Leticia Silva es directora de dos escuelas, insertas en barrios populares y entrelazadas con una complejidad social que ella vivió en carne propia desde chica. Por eso, confía en la educación como instrumento de cambio.

Por MARCOS B. FEDERMAN
mfederman@dia32.com.ar

Dieciséis años de docencia y seis en la dirección le dan a Leticia Silva (42) una capacidad y una comprensión del estado de la educación en nuestro país que pocas personas tienen. Su trabajo es su vocación y por eso intenta hacer lo mejor que puede. A la vista hay dos escuelas en pleno funcionamiento, con docentes comprometidos y el pulular de cientos de argentinos en crecimiento y formación.

Al mismo tiempo, esta morochaza con los pantalones bien puestos es un ejemplo de la vigencia de la educación como herramienta transformadora de las personas y sus comunidades. Nacida en el seno de una familia de escasos recursos, la educación fue el único camino posible de inclusión social y profesional. Su camino empezó en la vulnerabilidad de la pobreza y sigue con sacrificio todos los escalones de la escuela, empezando por primer grado, llegando hasta terminar el magisterio y ser directora de escuela.

Trabajó limpiando casas en countries y pasaba mucho tiempo en la calle. “Podía irme por el camino del bien o el camino del mal. En la calle ves todo”, apunta Leticia. Su propia experiencia hace que ejerza su rol de directora conociendo el paño, sabiendo cómo es la madera que quiere tallar.

El rol de la escuela en el barrio

Dice Leticia que hay barrios donde está arraigada la cultura del trabajo y hay otros donde, por el contrario, se extendió demasiado la desocupación y el asistencialismo. Señala allí un objetivo, un rol que puede ocupar la escuela, al recuperar y promover valores de voluntad, solidaridad y trabajo.

“Cuando lográs una llegada a la familia, lo lográs a través del pibe. Es a través del diálogo con los chicos donde vos les hacés ver que hay que esforzarse para lograr las cosas. Busco promover la cultura del esfuerzo y el trabajo para lograr los objetivos. Es simplemente explicarles cuál es el rol que ocupa cada uno. En el barrio de La Loma logramos un cambio muy importante, que la misma comunidad reconoce”.

Ese barrio, sede de la Escuela Secundaria Nº 11, no tiene mucha organización civil, como “sí tiene el barrio Los Tulipanes”, donde se ubica la Escuela Primaria Nº 27. “En La Loma todo pasa por la escuela. Si hay un problema de lo que sea, de seguridad o con los chicos de la esquina, los vecinos vienen a la escuela en busca de contención y soluciones. La escuela es el centro de discusión de los problemas del barrio. Antes éramos un paredón que se enfrentaba a la comunidad. Ahora se entra a la escuela a dialogar, no a pelear”.

Educación e inclusión

Es difícil imaginar la vida cotidiana de Leticia al frente de dos escuelas a todo vapor. Ella lo hace posible “generalmente dando más tiempo del que corresponde por trabajo. Es una decisión que tomé hace ya seis años, de salir del aula y encarar el trabajo desde la gestión directiva, porque es algo que me gusta. Se lleva muy bien”.

Gestionar la institución implica, entre otras cosas, tenerla bien organizada por dentro y tender redes hacia afuera, generando vínculos que puedan multiplicar la fortaleza. Y eso hace esta directora, a fuerza de voluntad y compromiso.

El estado de la educación pública no es el mejor y esa realidad no escapa a sus ojos, sobre ella trabaja. La década de los ‘90 dejó un sistema educativo enflaquecido de recursos y rodeado de sectores vulnerables que acudían a ella en busca de alimento, además de formación intelectual. En ese proceso “cambió la imagen que los padres tenían de la escuela, la valorización del rol del docente”.

“Antes la palabra del docente era palabra santa. Hoy por hoy se la desvaloriza mucho. Y la del directivo, más todavía. Hay un quiebre en la sociedad. El cambio fue social. La gente no cree más en nadie. Y los maestros estamos incluidos. Tantos días sin clases, de escuelas vacías, de pibes que van para cuatro horas de clase y tienen solo dos… todo eso nos desvaloriza en nuestro rol. Es muy difícil trabajar con eso. Obviamente, uno respeta el derecho de los docentes, pero a veces sobrepasa el derecho de los chicos que tienen que estudiar”.

No es lo mismo faltar a una fábrica que a una escuela. Porque dejamos a los pibes en banda y después nos quejamos de que no quieren venir”.

