Como si hubiera sido una profecía o un mal presentimiento, hace tres años el mismo Oscar Pérez (77) declaraba en una entrevista realizada por este periodista: “Los negocios van a tender a desaparecer, se funden, son muchos los gastos que hay”. Y tuvo razón, lo acaba de vivir en carne propia: tras más de cinco décadas, dejó de estar detrás del mostrador de Brumell, la tienda masculina que vistió a varias generaciones de escobarenses. Contra su voluntad, la pandemia le puso fin a su carrera comercial.
En un principio la idea era cerrar definitivamente, pero aparecieron compradores que se quedaron con el fondo de comercio. Por eso la persiana de Brumell sigue levantada, con nuevos dueños y la elegancia de siempre en su vidriera.
“Se cumplió un ciclo, este virus me llevó a esto. Mis hijos me dijeron que me quede en casa y mi médico también. Pasaron casi cinco meses sin ver una moneda, con deudas. Tenía la ilusión de volver, pero ellos me pidieron que no me complique, que disfrute los años que me quedan y que descanse”, le cuenta Pérez a DIA 32, a tan solo una semana de haber entregado la llave de su legendario comercio, en el corazón de la avenida Tapia de Cruz, que él mismo inauguró allá por diciembre de 1968.
Explica que le costó convencerse de darle un cierre a su vida como vendedor, pero admite que le gusta que quienes hayan tomado la posta sean “chicos muy trabajadores”. “Se llegó a un acuerdo porque a ellos les interesaba la mercadería y el local”, señala. La negociación la hizo uno de sus hijos, Gabriel, y la familia rápidamente aprobó todo.
A Pérez le duele la decisión, el “duelo” está en proceso. El cierre fue muy reciente y extraña la rutina de ir caminando al negocio todos los días, ver la vidriera, recibir nuevas prendas y charlar con sus clientes. “Es muy triste este final, se me murió un hijo, así de simple. Fue una decisión obligada porque esto te lleva a la quiebra. Fueron más de 50 años y pasamos por todas, pero esto fue terrible”, confiesa, ante una realidad letal e inevitable para el rubro de indumentaria.
-Haciendo un balance de estas cinco décadas, ¿cuáles fueron los mejores años de Brumell?
-Entre 1982 y 1984. Pero hubo otras dos cosas que casi me voltean: el Rodrigazo, en el ´75, y cuando me vaciaron el local, en 1985, cuando estaba en Tapia de Cruz 780. Volví a empezar de menos cero. Esa vez me arruinaron.
-¿Fue peor ese robo o la pandemia actual?
-Esto. En aquel entonces tenía 42 años. Hoy tengo 77 y el carretel está cortito.
-¿Cómo estás viviendo este problema que afectó al mundo?
-Con mucho respeto, porque estoy en primera fila por mis problemas respiratorios. Tengo enfisema pulmonar y debo cuidarme mucho. Es todo por el cigarrillo: empecé a los 18 años y me hice muy fumador en mi época de Success, llegué a fumar tres atados por día. Dejé hace 29 años, pero me quedaron las secuelas.
-Siempre se te veía tomando un café con amigos en algún bar. ¿Cómo asimilaste no poder seguir haciéndolo por el aislamiento social obligatorio?
-Es una de las cosas que más siento, junto con la falta de abrazos y besos. Yo soy un afortunado, conocí mucha gente en Escobar. ¡Claro que extraño todo eso!
-¿Hiciste muchos amigos?
-Muchísimos. Cuando llegué era un desconocido y hoy soy más escobarense que porteño, aunque nací en Capital. Ya perdí muchos amigos como Juan Peralba, Sergio Aneiro, Horacio Rafetto, Jorge Renau, tipos que conocía desde hace 50 años. Con el resto me mantengo en contacto por WhatsApp. Íbamos todos los días al Club Independiente a jugar a las cartas y ahora nos hablamos por teléfono nomás.
Es muy triste este final. Fue una decisión obligada porque esto te lleva a la quiebra. Fueron más de 50 años y pasamos por todas, pero esto fue terrible”.
-Mencionabas tu paso por la disco Success, ¿cómo fue esa experiencia?
-Abrió en diciembre de 1987 y estuve desde el primer día hasta el 30 de septiembre de 1990. Llegué a través de mi amigo Alfredo Bianco, uno de los dueños. Yo venía del robo hacía dos años y estaba complicado económicamente. Alfredo me puso en la caja y también organizaba la tarjetería del local. Venía gente de Capital, Campana y Zárate. Success fue un ícono de Escobar.
-¿Qué cosas te quedaron grabadas de esos años?
-Se armaban fiestas muy lindas, se traía lo mejor. El lujo y cuidado que había… No había falopa, contaba con mucha seguridad. Tenía una rigurosidad en la indumentaria que no permitían que nadie entrara en zapatillas, todos con zapatos.
-Volviendo a este momento del comercio, ¿qué te produce ver tantos negocios que hayan cerrado en Escobar?
-La primera vez que salí y vi tantos locales vacíos me dio una tristeza tremenda. Estamos aislados. Yo me tengo que cuidar mucho, porque quiero vivir. Dentro de todo estoy bien, mi cabeza funciona, me acuerdo de todo.
-¿Qué les dirías a los nuevos dueños de Brumell?
-Les deseo que les vaya bien, porque me hace acordar a cuando yo empecé. Ya fui a presentarme, los saludé, ellos tienen un carretel largo. A mí me va a costar mucho asimilar que no estoy más en el negocio.
FICHA PERSONAL
Escobarense naturalizado
Oscar Pérez nació el 23 de noviembre de 1942, en Capital Federal, donde vivió hasta que en agosto de 1970 se radicó en Belén de Escobar. Está casado con Lucía Cereto y es padre de tres varones: Fernando (49), Gabriel (46) y Germán (41), que le dieron trece nietos y un bisnieto. Hincha de Boca, apasionado por el ajedrez y las charlas de café con amigos. Fue secretario de los clubes Sportivo e Independiente y presidente del Rotary Club y del Círculo de Ajedrez de Escobar. Sincero y frontal, un comerciante escobarense de raza.