Entre rosales y macetas, Antonio Mastronardi (70) aprendió desde chico que el trabajo se hace con las manos y con el alma. Criado entre los cultivos de flores que su padre levantó en Loma Verde, de él heredó el oficio y la pasión por la tierra. También la fortaleza que hoy lo sostiene, después de haber atravesado pérdidas profundas. Padre de Mariela, Pablo -fallecido este año- y Maximiliano, y compañero durante cuatro décadas de Patricia Sanson -a quien la pandemia le arrebató en 2020-, “Tony” es un vecino querido, de buen corazón, al que todos conocen y que siempre está dispuesto a dar una mano.
Hijo de Ventura Mastronardi y Vicenta Mastronardi -primos lejanos del mismo apellido que trajeron su historia desde Italia-, creció junto a su hermano Juan (77) en una familia que hizo del esfuerzo una forma de vida. Apenas salía de la Escuela Nº1, donde hizo sus estudios primarios, el pequeño Antonio se iba directo a la quinta para ayudar con las flores. Así aprendió el oficio que lo acompañaría toda la vida, fiel a esa cultura del “laburo” bien tana, que se lleva en las venas hasta el último día.
“Mi viejo estuvo cinco años en la Segunda Guerra Mundial. Se vino solo en 1948 y no se quiso ir más, porque decía que este país estaba bendecido. Dos años después llegaron de Italia mi mamá con mi hermano. Ella trabajaba limpiando casas. Estuvo con familias conocidas como los Campiglia, Larghi, Bertolotti”, recuerda Tony sobre sus orígenes.
Su padre también había sido prisionero de guerra en Estados Unidos. “Al tiempo entró a trabajar en un cultivo de calas y, gracias a Cappello, que se lo dio a pagar en cuotas, pudo comprar este terreno. Son casi dos hectáreas que nos quedaron de herencia a mi hermano y a mí. Toda mi vida la pasé acá”, cuenta, con el orgullo de quien sabe de dónde viene.
Décadas atrás, la zona de Loma Verde era fértil y próspera para el cultivo de calas. Desde su quinta salían tres camiones por día hacia Escobar, cargados de esas flores blancas y elegantes que decoraban los mercados. Pero una peste letal arrasó con todo y cambió el destino de muchos productores.
“Hoy ya no quedan casi floricultores, somos muy pocos. La pandemia nos terminó fundiendo. La flor de corte es una lotería, no es para cualquiera”, asegura. Actualmente mantiene diez invernáculos de rosas, muy lejos de los setenta que llegó a tener en su época dorada.

Mercado de Plantas
En agosto de 2020, cuando la pandemia de covid-19 todavía acechaba, Antonio Mastronardi desarmó gran parte de los invernáculos de flores para empezar a poner plantas, de todo tipo. Así nació el Mercado de Plantas Loma Verde, en Colectora Oeste 3950.
“Tuvimos la suerte de reconvertirnos en un rubro que conocíamos. Ahora se venden las plantas para cerco, pero los gustos van cambiando. Hay que ponerle muchas ganas, siempre hay que traer cosas nuevas. A la gente le gusta la atención. En eso estamos muy bien. La vamos llevando, cubriendo gastos”, le cuenta a DIA 32.
El vivero se destaca por tener bamboo y pachira, que se importan de China. Las plantas para parques son lo más vendido, como también las orquídeas, de interior, arbustos, helechos y todo lo que le da color a los patios y maceteros de las casas.
“Estamos produciendo suculentas y algunos plantines, pero lo demás lo traemos, no se pude hacer todo. Tengo un buen grupo de trabajo”, afirma “Tony”, contento con el éxito de este emprendimiento.
“Hoy ya no quedan casi floricultores. La pandemia nos terminó fundiendo. La flor de corte es una lotería, no es para cualquiera”.
Loma Verde y Escobar
“Siempre digo que nací y quiero morirme en Loma Verde. Si volviera a nacer, elegiría quedarme acá. Tengo mis raíces”, confiesa, demostrando todo el amor que siente por su lugar de origen, tan arraigado en su interior.
Sobre la evolución de la localidad, hoy tan distinta a lo que era hasta hace unos años, comenta: “Veo que hay un crecimiento muy grande, con gente nueva que vino a vivir. Es una ciudad bastante tranquila, que tiene un crecimiento rápido. El parque industrial es muy importante”.
Con respecto a Belén de Escobar, donde también asiste a diario por sus obligaciones en APANNE y demás cuestiones personales, opina: “Lo veo bastante activo, muy bien. Me acuerdo del Escobar que tenía 40 mil habitantes y hoy tiene 400 mil. Creció un montón”.
“Yo iba la Escuela Nº1 cuando estaba en Spadaccini, donde ahora está la feria. Hubo un cambio importante, con muchas cosas lindas. Le faltaría arreglar el tema de las calles, pero hay centros de salud nuevos y eso es muy bueno. No se puede todo”, analiza.

