Cada vez más equipos eligen a esta localidad para hacer sus entrenamientos y pretemporadas. Actualmente Platense y Ferro practican en Doble55inco y Mis Marías, atraídos por las comodidades, la tranquilidad y el entorno natural de estos predios.

Javier Rubinstein
Aunque no goza de la popularidad de otras, esta disciplina similar al básquet tiene sus fanáticos. Uno de ellos es el escobarense Ignacio Beitia, quien es entrenador en Gimnasia de Villa del Parque y logró varios títulos.
Está viviendo en Estados Unidos desde hace seis años, se casó y formó una familia. Trabaja de lo que le gusta, está bien económicamente y por ahora no piensa en volver al país. “El deporte abre puertas impensadas”, afirma.
La calle Miguel Cané se convirtió en el sitio elegido por los escobarenses para entrenarse y realizar actividades físicas. Un lugar tranquilo, seguro y rodeado de naturaleza, que también invita al paseo, el descanso y la contemplación.
Se reconoce “chinchudo”, pero también frontal y servicial. Tuvo la primera casa de repuestos para motos de Escobar, es directivo de la Fiesta de la Flor y del Club de Pescadores, donde fue diez años presidente. “Cuando pasás por un cargo no te la tenés que creer”, afirma.
Después de 25 años, Ernesto Olivera decidió cerrar el tradicional alojamiento de la calle Estrada. La pandemia fue un factor determinante, pero no el único. “Me duele que la ciudad pierda un hotel de esta magnitud”, lamenta.
Coronando una carrera llena de logros, la futbolista garinense obtuvo con Boca el primer título de la era profesional del fútbol femenino. Además, marcó dos goles en la final contra River. “Soy una privilegiada”, afirma, feliz.
Está por cumplir 25 años al frente de Ricositas, una pequeña y pintoresca panadería de la terminal donde vende manjares dulces y salados. “Es el trabajo más divertido que tuve”, asegura.
Nació en la isla, jugó al fútbol y salió campeón con Boca del Tigre. Hizo radio y vende publicidad para ganarse la vida. Soltero empedernido, está de novio con la misma mujer desde que tiene 20 años, pero no convive ni quiso tener hijos.
De chico jugaba en las inferiores de Villa Dálmine, pero no pudo seguir por problemas económicos. Ahora es el masajista del equipo de primera división. “Para mí es un gran logro profesional y personal”, afirma, orgulloso.
Heredó el oficio de su padre y lleva casi cuatro décadas atendiendo clientes en diferentes bares y restaurantes escobarenses . Toda una vida preparando café y sugiriendo platos. “Me gusta el buen trato y las relaciones públicas”, confiesa.
Es jefe de cardiología del hospital Erill, donde estuvo internado por coronavirus junto a su madre. Ambos lograron recuperarse. “Las terapias intensivas mejoraron mucho en la pandemia”, destaca.
Es el utilero de Deportivo Armenio desde hace 26 años. Es el primero en llegar y el último en irse de cada práctica. Querido y escuchado por todos, afirma: “Esta es mi casa, mi vida”.
Durante diez años fue cocinero y mozo del bar América, hasta que cerró. Fue padre a los 16, perdió a su mujer y rehízo su vida. Vendió café en la Feria Rivadavia y en 2019 abrió su propia panchería. “Esto me cambió la vida, estoy muy feliz”, afirma.
Con compromiso y entusiasmo, cada mes lleva la revista DIA 32 a cientos de hogares escobarenses en su bicicleta, desde el Paraná de las Palmas hasta el barrio Lambertuchi. Un todoterreno infatigable, siempre al pie del cañón.
A los 38 años se dio el gusto de ser campeona sudamericana de wushu kung fu. Por la edad, ya no puede competir, pero da clases en su gimnasio y enseña valores. “Nunca hay que darse por vencida”, afirma.
Con 71 años recién cumplidos y 44 de trayectoria profesional, por su consultorio pasaron generaciones enteras de escobarenses. Además, se mantiene en excelente estado jugando al tenis, su otra pasión.
Varios clubes de Escobar ya pudieron reabrir sus puertas para que los socios vuelvan a practicar actividades. La nueva modalidad es con turnos, en grupos reducidos y al aire libre. Poco a poco, la inactividad va quedando atrás.
La familia Magnani tiene una larga tradición en el rubro, que comenzó hace siete décadas y ya abarca a tres generaciones. “El reconocimiento de la gente es impresionante”, afirman padre e hijo.
Nació en Garín, se formó en Argentinos y Tigre y a los 28 años le llegó la chance de jugar en primera con Patronato. Un trotamundos del fútbol que participó de una hazaña en Uruguay, jugó en Chile y en Grecia y viene de ser ídolo en Alvarado de Mar del Plata.
La pandemia lo obligó a ponerle punto final a su carrera comercial, después de cinco décadas. “Mis hijos me pidieron que disfrute lo que me queda”, confiesa Oscar Pérez.