La modelo, actriz y conductora conversó con DIA 32 y reveló aspectos desconocidos de su vida privada y profesional. “Vine acá por diez días y me quedé 37 años”, contó. Además, habló de la “universidad de la belleza” que inauguró este año en Ingeniero Maschwitz.

Por FLORENCIA ALVAREZ
falvarez@dia32.com.ar

Su tonada brasileña es inconfundible. Al escucharla, todo el mundo sabe que se trata de Anamá Ferreira (61), la mujer que llegó hace tantos años de la tierra del samba que casi terminó convirtiéndose en parte del folklore nacional.

Ella es de la época en que a las modelos les decían “mannequin” y no se reproducían en serie como ahora. Eran unas pocas, que desplegaban su altura y su elegancia sobre las pasarelas, luciendo vestidos de alta costura. “Hoy en día hay dos estilos de modelos: las de pasarela, que están en las revistas de moda y desfiles, y las de televisión, que dicen que son modelos pero no lo son. El modelaje es una profesión, un trabajo. La modelo profesional tiene 1,75 y pasa alta costura. No va a la tele a contar con quién se acostó”, sostiene.

Anamá llegó a Argentina en 1976 y marcó tendencia en el mundo de la moda. Desfiló para importantes diseñadores como Paco Rabanne y Courreges y posó en destacadas revistas como Vogue, Bazar, Cosmopolitan, Elle y muchas otras.

Más tarde la modelo se convirtió en conductora de TV, de radio y en actriz. Trabajó en teatro, donde interpretó a la primera Evita negra -en la obra Femenina-, y en cinco películas de cine. Pero asegura que lo que más le gusta es la televisión: “Es por la gente, la forma en que se trabaja, las cámaras, me siento muy cómoda”, revela.

Pero hay una faceta de Anamá que muchos desconocen y tiene que ver con la escuela de modelos que dirige desde hace casi 30 años, Anamá Models, y que en 2012 abrió una sucursal en Ingeniero Maschwitz. “Es como una universidad de la belleza. Enseñamos a arreglarse, a vestirse, a cómo comer en una buena mesa. Tenemos protocolo, teatro, producción de moda”, describe.

De generación en generación

¿Cómo está funcionando la escuela de Maschwitz?

Muy bien. Hay chicas muy lindas. Hicimos el concurso Miss Maschwitz y tuvimos una alumna aspirante a reina en la Fiesta de la Flor, que quedó tercera. Esos fueron logros importantes. Yo voy un sábado al mes y sigo los mismos conceptos que tenemos en la escuela de modelos del centro. Me fijo en cómo están caminando, en cómo van avanzando, superviso a los profesores, estamos muy encima.

Además, hay una rama de la escuela que funciona como agencia. Estamos con Elite Model Look para que las chicas puedan empezar a trabajar. Durante el curso yo no fomento que lo hagan porque están aprendiendo. Pero cuando veo que alguna puede trabajar bien la llamamos, la evaluamos y nos dedicamos a buscarle trabajos.

¿Cómo te iniciaste en esto de preparar mujeres para que sean modelos?

No fue un bebé buscado, por decirlo de alguna manera. La que tenía la escuela era Pata Villanueva, que la había puesto con la ex modelo Paula Domínguez. Pata se iba con Tarantini a Europa y Paula estaba embarazada, como no había nadie para hacerse cargo, yo empecé a dar clases y a cuidar el tema, y de ahí nunca más paré. Fui un sábado y quedé.

¿Qué atributos tiene que tener una chica que sueña con desarrollarse en esta profesión?

Tiene que tener ganas, después se hacen el book de fotos, y nosotros las promocionamos y presentamos en los lugares y a las productoras de moda.

¿Solamente con ganas se puede ser modelo? ¿Qué hay del aspecto físico?

Tienen que ser altas para hacer desfiles y si no son tan altas, que tengan un estilo particular. Generalmente no se busca a chicas lindas sino a las que, más que nada, tienen personalidad. Son cosas innatas, si tenés ganas y el look, de ahí en más te vas perfeccionando. También hay muchas que hacen el curso para aprender a moverse, a arreglarse, para sentirse bien, no porque quieran trabajar de modelos.

