Frecuenta por largas horas la barranca de El Cazador, los ríos y el bañado fotografiando pájaros de manera artesanal, con llamadores, comederos y posaderos. “Me apasiona lo que hago”, afirma. Y advierte que la población aviar disminuyó 70% por el avance inmobiliario.

Por SOFIA MORAS
smoras@dia32.com.ar

Pablo Aguerrebere (53) nació en Belén de Escobar, vivía con sus padres a una cuadra y media de la plaza principal y de chico recorría unas diez para ir a cazar pajaritos. El interés por retratarlos se le despertó hace relativamente poco, en 2010, cuando aún no tenía ni la menor idea del funcionamiento de una cámara de fotos. Pero sí contaba con el conocimiento que había incorporado en su infancia sobre las distintas especies, sus cantos, el plumaje y la alimentación.

“Decidí que no quería ver más los pajaritos en las jaulas, que los prefería en fotografías”, explica a DIA 32, y así comenzó su camino como autodidacta, principalmente a base de tutoriales en Internet. “Le dediqué mucho tiempo, me la pasé leyendo y practicando, empecé en casa sacándole fotos a una botella”, recuerda.

Sus primeros pasos en la naturaleza los dio con una cámara compacta digital, sin alcanzar los resultados que esperaba. Investigar en la web lo condujo a comprarse su primera réflex junto con un lente adecuado para hacer el zoom que necesitaba.

Hace 32 años que trabaja como profesor de tenis, un buen tiempo también fue un apasionado guía de pesca. Pero la fotografía ocupa ahora el lugar de su hobbie predilecto, que realiza predominantemente en soledad, como más le gusta.

Su trabajo ya da que hablar. Su perfil en Fotonat, la comunidad de fotógrafos de naturaleza de Argentina, es oro en polvo para los que saben. Publicó en el libro Aves de San Luis, que se vende en toda la Argentina. Sus fotos están también en Costa Rica e incluso cruzó las aves de Escobar a España exhibiendo sus retratos en una reconocida página especializada.

Hay dos maneras de fotografiar aves. Una es ir “de cacería”, caminando por el campo y esperando a que pase una para dispararle en su vuelo. La otra es preparar el escenario donde se sabe que, tarde o temprano, llegará a posar. Esta es la metodología que él usa, donde la clave está en la paciencia.

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¿En qué lugares tomás las fotografías?
Las aves que retrato las encuentro preferentemente en la barranca de El Cazador, Río Luján, el Paraná de las Palmas o en el bañado, donde está el Aeroclub.

¿Tenés un horario predilecto?

Las primeras horas de la mañana o, aún mejor, las últimas de la tarde: es ahí donde los pájaros están más activos. Sin embargo, hay días que voy a las 5:30 de la mañana y vuelvo al mediodía pero saqué solamente una foto. También hago fotografía nocturna.

¿Cuántas especies vas retratando? ¿Alguna te llamó más la atención?

Tengo fotografiadas alrededor de 270 especies: acuáticas, rapaces, las que comen semillas, las que comen frutas… El gorrión y la calandria andan siempre. Lo que más me llamó la atención una vuelta fue una lechuza, un ave nocturna. No sabía que estaba en Escobar, se llama Alilicucu. En la barranca, durante primavera y verano, hay muchas aves migratorias que vienen desde el norte a anidar acá. Un ejemplo es el federal: hace 6 años había 300, hoy contás 10 como mucho. Las especies disminuyeron un 70% por el urbanismo del último tiempo. Aunque no se conozcan, en El Cazador debe haber 10 yuntas por manzana. Solamente las encontrás desde las 10 de la noche a las 5 de la mañana.

¿Cuál es la técnica, los trucos, las claves para fotografiarlas?

El tema de la fotografía es realmente caro. Yo utilizo un lente de alcance de 300 milímetros, hay lentes de 800, eso te simplifica la tarea, ya que podés estar a 12 metros. Pero no es el caso. Mi trabajo es a corta distancia, entre 4 y 6 metros. Para hacer esto tenés que estar escondido, camuflado, buscar el lugar adecuado para esperar. Cuando vos elegís un ave que identificás por el canto, la grabás y reproducís sus cantos para llamarla. Los días anteriores le hacés comederos y le colgás frutas de los árboles para atraerla. El día que hacés el retrato, ponés la fruta donde vos querés que se pare el ave. Estos posaderos los decoro con musgo, liquen, clavel del aire o flores.

¿Qué trabajo hacés con el fondo de las fotos para que se vea así?

Con que se vean la cabeza y los ojos, la foto está bien hecha. Lo ideal es que el ave esté de cabeza a cola en foco. El fondo está a 100 metros de donde está el pájaro, por eso se ve así desenfocado. En fotografía eso se llama la profundidad del campo. La gente piensa que se usa Photoshop para crear el fondo, pero no. Esto te lo permiten los lentes adecuados. Yo utilizo lo básico de edición. A la foto que vos traés del campo tenés que mejorarle los colores, las luces y las sombras, los tonos y la saturación. Hay fotos que prácticamente no llevan ninguna edición, porque la sacás en un amanecer y los colores son perfectos así, por ejemplo. Trato de que la fotografía sea fiel a la realidad, o a lo que yo veo.

¿Cómo recibe la gente tu material?

Me gusta compartir lo que hago. No me lo guardo, a mí me apasiona la tarea y quiero compartirla. Puedo estar seis horas en el medio del campo o metido en el agua hasta la cintura y me encanta. Solo de tener fotografías colgadas en la página, la gente me empezó a contactar.

¿Te gustaría dedicarte exclusivamente a esto? ¿Das clases?

No me dedico a dar clases, pero una vez por año vienen grupos de 3 ó 4 personas con sus cámaras y trabajamos en Temaikèn para aprender algunas claves. Ayudo mucho a la gente que publica en Internet, capto enseguida lo que le falta a la fotografía y se los marco. Me gustaría viajar a Brasil o a Sudáfrica para hacer más fotos en la naturaleza. Quiero conservar esto como un hobbie.

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