Escobar no tenía sin corsos callejeros desde 1995. Pero un grupo de organizaciones lo hizo posible.

Por MARCOS B. FEDERMAN
mfederman@dia32.com.ar

Después de quince años, la comunidad escobarense volvió a vivir y compartir la alegría del carnaval, una de las festividades más antiguas de la humanidad, que en la capital nacional de la flor estaba vedada desde los tiempos de Luis Patti en la Intendencia.

Pero no fue fácil. Fue necesaria la unión de varias organizaciones culturales, las murgas y una ruidosa movilización para que las autoridades, a último momento, dieran marcha atrás con una negativa que después admitieron desacertada.

El apogeo carnavalero se vivió desde las primeras horas de la tarde y hasta un rato antes de la medianoche del lunes 7. Gente de todas las edades fue llegando, desde temprano, a la calle Hipólito Yrigoyen, entre Tapia de Cruz y Ameghino, que se convirtió en peatonal para ser escenario de un festejo inolvidable.

Atractivos hubo y para todos los gustos. Los chicos salían sonrientes y maquillados por jóvenes de las organizaciones culturales. Al lado de las maquilladoras, el taller de estampado “Remedios” dejó su huella en cientos de remeras que serán una marca ineludible de haber estado ahí, el día en que el pueblo revivió su fiesta más popular.

La imagen del carnaval fue una caricatura creada por los organizadores. Esa imagen se fue en el pecho y en la retina de todos los asistentes.

Exhibiciones de malambo, la Cuerda de Candombe de Escobar y la banda de cumbia La Sonora de Belén fueron generando el clima perfecto, mientras más y más gente llegaba atraída por un ambiente festivo que fue creciendo exponencialmente.

A la noche llegó el plato fuerte de la jornada: el desfile de las murgas. “Los Chifladitos” de Maschwitz, “Los Bacanes” y “Los Gigantes” de Garín se pasearon con todos sus colores, bailes, música y estandartes. A la vanguardia de cada formación iban los más chiquitos, bailando a todo trapo y estrenando trajes, seguidos por los jóvenes y los adultos más experimentados.

Las piernas se elevaron por el aire, los bombos y redoblantes batieron con fuerza, los estandartes se revoleaban con orgullo seguidos por banderas, bailarinas y hasta un carro desfilaba con una araña enorme que largaba vapor por la boca.

Desde las veredas, la gente aplaudía efusivamente el paso de un desfile de carnaval que fue el primero para muchos de los allí presentes, incluyendo algunos de los propios murgueros.

“En todas las actividades hubo mucha gente, de todas las edades, y todas saltaron, rieron, bailaron. ¿Cómo no va a haber ganas de festejar el carnaval?”, analizó entusiasmado el presidente de la Biblioteca Popular Rivadavia, Federico Jara.

Los sucesivos rechazos oficiales fueron como echarle fertilizante a una planta que recién germinaba: las organizaciones tomaron impulso y decidieron torcer el brazo de la censura.

Derribando obstáculos

Centenares de murgas recorrieron las calles argentinas en los dos días de feriados de carnaval decretados por la presidenta Cristina Fernández, quien atendió así un reclamo que estaba latente desde la prohibición impuesta durante la última dictadura militar.

Pese a que el anuncio presidencial ocurrió en septiembre del año pasado, hasta último momento las autoridades municipales de Escobar parecieron no darse por enteradas.

Cuando pidió formalmente el permiso para revivir el espíritu carnavalero en el distrito, la Biblioteca Rivadavia se chocó con una firme negativa basada en supuestas razones de seguridad cuando no administrativas. Frente a la prohibición, convocó a otras organizaciones culturales, bibliotecas y murgas, que se reunieron para evaluar la situación.

“La Municipalidad nos hizo un favor: nos dio una razón, una causa en común para reunirnos, conocernos y trabajar en conjunto a fin de promover una cultura más democrática y popular”, evaluó Gabriela Pérez de Simone, vicepresidenta de la ONG Colectivo Cultural.

Los sucesivos rechazos oficiales fueron como echarle fertilizante a una planta que recién germinaba.

Con la vorágine de los acontecimientos, las organizaciones tomaron impulso y decidieron torcer el brazo de la censura con una marcha por la avenida Tapia de Cruz, desde la Casa de la Cultura hasta el Palacio Municipal, que se realizó en la mañana del viernes 4. Ahí, el jefe de Gabinete, Walter Blanco, recibió en su despacho a un grupo de manifestantes, asumió el error, pidió disculpas y autorizó los carnavales.

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Tres días de fiesta

La chispa se prendió y, en ese instante, el fin de semana tomó características carnavalescas. Con motivo de los 101 años de Ingeniero Maschwitz, el Colectivo Cultural organizó el sábado 5 un festejo en la plaza Mitre. La participación de la murga “Los Chiflafitos” generó un propicio clima de precarnaval que disfrutaron más de 600 personas.

“Esto es muy importante para nosotros. Hace mucho queríamos compartir lo que hacemos en una fiesta de nuestro pueblo. Acá hacemos la cosas de corazón y sanamente”, expresó Florencia, una de las coordinadoras de esta murga que se preocupa por sacar a los pibes de la calle y darles un espacio de identidad alejándolos de las drogas.

El espíritu del carnaval se trasladó el domingo 6 a la sede de Villa Vallier. Los vecinos del barrio se acercaron a disfrutar de los tambores, las murgas y el desfile de disfraces de los más chiquitos. “Estar de acuerdo con otras organizaciones para llevar a cabo el evento estuvo muy bueno. Nos hizo sentir acompañados y protegidos”, apuntó Brenda Vallier, de la asociación Escobar Artes y Oficios.

A raíz de los carnavales surgió esta incipiente alianza de organizaciones, con marcada presencia juvenil, que rápidamente dio paso a la conformación del Movimiento Cultural Libre (MOCULI), un espacio desde el que se proponen democratizar y reivindicar la cultura popular en el distrito.

“Fue un orgullo haber sido parte de los organizadores. Gracias a una ajustada coordinación, salió todo bien”, evaluó Leandro Cimino, de la agrupación “Escobar en Lucha”.

El cierre de los carnavales, como ya se dijo, fue una fiesta popular, un mar de sonrisas, una avalancha de tambores y un torbellino de colores. Las bombuchas de agua volvieron a las calles. En síntesis, resucitó el carnaval.

El mito de la ordenanza

Mucho se habló de una supuesta ordenanza que desde la época de Patti prohibiría la celebración del carnaval en Escobar. Pero no existe ninguna norma que siquiera restrinja esa festividad. No obstante, el bloque de concejales del PJ está evaluando -a pedido del Ejecutivo- elaborar una reglamentación diferente a la que regula los espectáculos públicos en general.

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