¿A qué edad suelen comenzar?

Tengo grupos de nenas de 6 años hasta 10, y después otras, a las que yo les digo las viejas, que van de los 11 para arriba. Empiezan a trabajar a los 14, 15 ó 16.

¿Qué sentís cuando salen “celebrities” de tu escuela como Romina Gaetani, Soledad Fandiño, Jezabel Vasile, Mariana de Melo o Florencia Fabiano?

Me siento muy bien cuando las veo que están divinas. Estén haciendo lo que estén haciendo, siempre la moda está presente. Cuando van a entregas de premios, o a los Martín Fierro, estas son chicas que tienen un cuidado muy especial con la ropa. Ahora las actrices se fijan mucho al momento de vestir.

Extranjera eterna

Empezaste desfilando en un concurso de Miss Río de Janeiro, de ahí recorriste todos los caminos del mundo de la moda hasta convertirte en un ícono. ¿Cuáles fueron las cosas positivas y cuáles las negativas?

Las negativas, ninguna. Y las positivas… es mi mundo. Trabajé gran parte de mi vida en esto y vivo de la moda, que es algo difícil y a veces cruel, porque hay que estar todo el tiempo presente y actualizándose permanentemente. Cada tres o seis meses cambia todo y si no lo seguís, te quedás atrás. Pero es como cualquier trabajo, si sos abogado tenés que seguir leyendo, si sos médico tenés que seguir estudiando, si sos un bailarín tenés que seguir practicando. Y esto es lo mismo. Me fijo qué está pasando en la moda, qué va surgiendo, qué no va más, qué diseñadores son los nuevos. Voy a desfiles, miro revistas…

¿Cómo fue que tomaste la decisión de radicarte en Argentina?

Vine acá por diez días y me quedé 37 años. Me gustó que Argentina estuviera cerca de Brasil y que fuera totalmente diferente, son el día y la noche en todo, en la arquitectura, en la manera de ser de la gente. Me gustó eso y me fui quedando sin darme cuenta. Aunque acá es el tango y la música popular brasilera es el samba, hay muchas diferencias. En este país se lamentan mucho y se quejan, yo no. Los brasileros no somos de quejarnos ni de hacernos problemas por pequeñas cosas.

¿Te fue difícil hacerte un nombre y una carrera en este país?

No tanto, porque tuve suerte. Empecé a trabajar enseguida con los mejores fotógrafos y diseñadores que me iban recomendando. Siempre hay trabas, como los que quieren a las morochas o a las negras y quienes no las quieren, pero a mí no me importa mucho eso porque no tengo prejuicios.

Muchos te cargan porque dicen que estás en Argentina hace añares y no dominás el español a la perfección… ¿Es a propósito o es imposible sacarse de encima la tonada de tu idioma?

Es que yo soy extranjera. Hablar así es mi marca y nunca me molestó. Es una forma de mantenerme un poco allá también.

¿Qué otras cosas mantenés de la tradición brasileña, además de la tonada?

Soy muy creyente, creo en todos los santos, en todos los espíritus. Le hago pedidos y le agradezco con flores rojas y champagne a la Pomba-Gira, una diosa mujer relacionada con el sexo, a la que se piden cosas relacionadas con el amor. También venero a Lemanjá, la diosa del mar, a quien vas y le tirás anillos, joyas, perfumes, siempre le tenés que dar algo. Pero todos los brasileros somos así. Por suerte sigo manteniendo eso y no pienso como piensan muchos de acá, sigo con mi alma brasileña en muchas cosas.

Vivís con tu pareja en el mismo edificio pero en departamentos separados. Vos pasaste por varios estados civiles y modalidades de convivencia ¿cuál es la que más recomendás?

Esta es la ideal, vivir en casas separadas. Todas son ventajas, cada uno tiene su mundo y lo suyo, y están juntos. En cuanto te empezás a molestar, cada uno se va para su casa y listo, es lo mejor.

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