Nació en Sauce, Corrientes, y en 2005 se radicó en Escobar. Profesional y apasionado por la jineteada, viene de consagrarse tricampeón de monta a crina limpia en Jesús María, ante cuarenta mil personas. Pero el éxito no lo marea. “Nunca me la creí”, afirma.

Por CIRO D. YACUZZI
cyacuzzi@dia32.com.ar

Nunca imaginó que la gente haría cola para sacarse fotos con él ni que en su pueblo de Sauce, en Corrientes, una caravana de autos y vecinos lo esperaría en las calles para felicitarlo por sus logros como jinete, algo que para la gente de campo es muy meritorio. Pero Ricardo Felipe Pucheta (35) ya es el ídolo de su pueblo y empieza a serlo también de Escobar, donde se radicó hace nueve años. “Tuve que ir perdiendo la timidez y soltarme para hablar”, dice y se sonríe en medio de la entrevista con DIA 32, en el living de su casa.

El flamante tricampeón de jineteada a crina limpia en Jesús María heredó de su padre -el primer correntino en lograr un título en ese festival, en 1975- el amor por los equinos. Tuvo su primer caballo a los 2 años, con el que daba vueltas por un potrero durante todo el día. A los 5 corría carreras montado sobre petisos y después iba a la escuela y a hacer los mandados siempre rienda en mano. “No me cansaba de ir a caballo”, asegura.

En busca de forjar su futuro, Ricardo dejó su terruño a los 20 años y se vino a Buenos Aires. Los primeros tiempos los pasó en San Martín, donde un primo le consiguió trabajo como cuidador de caballos en el Círculo de Suboficiales del Ejército. Su novia se había quedado en Corrientes, pero poco después siguió su camino y comenzó a trabajar en el buffet del mismo club.

La posibilidad de venir a Escobar llegó a través de un cuñado, que le hizo llegar la oferta de un mejor sueldo trabajando para una empresa de mantenimiento de espacios verdes en el country Septiembre. Así, Ricardo llegó a la capital nacional de la flor en marzo de 2005. Al principio alquiló, pero luego consiguió un lugar como casero en una quinta de la calle Las Heras, donde además de cuidar un enorme predio puede disfrutar de sus dos hijos, la tranquilidad de la zona y la compañía de sus amados caballos. Lo más parecido a su Sauce natal.

Actualmente trabaja en el Haras La Puerta, en Loma Verde y tiene su agenda repleta de invitaciones a domas en distintos lugares del país. Pero no se marea por la fama que va ganando; al contrario, derrocha humildad y simpatía, demostrando que antes que un campeón es un tipazo.

¿Cómo fue el regreso a Escobar, con la gente esperándote en la entrada de la ciudad para felicitarte y darte su afecto?

Muy lindo, cada año se suma más gente al festejo, esta vez hasta hicieron remeras con mi nombre. Cuando te reciben así te pone contento, y ahora, en febrero, me esperan en Corrientes. El año pasado cuando gané, primero me fui a Corrientes y después vine para acá, me recibieron mil autos allá, el pueblo entero. El que no iba en auto estaba en la esquina, en la vereda.

Sos el ídolo del pueblo…

Y, ahora sí, porque ya van tres años. Me declararon ciudadano ilustre, me reciben en la Municipalidad con todos los honores… Soy la figura más conocida del pueblo porque, al ser chico, no hay otro que tenga algo así como un título. Mi viejo ya era conocido en su momento, pero ahora te hacés famoso más fácil por el Facebook y todo eso.

¿Y cómo te llevás con el éxito y la popularidad que estás logrando?

Mis padres siempre nos marcaron que seamos respetuosos, honestos, humildes y sencillos. Nunca me la creí y ya no me la voy a creer. Cuando voy a las jineteadas capaz que hay 50 ó 100 personas para sacarse una foto conmigo, y la gente misma me dice que no cambie.

Los tres títulos deben tener sabores distintos, ¿cuál fue más lindo ganar?

El primero me gustó mucho porque es el sueño de cualquier jinete, el segundo también, pero éste me encantó, lo viví con mucha ansiedad, porque ganar tres veces seguidas es como marcar un camino. Ibamos con los puntos muy cerca con el segundo, yo esperaba que me tocara un caballo lindo para sumar y quizás no llegaba, pero a la vez sabía que estaba sano, sin dolores en la espalda o en una pierna, y así se va más confiado.

Pareciera que vas pegado al caballo, que por más que se sacuda, corcovee y salte no va a poder moverte, ¿cuál es el secreto?

