El modelo, actor y músico fue uno de los que hizo punta en la camada de famosos que vino a vivir a Maschwitz en los últimos años. Cuando no está, es porque viajó a India con su esposa, Dolores Barreiro.

Por SOFIA MORAS
smoras@dia32.com.ar

Matías Camisani (45) recibe a DIA 32 antes de que llegue su esposa, Dolores Barreiro, con las bolsas del supermercado. Uno de sus cinco hijos cumple años y la casa está de fiesta. Empieza la cuenta regresiva antes de que la cocina sea tomada por las mujeres de la familia para poner en marcha los preparativos del festejo.

La afamada pareja de modelos llegó a Ingeniero Maschwitz hace 20 años, seducida por un barrio privado con pocos vecinos, bosques de eucaliptos gigantes y aire puro. Matías había vivido en Ezeiza y buscaba un lugar similar, agreste y despejado. La agente inmobiliaria les hablaba de una zona en desarrollo y los llevó para mostrarles una casa chiquita, con el techo vencido.

Lejos de ahuyentarlos, quedaron fascinados. “Era lo que buscábamos: se podía hacer de todo. Y encima estábamos cerca del agua. Salir a andar en bici y encontrarse con el Paraná de las Palmas, no tiene precio”, comenta Matías.

Hoy viven con sus hijos -Valentino (14), Salvador (11), Milo (9), Suria (3) e Indra (1)-, agregaron ambientes y decoraron a gusto: los pintaron de distintos colores, vistieron las paredes con apliques y cuadros, el techo del living con paraguas y los sillones con almohadones estilo indio.

Cuando tomaron la decisión de comprar la propiedad, todavía eran novios. Corría 1997 y uno de los motivos del casamiento fue encarar este proyecto como marido y mujer. Los primeros cinco años vivieron solos y viajaron por todas partes. Dolores estaba a pleno con la conducción de El Rayo en televisión y él salía de gira con su banda.

En 2001 llegó Valentino. “Ahí se cerró un ciclo y empezó otro”, recuerda Matías. Mientras él y su esposa empezaban a cambiar pañales, Catalina Spinetta y Nahuel Mutti se casaban. Ellos también se tentaron con la propuesta verde y se vinieron para Escobar. De ahí en adelante, el movimiento social y cultural que se fue gestando convocó a muchos otros amigos del ambiente a acercarse.

¿Cómo ven toda la evolución de Maschwitz, la movida de la calle Mendoza?¿Sienten que, de algún modo, fueron pioneros de la legión de famosos que se radicó por acá?

Con Dolores vimos ese crecimiento muy de cerca… Todo arrancó en el Clara de Asís, la escuela waldorf. La descubrimos cuando nació Valen. Yo estudiaba música clásica de la India, tocaba el sitar y mi maestro me convocó para una charla en el Clara. Cuando llegué me encontré con un lugar hermoso, lleno de árboles, una escuela muy distinta a la mía. Y niños que me hablaban de la misma música que escuchaba yo. En ese tiempo empezó a gestarse el proyecto del Paseo Mendoza. Nosotros estuvimos involucrados, más que nada desde lo personal, no tanto a nivel comercial. Éramos amigos de los desarrolladores y se perfilaba una movida nueva. Toqué el día de la inauguración y participé de eventos a beneficio, tengo muchos amigos que trabajaron en ese proyecto. Y todo eso trajo a muchos otros, también amantes de la naturaleza.

Modelo, actor, músico… ¿Cómo ordenarías tu carrera artística por etapas? ¿Cuáles fueron los momentos más significativos para vos?

La música siempre atravesó mi carrera. Mi padre me transmitió ese gusto. Mis hijos también están metidos en la música, todos tocan algún instrumento. La primera etapa es la de modelo. A los 20 años viajé a Europa y volví en el ‘95. La segunda fue encontrarme laburando en Argentina. En ese momento incursioné en la actuación con Gasoleros. Y de ese programa salió una banda (NdR: La Terminal) que creció mucho. Me quedé acá y empecé a hacer otras cosas, siempre trabajando como modelo. También salíamos mucho de gira, grabamos discos… un sueño. Y en paralelo conocí a Dolo, vinimos a vivir acá y formamos esta familia, que significó toda una nueva etapa.

¿Qué estuviste haciendo en este último tiempo?

Hoy estoy en bandas distintas, toco el sitar y la guitarra eléctrica. Mukunda es la de música india, el nombre se lo pusimos en homenaje a un famoso yogui. Después estoy en la banda Roll Roy’s, con Roy Quiroga como baterista. También soy parte de Bien Gracias, que une los vinos de alta gama con la música… un poco de todo. Y ayudo a Dolo con su marca de ropa, Holi.

Hace poco estuvieron de viaje otra vez por India… ¿Cuántas veces fueron?

Fui a hacer un documental de comida, una campaña de fotos. A India fuimos muchas veces en distintos formatos: solos, juntos, con mi mujer embarazada de Valen, con mis hermanos, con las hermanas de Dolo. Miles de situaciones diferentes. Este fue el viaje 26. En total, entre todos, hemos pasado casi 2 años allá.

¿Qué es lo que más los cautiva de ese país, tan lejano y distinto al nuestro?

Nos cautiva la India misma, su gente, el yoga. A mí la música, a Dolores la ropa. La cultura milenaria, la fusión de culturas y religiones, el islam a nivel arquitectura, me encanta sacar fotos. Dolo ahora es importadora y la idea también es aprovechar la calidad de las telas y la mano de obra de allá. Ellos hacen unas cosas que acá son muy difíciles de lograr, como el bordado. Holi es un festival de los colores en India donde se tiran polvos y queda todo teñido. Por otro lado, yo soy vegetariano hace 16 años y me encantan los sabores que logran ellos. Y cuando estamos acá, Dolo cocina comida india mejor que cualquier cheff de la Argentina. Los chicos, menos picante, comen de todo. Yo trato de ir metiendo el vegetarianismo. Pero en algún que otro cumpleaños, como verás, sale un choripán. Y está todo bien.

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