Una vida en APANNE
En 1988, tras varias reuniones, un grupo de familias dio vida a la Asociación de Padres y Amigos del Niño Neurológico de Escobar (APANNE). El objetivo era contar con un lugar apropiado para el cuidado, la contención y el desarrollo de sus hijos. Entre esos fundadores estaba Antonio Mastronardi, que hoy preside la entidad.
“Fuimos el segundo centro de día de la provincia. Teníamos la necesidad de mandar a nuestros hijos a lugares para discapacitados, porque no había nada. Desgraciadamente, de todos los fundadores que éramos soy el único que queda. Pablo me llevó a involucrarme en esto”, sostiene, mencionando a su hijo del medio, que falleció a principios de 2025, con 39 años.
Aquella primera comisión directiva tuvo como presidente a Juan Carlos Bolli. Más adelante tomó el timón Canio Nicolás Iacouzzi, con Mastronardi como tesorero. Juntos estuvieron 17 años. Después siguió manejando las finanzas con Santiago Piñedo en la presidencia y en 2012 asumió él como presidente.
“Muchos pensaron que en 2021, cuando falleció mi señora (Patricia Sanson), no iba a continuar, pero seguí. Este año tuve la mala suerte de que fallezca Pablo y seguí igual, porque me parece que él, desde arriba, me dice que siga apoyando”, declara, emocionándose al recordarlo.

“Sabemos que en las instituciones cuesta la renovación. Estaría bueno que suceda porque uno ya está con las ideas ´quemadas´. Pero mientras Dios me de fuerza voy a seguir apoyando y volcando todo lo que aprendí a gente nueva. Siempre con la transparencia más clara”, sostiene, firme en sus convicciones.
-¿Cómo está la situación actual de APANNE?
– Complicada. Hoy tenemos 35 chicos y los números no cierran. Tenemos una deuda superior a los 100 millones de pesos con la AFIP (hoy ARCA). No sé por qué este tipo de instituciones tiene que pagar impuestos, si estamos haciendo el trabajo del Estado. Los padres deben buscar un lugar para sus hijos porque en discapacidad no hay nada.
“El Estado siempre ha estado ausente. Estaría bueno que se pongan una mano en el corazón y que ayuden. Para otras cosas hay plata y para discapacidad no”.
-¿Qué rol cumple el Estado?
-El Estado siempre ha estado ausente. Esto se agravó en la pandemia, porque el nomenclador no movió las prestaciones. Estábamos en un desfasaje de 35% y ahora es de un 75%. Estaría bueno que se pongan una mano en el corazón y que ayuden. Para otras cosas hay plata y para discapacidad no.
El único subsidio que recibimos es el que nos da el Municipio, que nos dio una mano grande con su gente a disposición, porque este año nos sacaron el servicio de prestadores, donde está en discusión si podemos seguir facturando o no.
-¿Por qué crees que pasan estas cosas?
-Se la agarran con el que más protección precisa. No le dan bolilla a la discapacidad porque no votan. El discapacitado no puede valerse solo y el Estado debería mantener un centro de día, un centro terapéutico, los sueldos… Las comisiones deberíamos trabajar como cooperadoras, para hacer obras y cosas que sumen. Cualquiera puede sufrir una discapacidad o tener un daño neurológico.

-¿Cómo tomaron los últimos recortes del gobierno en discapacidad?
-Esto viene de todos los gobiernos, no hago diferencias políticas. Estaría bueno que se contemple darles una jubilación a las madres, porque están con el hijo las 24 horas. Nosotros vamos a seguir trabajando para dar servicio. Tenemos 24 personas trabajando con los sueldos al día, pero no así las cargas sociales.
Le quiero agradecer a Ariel Sujarchuk y a (la directora de Entidades de Bien Público) Laura Cejas, que nos han dado una mano grandísima este año. Uno se había pinchado tras pasar situaciones límites y ellos nos dieron un empujón para seguir.
-¿Qué mensaje les darías a los padres de chicos con problemas?
-A la madre que le nace un chico con discapacidad le digo que no se asuste. No es una cruz, sino una bendición. En los primeros años lo veía complicado y decía ‘¿por qué a mí?’, pero después entendí que durante 39 años tuve un ángel al lado mío. Pablo me acompañó y me ayudó a sobrepasar la muerte de mi señora. Hoy se lo extraña horrores.