Hay que tener fuerza en las piernas y estar ágil, mucha habilidad en la cintura para hacer contrapeso y seguirle el movimiento. A mí me encanta hacer deportes, juego al fútbol, corro, hago pesas, tengo una bicicleta fija, no fumo y no tomo.

¿Todos los jinetes tienen esa misma disciplina?

No, hay algunos que se lo toman en serio y otros que no. Por eso a lo largo de los días se nota el rendimiento físico de uno y de otro, el que se entrenó más, el que descansa más antes de ir al festival… Se nota mucho la diferencia, porque a medida que pasan los 10 días del festival se te agotan las energías. Yo trato de acostarme temprano siempre, porque tengo montas especiales todos los fines de semana. Así conocí lugares en los que jamás hubiera imaginado estar ni hubiera sabido que existen.

¿Cómo cuáles?

Un pueblito en La Pampa llamado Unanue, que tiene 140 habitantes, y en la doma hubo como tres mil personas; Las Heras, en Santa Cruz, y La Caldera, en Salta. A estos dos viajé en avión, que hasta entonces era algo que no conocía. Son todas cosas lindas que han ido pasando…

Pero no todo es color de rosas, también tuviste lesiones muy serias…

Sí, en 2002 una rienda me pegó en el ojo izquierdo y lo perdí, ¡así que ahí les doy ventaja a los otros! (risas) Me realizaron un trasplante de córnea pero el ojo la rechazó, se me empezó a infectar y tuvieron que ponerme una prótesis. Estuve dos años sin montar. Después, en 2007 se me cayó un caballo encima y me reventé un riñón contra el suelo. Me lo sacaron y estuve muy mal, fueron cuatro días en coma. También me fisuré la pelvis y la cadera, estuve dos meses en silla de ruedas. Y el año pasado casi se me corta el tendón de Aquiles, quedó muy desgarrado, estuve tres meses parado con médico, rehabilitación, hasta que arranqué de vuelta.

¿Y en ningún momento pensaste en dejar de montar?

No, siempre quise recuperarme y seguir adelante. Y cada vez que lo hice me sentí con confianza, sin ningún recelo. Hay chicos que arrancan muy bien hasta que se golpean, ahí pierden la confianza y ya no pueden seguir. Además, con los premios que fui ganando me entusiasmé más todavía. Y hoy estoy en mi mejor momento.

Con cada festival de Jesus María resurge el reclamo de los proteccionistas que denuncian el maltrato a los caballos, ¿cuál es tu posición frente a este tema?

Para mí están equivocados, yo nací con los caballos y los amo, sé lo que es un caballo cartonero, un caballo de polo, uno de salto, y cada uno tiene su forma de vivir. Un caballo de jineteada está para eso, sino no tienen otro fin más que el frigorífico. Hay muchos caballos con temperamento que no se dejan domar, son caballos que sólo a mí me sirven porque no los puede usar otra persona. Los tropilleros los tienen bien arreglados, gordos, están tratados por veterinarios, los cuidan muchísimo. Los caballos de los cartoneros sí sufren maltrato, que a veces van sin herraduras sobre el asfalto y las piedras.

Hay quienes comparan las domas con las corridas de toros que se hacen en España…

No estoy de acuerdo, los toros terminan muertos, y no están 8, 10 ó 14 segundos como los caballos. Primero los cansan y después los picanean, no tiene comparación.

A nivel personal, ¿cómo fue el cambio y la adaptación de estar viviendo en un pueblo con 6 mil habitantes a venirte al Conurbano?

Creo que pude adaptarme por los caballos, porque cuando llegué a San Martín estaba todo el día con ellos. Perdía el tiempo en eso y como que no me daba cuenta. El tema era cuando salía para comprar o ir de visita, que tenía que esperar 40 minutos un colectivo, viajar parado, tardar tres horas en llegar a un lugar. Allá en Sauce no hay colectivos, todos andan en bicicleta, a pie o a caballo y tardás cinco minutos en ir de un lugar a otro. Después acá empecé a vivir un poco más el campo, siempre hay algún caballo y los chicos tienen lugar para jugar afuera y vivir una infancia como la de uno, sin darle tanta bola a la televisión y a la computadora.

¿Tira mucho el desarraigo o te vas acostumbrando?

Te vas acostumbrando, yo ya me acostumbré a vivir acá. Allá voy seguido, pero cuando pasa más de una semana ya empiezo a extrañar la rutina.

¿Te vas sintiendo un poco escobarense?

Sí, cada vez más, porque de a poco van apareciendo más conocidos y amigos. Ya me siento de acá y me gustaría el día de mañana poder comprar algo y quedarme en Escobar. Me gusta la zona y me siento muy querido.

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