Es jefe de cardiología del hospital Erill, donde estuvo internado por coronavirus junto a su madre. Ambos lograron recuperarse. “Las terapias intensivas mejoraron mucho en la pandemia”, destaca.

Hay personas que saben desde muy chicos qué quieren ser cuando sean grandes. Que no necesitan de un test vocacional ni vivir distintas experiencias para decidirse por una profesión. Y Leonel Di Paola (53) es un ejemplo perfecto: desde los 6 años sabía que quería ser “doctor”.

“No sé bien por qué elegí esto, pero era lo que yo quería. De más grande tuve la intención de ser cardiólogo y nunca me hice la pregunta de por qué esta especialidad, pero puede ser porque tenía una relación muy estrecha con mi abuelo, que murió de un infarto. Creo que pasó por ahí”, le cuenta a DIA 32 sobre su precoz elección de esta carrera, que inició en 1991.

Con casi tres décadas de ocuparse de la salud de la gente, en este 2020 le tocó a él ser paciente, tras contagiarse de coronavirus. Aunque no estaba en el día a día con los infectados, no lo pudo evitar y terminó enfermándose. A diferencia de muchos colegas suyos que perdieron la vida en esta pandemia, pudo salir adelante y después de algo más de un mes regresó a sus actividades como cardiólogo.

“Por el ámbito en el que me muevo y lo que hago, era lógico que en algún momento me iba a tocar, estás más expuesto y las posibilidades son mayores. Empecé con un cuadro gripal común, con dolores musculares y febrícula, pero después se fue complicando con dificultades respiratorias”, cuenta sobre el cuadro que vivió.

– ¿En qué día de la enfermedad deciden internarte?
-Me dio positivo el 15 de octubre y me internaron el 27. A nivel epidemiológico se considera que a los 10 días ya podés salir y yo a los 12 estaba internado con neumonía bilateral e hipoxia (ausencia de oxígeno suficiente en los tejidos).

-¿Cómo fue el proceso previo a la internación?
-Tenía una evaluación diaria telefónica con el neumonólogo. Él intentaba ver la frecuencia, cómo saturaba y me iba medicando.El 27 la ART me llevó a Constitución para que me vea el médico y en la placa salió que tenía un infiltrado bilateral y saturaba mal. A la vuelta me sentía mal y bajé del taxi en el hospital Erill. Me estaba esperando una médica residente. Me mandó al tomógrafo y de ahí al cuarto piso, a internación directo.

-Casi que te autointernaste…
-Sí, porque me sentía bastante mal. Fue una situación rara, yo trabajo en Capital y en la provincia y en las dos tengo la misma ART. La de provincia me llamó el 26 y me preguntó cómo me sentía. “Mal, me fatigo y me falta el aire”, les dije. “Bueno, le damos el alta”, me dijeron. Y al otro día estaba internado. Increíble.

-¿Cómo se entiende eso?
-No sé… Es un manejo extraño. La ART es la que tiene que pagar el sueldo cuando estás enfermo o con un problema laboral, entonces te quieren dar el alta para dejar de pagarte. Pasa por ahí. Al final, la neumonóloga me dio el alta el 17 de noviembre y volví a trabajar al hospital el martes 24.

-¿Cómo fue tu evolución estando internado?
-Salí el 1º de noviembre, no estuve tantos días. Mejoré bastante, estuve dos días con oxígeno y corticoides endovenosos.

-¿Pensaste que podías empeorar y terminar con un respirador?
-Sí, por eso les dije en el hospital que si me ponía peor se fijen qué iban a hacer, porque si necesitaban mi cama yo tengo una prepaga y me podían trasladar. Mi internación no fue por los parámetros, porque estando en reposo no eran graves, pero la médica del hospital que me atendió me conoce y al verme la cara me vio mal y me internó.

-Al mismo tiempo tu mamá también estaba internada con coronavirus, ¿no?
-Sí, mi mamá tuvo un cuadro que parecía una neumonía, con fiebre y mocos. Ella es una señora de 76 años, con Parkinson. Yo estaba en casa, aislado, y un médico amigo la fue a ver. La medicó e iba bien, pero tuvo falta de aire, hipoxia y también terminó internada con oxígeno. Se recuperó en 15 días. Yo estaba en la cama 1 y ella en la 10, en el mismo piso.

-¿Estabas al tanto de la recuperación de ella?
-Sí, la interné el viernes 23 y yo entré cuatro días después. Sabía todo. Los médicos me pasaban el informe, era un alivio saber que se iba reponiendo. Se internó bastante mal y uno piensa en qué iría a pasar, pero pudo salir.