Leticia es una militante de la educación y como tal cree en el efecto contagio que puede ejercer su dedicación y la de los docentes que comparten esa visión. “Ahí me parece que hay que hacer un cambio fundamental, que no tiene nada que ver con el estatuto, ni con el reglamento ni con nada. Para mí tiene que ver con el cambio de concepción que los docentes tienen del rol social que ellos cumplen. No es lo mismo faltar a una fábrica que faltar a una escuela. Porque dejamos a los pibes en banda y después nos quejamos de que los pibes no quieren venir. Si los pibes no tienen la rutina del trabajo cotidiano de ir a la escuela, se hace muy difícil. Y al romper esa rutina, no lográs que el chico realmente sienta que la escuela es el medio para el ascenso social, el medio para poder crecer. Yo vengo de una familia muy humilde y llegué a ser directora de escuela. De estudiante, yo tenía clases todos los días”.

La inclusión por medio de la escuela sigue siendo viable. “Yo les quemo la cabeza para que sigan estudiando, en el terciario o universitario. No hay que conformarse con el título secundario. Sí para conseguir un laburo para seguir bancándose los estudios. No sólo los chicos que están en situación de vulnerabilidad, sino todos. Todo pibe que termina la escuela secundaria tendría que salir a laburar, pero no hay que quedarse con eso. Hay que seguir levantando la autoestima para que sientan que son capaces de un título terciario o universitario”.

Un caso para imitar

Leticia Silva da la batalla en el barro del barrio, aportando lo suyo para hacer una sociedad mejor. Toda esa entrega quedará inmortalizada en un documental realizado por Cienbares, la productora de Juan José Campanella, para el canal Encuentro. Su esfuerzo, trayectoria y capacidad serán proyectados como ejemplo a seguir.

Tanta exposición le da cierta humilde timidez y trata de verlo desde un lugar más personal. “Alberto Sileoni propuso mi nombre y a mí me sorprendió mucho. Yo no soy de perfil alto sobre mi persona. No me parecía filmar un documental sobre mí porque no me parece que mi historia sea tan diferente a la de mucha gente que ha podido superar los niveles de pobreza y salir adelante. Y sobre todo porque se muestra que mi trabajo es raro, y no tendría que ser así. Este es mi trabajo y mi vocación. Veo raro que lo vean raro. Pero imaginate que no le voy a decir que no al ministro. Entonces vamos a hacerlo, hablando más de las escuelas y de los chicos, que son lo importante”.

“Lo único que espero es que sirva como ejemplo para los chicos, que vean que con esfuerzo se puede. Mi sueño es que los pibes puedan salir adelante y sean felices”, concluye Leticia.

Su relación con el ministro Sileoni

Por un destino fortuito que transformó en oportunidad, Leticia Silva supo establecer un vínculo directo con el ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni.

Ella había escrito una carta pública dirigida a la sociedad garinense, en la que reflexionaba acerca de su pasión: la educación y su interrelación con la sociedad. Esa carta, misteriosamente, llegó al diario Clarín. “Yo no lo compro ni lo leo, así que seguro no la mandé. Pero a raíz de eso me llovieron centenares de correos electrónicos. Dentro de esos mails estuvo uno de Alberto, donde, pobre, decía que se ponía a mi entera disposición. Lo volví loco y conseguí hacer muchas cosas”.

Leticia logró una entrevista personal con el ministro y a raíz de ello pudo fortalecer sus escuelas tanto con recursos materiales como pedagógicos. Bancos, sillas, un cañón proyector de dvd, las computadoras, entrevistas de los chicos con el propio Sileoni, salidas educativas, encuentros con la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, y con el nieto recuperado Alejandro Sandoval.

“Soy peronista, pero Alberto nunca me preguntó por mi orientación política”, señala Leticia.

Política educativa

“La política educativa, para mí, es lo mejor que nos ha pasado. La ley de la secundaria obligatoria ha sido una de las decisiones más coherentes de la historia. Pasamos por la Ley Federal de Educación menemista que fue un desastre. Hoy la presencia del Estado se ve en todas las escuelas. Desde la entrega de libros hasta la capacitación de docentes, incluso online. Hoy por hoy la presencia del Estado es efectiva. Acá todos los pibes tienen manuales, tienen libros, tienen las computadoras. Nunca se me hubiera cruzado por la cabeza que los pibes tengan computadoras. Es genial”, sostiene Silvia.

 

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