En 1970, los visitantes recorrían la muestra sobre un trencito de dos vagones. Y en 1980 once países participaron de la primera exposición internacional. Escobar era un boom.

Nacida hace 47 años, la vida de la Fiesta Nacional de la Flor está llena de recuerdos. Muchos de ellos inolvidables para quienes vivieron aquellas épocas doradas en las que Escobar se mostraba ante el país, y el mundo, con sus mejores galas.

De la mano de directivos y colaboradores comprometidos con el progreso del distrito, la exposición supo crecer rápidamente y adquirir para Escobar el reconocimiento de capital nacional de la flor. De esos tiempos mejores, DIA 32 rescata dos acontecimientos de los años 1970 y 1980.

El trencito del tiempo

La Fiesta de la Flor recién tuvo casa propia en el año 1974. Sus cuatro primeras ediciones transcurrieron en la sede del Club Sportivo Escobar (1964-65) y en un galpón de la calle Gelves al 500 (1966-67), ahora habitado por un hipermercado. Después, buscando espacios más amplios, se trasladó al actual polideportivo municipal Luis Monti -antes conocido como Centro Comunal-, donde el entonces intendente Alberto Ferrari Marín ordenó construir dos pabellones para albergar a este tipo de eventos.

La edición de 1970 se promocionó en Capital con preciosos jardines florales en el hall de la estación de trenes de Retiro. El principal atractivo de esa séptima exposición fue la presencia de un pintoresco trencito de paseo en el que los visitantes podían recorrer toda la feria cómodamente sentados.

“Todo eso se debió a las estrechas relaciones que la entidad había entablado con las autoridades del Ferrocarril Mitre”, explica Salvador Rizzo, quien fue directivo de la Fiesta de la Flor durante 23 años (1967-1990) y actualmente es director de su Archivo Histórico y Documental.

“El trencito del tiempo, como se denominó a aquella pequeña maravilla ferroviaria, cumplió una tarea sorprendente. Sus dos únicos habitáculos especiales para transportar pasajeros eran tirados por una máquina a vapor que recorría interiormente todo el predio. El público se deleitaba”, rememora Rizzo. Y apunta que, como complemento del recorrido, también se habilitó un microcine donde podía verse un documental de “El tren de las nubes”.

Pero no fueron esas las únicas novedades. Como era tanta la gente que visitaba la exposición, ese año se colocaron dos pasarelas aéreas para agilizar la circulación del público. La idea del presidente de la entidad, Luis Brussi, resolvió lo que entonces era un problema: las colas de varias cuadras que se formaban para entrar al asombroso parque temático. Señala Rizzo que “con esas originales plataformas se duplicó el ingreso de personas al mismo tiempo y se aminoró considerablemente el tiempo de espera en las afueras”.

“Fue una edición inolvidable para todos los que tuvimos la suerte de vivirla”, afirma libre de dudas y con dulce nostalgia.

Flores del mundo

En 1980 Escobar fue sede de la primera exposición internacional de flores y plantas, de la que participaron once países de distintos continentes: Holanda, Bélgica, Brasil, Chile, Colombia, Francia, Italia, Puerto Rico, Sudáfrica, Uruguay y Paraguay.

“La Fiesta de la Flor, hacía ya varios años, había transpuesto las fronteras del país y quería demostrar al mundo que su jerarquía estaba a la altura de las mejores exposiciones en su género”, argumenta Rizzo al contextualizar el impulso de aquel emprendimiento.

“Hubo reuniones con funcionarios nacionales para obtener prioridad y tarifas preferenciales, así como para facilitar el transporte aéreo para la llegada de los ejemplares de los países visitantes y de sus autoridades”, repasa Rizzo. Los preparativos también incluyeron una misión de 15 días a Europa de Brussi y otro directivo para establecer contactos y distribuir invitaciones oficiales en mano.

“Escobar fue noticia de interés mundial y ratificó con esta muestra el potencial de alta calidad de nuestra floricultura”, sostiene Rizzo.

Dos postales de un pueblo que trascendía las fronteras nacionales dándose a conocer con su mejor arte: las flores. Recuerdos de un pasado de resplandor que todavía alcanza para iluminar el camino de una exposición que se niega a marchitarse y revive, indefectiblemente, con la llegada de cada primavera.

Cuatro presidencias

El floricultor matheuense Arturo Brossio fue el primer presidente de la Fiesta Nacional de la Flor, desde 1964 hasta 1967. Lo sucedió Luis Juan Brussi, que ininterrumpidamente se desempeñó en ese cargo hasta 1996, cuando asumió Telmo Hisaki. Desde 2003, el titular de la entidad es Tetsuya Hirose.

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