-¿En tu familia hubo más casos de contagiados?
-Somos cuatro y estuvimos todos aislados. Algunos tuvieron síntomas, como mi mujer y mi hija, y mi hijo apenas, pero se hizo el examen de anticuerpos y le dio negativo.

-¿Te quedaron secuelas?
-Bajé diez kilos; después, nada más.

-¿Qué fue lo primero que hiciste al volver a tu casa?
Un asado, mi hijo quería. Y yo también…

-Con lo que viviste desde adentro, ¿cómo viene trabajando el hospital con la pandemia?
-Desde el primer momento utilizó su planta de médicos para atender la guardia. La atención inmediata iba por un lado y los sospechosos o febriles por otro. A medida que los casos disminuyeron empezamos a abrir nuevamente los consultorios. Yo llegué a estar en la guardia atendiendo consultas no sospechosas de Covid, pero eso nunca se sabe porque el paciente no siempre te dice la verdad.

-¿Creías que en Escobar se podían dar tantos casos positivos?
-Los contagios se dan por contacto estrecho. Por compartir mate, una botella… Si tenés tu distancia, tu barbijo y te lavás bien las manos, el índice baja mucho. Además, hay mucho hacinamiento importante y en una casa donde viven diez personas, cinco se contagian seguro. Mucha gente no acepta irse a lugares de aislamiento, pasa por ahí.

-¿Por qué a muchos médicos les agarra tan fuerte el virus?
-Por la carga viral, si te contagiás porque estuviste con una persona, es una cosa; ahora, si estuviste con diez, la carga es mayor. Tenés más posibilidades de desarrollar la enfermedad con una patología más fluida. Igualmente, depende mucho de la inmunidad de cada paciente.

-¿Ya pasó lo peor de la pandemia?
-Creo que sí, este año ya estamos en una meseta o descenso. Pero no quita que no venga una segunda etapa. En Europa se dio después de las vacaciones, la gente salió e hizo cualquier cosa. Acá puede pasar, no sabemos.

-¿La vacuna es la única salida?
-La realidad es que una vacuna tarda cinco años en salir, la fase 3 la tenés que hacer en por lo menos 50 mil pacientes, sino no podés salir a vacunar. Hasta que todo el trabajo no esté terminado y publicado en una revista creíble… lo único efectivo ahora es el barbijo y el distanciamiento. Veremos qué pasa para el invierno que viene.

-¿Cómo ves al distrito a nivel salud, fuera de la pandemia?
-Se han mejorado algunas cosas, como las salas, que han tomado otro vuelo. Tienen disponibilidad, elementos de diagnóstico, mucho más personal. Pero en realidad la atención primaria sería otra cosa. Es solucionarle los problemas básicos a la gente. Como una atención que se encargue de preguntarle a la madre si hay agua potable en la casa, si el chico come las cuatro comidas, si se vacunó, si va al colegio… cosas que se tienen que preguntar. Algo que se mejoró mucho por la pandemia fueron las terapias intensivas.

-¿Tiene buenos profesionales Escobar?
-Sí, tiene. Muchos son de acá, otros han venido de afuera. Yo estoy hace 11 años en el hospital y lo vi crecer mucho. Veo cómo se forman los médicos después de salir de la facultad y lo están haciendo muy bien. Lo acabo de vivir en carne propia con mi internación y puedo decir que me recuperé totalmente.

-¿Qué gratitudes y sinsabores te da esta profesión?
-Las gratitudes pasan porque la gente me salude por la calle o me diga que yo atendí a algún familiar suyo. Eso es grato e interesante. También el hecho de que vayan pacientes a tu consultorio, que te lleven a sus hijos, a sus padres… Sinsabores no hay demasiados: quizás la impotencia de que, a pesar de ser médico, uno no puede hacer nada con situaciones de familiares. Pero la verdad es que no me puedo quejar de mi profesión.

Médico de alma

Leonel Di Paola nació en Capital Federal el 27 de febrero de 1967, pero es escobarense de toda la vida. Hijo de de Lilia Pérez y Adalberto Di Paola, está casado con Mariel Lavieri y es padre de Brenda (20) y Martín (18). Médico clínico recibido en la UBA y cardiólogo egresado del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires. Es jefe de cardiología del hospital Erill desde 2017, tiene consultorio propio y hace guardias en un instituto de CABA. Siempre dispuesto, amable y conciliador. Un aliviador de corazones.

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