Sportivo Escobar vivió uno de los momentos más felices de su historia con la inauguración del nuevo microestadio. “Esto vale más que un campeonato o un ascenso”, expresó su presidente, Gustavo Bruno.

La noche del viernes 22 de noviembre permanecerá para siempre en la memoria y el corazón de hinchas y socios de Sportivo Escobar, que colmaron las tribunas para ser testigos de un hecho histórico, largamente deseado: la inauguración de su nuevo microestadio, con capacidad para 900 espectadores.

Tiempo atrás ni siquiera estaba en los planes soñar con algo así. Sí extender la cancha del Oscar Roque Larghi, como se hizo después, pero parecía completamente inviable imaginar una nueva edificación para que el equipo pueda jugar en cualquier categoría del básquetbol nacional, sin ninguna clase de restricciones.

“Estamos cumpliendo el sueño de la gente que en 2001 tuvo que ir a la cancha de Independiente de Zárate porque la Asociación de Clubes nos sacó la localía ante Estudiantes de Formosa porque el Larghi no daba la capacidad ni las medidas exigidas”, le explica a DIA 32 el presidente de Sportivo, Gustavo Bruno, rememorando esa célebre final de la Liga Nacional B ganada por el albiceleste.

“Aquella vez nos quedamos con las ganas de jugar el ascenso y perdimos la plaza”, repasa el directivo al recordar las vicisitudes que la institución vivió por no tener un reducto con mayor capacidad. Bruno asumió la presidencia en 2006. Trece años después tuvo el privilegio de encabezar la concreción de ese sueño. “Esto es de todos, vale más que cualquier campeonato o ascenso”, subraya.

La bendición económica para Sportivo se dio en diciembre de 2017, cuando el club recibió una propuesta del Banco Nación para comprar el predio de la calle Bernardo de Irigoyen, donde tenía su natatorio. La comisión directiva aceptó la oferta y, asamblea extraordinaria mediante, se consumó la operación.

“Fue una muy buena venta para nosotros. Se llegó a un acuerdo de lo que valía la tierra y evaluamos que ese dinero nos alcanzaba para hacer el estadio nuevo y devolverle la pileta a los socios construyendo otra. Se aprobó por unanimidad, todos entendieron que era para el crecimiento del club”, señala.

Pero las sucesivas devaluaciones y el sostenido crecimiento de la inflación complicaron lo que se pensaba encaminado con la plata en la mano. “Costó mucho construir todo, pero la empresa constructora se portó bárbaro, cerramos llave en mano y pudimos llegar al cometido”.

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El flamante microestadio está en la calle 20 de Junio al 140, detrás de las canchas de tenis y del nuevo natatorio. Tiene capacidad para 900 personas, entre plateas y populares para locales y visitantes. El club tuvo varias reuniones con los arquitectos de la Confederación Argentina de Básquet para que el inmueble reúna todas las condiciones requeridas.

Así, el reducto está apto para que se jueguen partidos de Liga Nacional sin ningún inconveniente, ya que la cancha cuenta con las medidas oficiales: 28 metros de largo y 15 metros de ancho.

Además, tiene palco vip para autoridades, cabinas de transmisión, vestuarios con lockers para cada jugador, zona mixta para las entrevistas, vestuario para árbitros, una sala de reuniones, utilería, lavandería, enfermería, sanitarios y dos buffets. Moderno, cómodo y funcional.

La noche de la apertura se conoció que el microestadio llevaría el nombre de Juan Peralba, ex jugador y ex directivo del club. “Es un hombre que hizo mucho por la institución y que cuando lo propuse en comisión directiva tuvo un quórum absoluto”, afirma Bruno.

Peralba, que participó del corte de cintas, no pudo evitar conmoverse. A sus 79 años, seguramente se le habrán pasado por la mente montones de recuerdos y vivencias en Sportivo, donde está desde que tenía 12. “Siento mucha alegría y estoy muy emocionado, porque no es lógico que te hagan este reconocimiento en vida. Había mucha gente que lo merecía también”, comenta el “Gallego”, al borde las lágrimas. Y celebra que “por fin el club tiene el estadio que siempre ambicionó tener”.

Crisis y prosperidad

El club albiceleste pasa por el mejor momento en sus 95 años de historia. “A nivel institucional tuvimos un repunte bárbaro, estamos en casi 900 socios. Además, sumamos las escuelas de fútbol y hockey y volveremos a tener colonia de vacaciones. Lástima que no nos acompaña la situación del país, fue un año malísimo”, analiza el titular de la entidad.

Bruno confiesa que le gustaría despedirse del club con la apertura del microestadio “como la frutilla del postre” de su gestión. Pero sabe que es difícil, porque no hay demasiado recambio a nivel dirigencial. “Yo ya estoy cansado, me gustaría que llegara una persona con nuevas ideas. Además, es ingrato, porque siempre hay gente disconforme”, confiesa.

Lo bueno, admite, fue la creación de la Subcomisión de Básquet, que le permitió delegar algunas tareas y alivió bastante su carga de responsabilidades.

A título personal, una de las grandes gratificaciones que recibió por el nuevo microestado es la emoción que le transmiten los socios. “La gente me cuenta que se le escapa una lágrima cuando lo ven, no lo pueden creer. Yo al estar en el día a día no me doy cuenta de eso. Por ahí siento más melancolía por abandonar el Larghi, donde vivimos tantas cosas”, declara, con una mezcla de nostalgia y ansiedad.

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