto.

Cambia todo cambia

De 1982 hasta 2000, Staffa estuvo a cargo del Centro Urbanístico de El Cazador (CUDEC), herramienta barrial fundamental para el desarrollo del vecindario. Desde entonces, mucha agua ha corrido debajo del puente y el lugar no es el mismo de antes, pese a que mantiene sus raíces. “Antes había tres casas de fin de semana y una fija; hoy creo que es al revés y no sé si no son cinco fijas y una de fin de semana”, señala.

-Hace poco recibió un reconocimiento por su trayectoria en el CUDEC, ¿cómo lo tomó?

-Fue una sorpresa, siempre que te reconocen algo no deja de ser satisfactorio, pero uno no hizo todo para que lo recuerden sino para disfrutarlo. Fue una alegría, pero la alegría más grande es que se mantenga lo que uno hizo. El reconocimiento quiere decir que te tienen en cuenta y eso es lindo. Es difícil que una sociedad barrial se mantenga tanto tiempo y el CUDEC lo viene haciendo gracias a la dedicación.

-¿Cómo ve hoy a la entidad?

-La veo con ganas de hacer. No conozco a la gente que está a cargo y esas ganas hasta qué punto pueden llegar, porque manejar este barrio es más difícil que manejar una empresa. Me refiero al tipo de vecinos que hay, algunos que esperan que les hagas todo y no ponen un centavo.

-¿Ha cambiado el tipo de vecinos?

-Se fue suavizando al tener gente efectiva, cosa que antes era terriblemente difícil porque la gente solo la veías un rato los fines de semana y ni sabías quién era. Por ahí ni se querían dar a conocer tampoco y no te daban bolilla. Hoy veo a mucha gente de Escobar acá, porque la ciudad se extendió mucho y eso hace que la colaboración para el barrio sea otra.

-¿Qué es lo que más necesita El Cazador ahora?

-El mantenimiento de la seguridad y la vía pública. Con eso, El Cazador seguiría siendo el de toda la vida y, también, el cumplimiento de la ordenanza. Ahora pusieron jueguitos para los chicos en los espacios públicos. Para mí no necesita eso.

-¿Cómo ve la relación entre el Municipio y el barrio?

-Necesitamos que el Municipio esté presente en El Cazador, dando su ayuda económica. Antes era más difícil para el Municipio, no tenía mucho rédito a nivel pago de impuestos ni votos acá, porque la gente era de fin de semana y tenía su domicilio de Capital. Para el político, un lugar que no tiene votos se abandona. Hoy se superó esa situación y es uno de los pocos barrios abiertos que existen de esta magnitud con flora, fauna, barranca, río. Todo. Es un privilegio para Escobar tener una zona como esta.

-¿Cree que está presente el Municipio?

-Pareciera que sí. Hoy ves máquinas trabajando, juntando ramas, se hizo asfalto en arterias fundamentales, como la del Destacamento. No sé si se hicieron muchas cosas, pero se hicieron con criterios bien estudiados. Ahora, el nivel de poder estar debería ser superior, porque hay muchas otras calles para arreglar, que la gente las sufre mucho los días de lluvia y todo eso se tiene que ir mejorando.

-¿Qué opina del crecimiento de los barrios cerrados en El Cazador?

-No me desagradan. Era muy linda la naturaleza, ponerse al pie de la barranca y ver toda esa parte de bañado, pero entiendo que también la gente tiene que expandirse. Concentrada en un solo lugar no es muy saludable. Yo entiendo que más que departamentos acumulados, es mejor que se hagan casitas, que la gente pise tierra. Da nostalgia no ver la barranca como antes, pero también da nostalgia ver un viejo camino de tierra asfaltado.

-¿Cómo ve al Escobar actual?

-Veo que hay bastante dedicación, muchas ganas de hacer y cosas que eran muy necesarias y se hicieron. Tiene un toque de distinción diferente al de la última década, que es embellecer la ciudad. Haber iluminado el puente de Escobar, por ejemplo, es una cosa que impacta. Lo mismo el mantenimiento de los espacios verdes, la reparación de las calles como la San Martín y el apoyo a las distintas partes médicas, que han mejorado mucho en distintos aspectos. La dedicación y las ganas de ayudar están, el cambio se está viendo. A lo mejor una de las cosas que no me gustan es que se siguen haciendo edificios en Escobar. Creo que es perjudicial para la zona, el agua no alcanza. Escobar no tiene un movimiento de salida rápido, fue construido así cuando en la antigüedad había tres autos y hace tiempo está pidiendo a gritos una zona para esquivar todo el tráfico pesado. Lo que pasa es que es una inversión costosa.

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